No me llores, Helena

No me llores, Helena

Quién pudiera decir que en el país donde han nacido unas ideas tan valiosas como el poder del pueblo, fuera su propio pueblo quien tuviera la decisión de poder. Quién pudiera decir que en la tierra donde nació, en cierta manera -y con mucho cuidado de decir lo siguiente-, la propia Europa, fuera precisamente ésta quien se encargara y preocupara del cuidado del territorio donde nació. Sin embargo, esto es lo lógico, y lo lógico nunca es; la gente nunca decidirá sobre ella misma, y los hijos, cuando crecen, se olvidan de sus padres.

Esto mismo es lo que le está pasando a Grecia, una zona que siempre ha estado en una esquina, territorialmente hablando, aunque también en nuestros pensamientos y nuestra actitud hacia ella, y que, sin embargo, su importancia histórica ha sido tal que ya no queremos acordarnos de ella porque, claro está, si la recordáramos, nos perjudicaría. Eso precisamente quiero hacer en estas modestas, erradas y mediterráneas líneas: asustar, perjudicar y, sobre todo, recordar a Europa lo que significa Unión Europea, pero más que nada Unión.

Tal Odisea comienza por analizar la Historia de Grecia. Un ardua tarea, que intentaré simplificar, pero que conviene señalar por sus semejanzas relativas con lo que ocurre en la actualidad, y así lo pretendo demostrar: Las dos primeras y grandes civilizaciones europeas tuvieron lugar precisamente en lo que ahora se conoce como Grecia, la micénica y la minoica; en especial esta última, situada en la isla de Creta, la cual dominaba los mares, política y comercialmente, hasta que la civilización continental (micénica) acabó por dominarles -¡con el continente nos topamos!-. No obstante, para bien o para mal, paso a paso se forjó una civilización propia, con una cultura única y un pensamiento fascinante, que fueron extendiéndose progresivamente por el Mediterráneo. Sin embargo, la ambición persa que ya se había extendido por Asia vio en esta zona una importante localización de expansión. Griegos de diferentes zonas -los más famosos, los espartanos-, lucharon por la libertad de su pueblo; mas, finalmente, los persas los conquistaron. Aunque nunca se dieron por vencidos y, tras numerosas luchas, expulsaron al invasor persa definitivamente -¿se liberarán finalmente los griegos de este su nuevo invasor?-.

En esta época, Grecia seguía dividida en numerosos Estados que causaban luchas entre ellos por el dominio y la hegemonía helénica - una pequeña Europa que se disputaba el poder-, a pesar de que sería en estas pequeñas polis donde se gestara el origen de unos principios políticos que regirían el mundo occidental hasta la actualidad - políticos he dicho; puesto que los éticos no sé si prevalecieron-.  Sería un joven macedonio quien unificara, no solo Grecia, sino todo territorio que se extendía por Asia hasta la India, en su búsqueda, no de conquista y dominación, sino de unidad de los diversos pueblos y culturas -la suma de las partes a veces lo es todo-. Este sería el momento de mayor esplendor de la cultura helénica, cuya obra ejemplar es la Venus de Milo, y sería después de este período, y no durante él, como señalaba Plinio El Viejo, cuando "Cessavit [...] ars" ("el arte desapareció").

Tras ello volvemos nuevamente a siglos de ausencia de autodeterminación griega, primero con los romanos y más tarde con la invasión otomana, así como numerosas conquistas de los imperios francés y británico en sus diversas islas durante los siglos del imperialismo - un imperialismo que no sé si ha dejado de existir-. A pesar de ello, Grecia consiguió liberarse de los turcos a principios del siglo XIX... ¿Por cuánto tiempo fue libre? El mismo tiempo que duró la paz en el resto del continente: la Primera Guerra Mundial fue catastrófica para Grecia; peor sería la Segunda, en la cual Grecia fue conquistada y destruida brutalmente por el ejército nazi. ¡Qué bello sería decir que los Aliados (Gran Bretaña, la Unión Soviética y Estados Unidos) pretendían liberar a todos los países y dejarles en paz! ¡Qué fácil hubiera sido hacer eso! Pero más fácil fue hacer lo que hicieron: repartirse, literalmente, sus influencias; en el caso de Grecia, entre la URSS y Gran Brestaña, que llevaron a una guerra civil tan cruda que sus efectos traspasaron el tiempo, puesto que el Laocoonte ya lo representaba. Se podría decir que en Grecia comenzó la Guerra Fría; se podría decir que en Grecia comenzó todo.

Siento que todo lo anterior haya parecido una lección histórica aburrida, simple y más propia de las clases de instituto que de este espacio; pero era necesario empezar por el pasado para ver el presente de Grecia:

1 de enero de 1981, fecha que ningún heleno olvidará por ser su ingreso en la Comunidad Económica Europea -predecesora de la actual Unión Europea-, y en 2001 adoptó el euro. En todo este período, el país vivió un espectacular crecimiento debido a las inversiones de empresas del resto de países europeos, hasta que llegó la palabra protagonista del siglo XXI: la crisis. Pero en Grecia fue mucho peor, pues durante los gobiernos del partido de derechas Nueva Democracia, que se alternaban con los socialistas del PASOK, se ocultaron los verdaderos datos que sufría el país, causando un gran déficit público, numerosos recortes, un paro que rozaba el 30 % y unas consecuencias que se observaban en los numerosos suicidios que se podían ver en los informativos. Poco a poco el descontento se hacía patente en un pueblo que reacciona de forma muy expresiva ante los hechos y que, ante esta situación, hicieron llegar a su país una palabra que se escucha últimamente mucho en nuestro país y a la que le ponemos una "coleta": hicieron un cambio. SYRIZA, la coalición de izquierdas dirigida por Alexis Tsipras llegó al poder en 2015, con intenciones de cambiar la situación insostenible del pueblo griego, aunque Europa no se lo iba a poner tan fácil, entre otras cosas, porque por primera vez la dos palabras más usadas por el PP español tenían sentido en Grecia, y es la de "herencia recibida" que había sumido al país en una gran ruina y una ingente deuda con Europa que no se iba a pasar por alto, porque eso supondría ayudar sin recibir nada a cambio -¡qué locura!-. Las presiones, los recortes, la austeridad seguían; las criticas infundadas al pueblo griego iban en aumento (como todos los países del Mediterráneo los griegos no iban a ser menos vagos que el resto, según los del Norte), y las exigencias y préstamos debían ser correspondidos.

Finalmente, y con una gran lección de sangre fría por parte de los helenos, el Gobierno de Tsipras decidió realizar un referéndum para aprobar o no la política que le imponían los griegos. Y al séptimo día -de corralito-, el referéndum finalizó con un victorioso, y celebrado, al menos por una parte de Europa -yo entre ellos-, ΌΧΙ (NO) -un όχι que ya dijeron contra Alemania hace algo poco más de setenta años-, lo que significaba enfrentarse con valor a Merkel y sus discípulos. A ello se sumaba la inesperada dimisión del ya mítico ministro de Finanzas griego Varoufakis, según él para mejorar las negociaciones, según yo porque un día más con la Troika y sus puños iban a salir a pasear. Y después de esto, ¿qué preocupaba a los alemanes y al resto de Europa? ¿que los griegos podrían arruinarse? No. Solo pensaban en que Grecia podía acercarse a la "todotemerosa" Rusia. Tanto es así que el país de la libertad, Estados Unidos, que hasta este momento estaba en la sombra, ahora se preocupa por la situación de Grecia... -Vergonzoso-.

Pero, claro, ello no iba a quedar así: Alemania no lo iba a permitir; nadie lo iba a permitir y, finalmente, el όχι no sirvió de nada porque la sombra del roble es alargada: ayer, 15 de julio de 2015, fecha que los helenos jamás olvidarán, el Parlamento griego aprobó una ingente cantidad de reformas para que pudieran recibir su tercer rescate -¿a la tercera irá la vencida?-.

Y, ¿qué nos queda por decir? Lo mismo que nos queda por ver: todo. No sé si esto no ha hecho más que empezar o pronto acabará, pero Grecia se merece ya un descanso. Tan vergonzoso me parece el que Grecia solo salga de nuestros labios en estos momentos, como la actitud que estamos tomando ante este trágico protagonismo griego.

El otro día salía un reportero haciendo una conexión en directo desde Atenas: la puesta de escena era inmejorable, con el Partenón de fondo iluminado con unas tenues luces -la conexión era de noche-. Hasta ese momento no me había fijado, pero mi vista tornaba de perspectiva, ya que antes, cuando veía ese precioso edificio, ese símbolo heleno, veía  sus ruinas -cierto-, pero observaba casi embobado la belleza de ese edificio. Ahora no; ahora seguía siendo el símbolo griego, pero precisamente por sus ruinas: un edificio que, además, iluminado con esas luces nocturnas, parecía que se hundía en el infierno. De este mismo modo, otras obras, como el Laocoonte o la Venus de Milo, anteriormente mencionadas, las cuales siguen representando a Grecia, o más bien, en este caso a su pueblo, asfixiado por una serpiente o al que le han cortado los brazos y, por tanto, la posibilidad de actuar, de luchar, de decidir.

Yo aún no tengo suficiente autoridad para que mis ideas adquieran sensatez o tengan razón -entre otras cosas, porque dudo que, aunque tenga más edad y madurez, la adquieran mis opiniones-; por ello, me gustaría explicar todo esto con una simple, pero irrefutable idea, que me lleva diciendo varios años mi abuelo y que creo que debería ir a misa. Trataré de transcribirlo tal y como me lo dice él para que no pierda su lógica: "Alemania, durante dos Guerras Mundiales, trató de hacerse con toda Europa; ahora, esa misma Alemania ha conseguido, sin levantar una sola arma, salvo la económica, lo que con tanta sangre luchaba". Se puede, o mejor dicho, se debe decir más alto, pero no más claro: Alemania, ese país que perdió, se reconstruyó, luchó otra vez, se vengó, perdió, fue invadido, se dividió y se volvió a reconstruir desde cero -todo hay que decirlo-, ahora tiene el poder sobre todo el continente.

Esos "países del Norte", entre los que se encuentran Gran Bretaña, Noruega y, por supuesto, Alemania -e incluso Francia-, son trabajadores como ninguno -las cosas como... ¿son? ¿Acaso el resto de países no son trabajadores?-; son los más productivos: ¿por ello tienen el derecho de oprimir al resto? ¿No deberían, precisamente por esa riqueza, ayudar a los demás? No; al parecer ellos se lo han ganado y el resto no hacemos más que "hacer el vago" - si Angela Merkel me permite la expresión-. Es más, tienen el cuajo de llamarnos los 'PIGS' (acrónimo de Portugal, Italy, Greece, Spain en inglés), cuando, en realidad, son ellos los que al bajar a nuestros países se comportan como auténticos cerdos -las únicas palabras que se aprenden en nuestro idioma son "paella" y "fiesta"... No hay más que añadir, señoría-.

Si quieren dividir Europa entre Norte y Sur, que la dividan; por mí no hay ningún problema en que los países mediterráneos se apoyen: a veces no hay que ser tan serio, sino hacer algo más amena la política y la vida, en general, y esa actitud solo la tienen los del Sur, quienes, además, al parecer, podemos ser más "humanos" y "éticos" que el Norte.

A pesar de todo, tampoco me importaría seguir unidos, juntos y, sobre todo, revueltos; es más, a veces, los contrarios se atraen, y por ello les recomendaría ver la serie 'Allí Abajo', cuyos tópicos nacionales se pueden extrapolar a toda Europa, y el argumento podría también trasladarse, sobre todo, el final feliz.

No obstante, y en la espera de ver el futuro de Grecia y la evolución de Europa, solo me queda dejar una puerta abierta a la esperanza y acabar con una alabanza a Grecia, nuestra amiga, nuestra madre, nuestra hermana; una gran sufridora y una gran constante. Por eso, no puedo por más decir "no me llores, Helena, que la pena solo trae pena". Sé que no sirve de mucho, pues lo que están sufriendo solo lo pueden saber ellos; el resto solo son aproximaciones. A pesar de todo, "obras son amores" y si con esto consigo despertar, aunque solo sea, a unos pocos ciudadanos, ya será bastante, porque al menos pensamos en el pueblo griego, mientras que el Eurogrupo piensa más en los mercados, en el dinero, en el euro, en el capital, y en una infinidad de sinónimos monetarios que pretenden salvar a costa de la sangre, del sudor y de las lágrimas de los griegos, que en estos mismos "prójimos" suyos.


Yo, por mi parte, voy a ponerme por un momento en la piel de Kennedy, quien se consideraba un ciudadano alemán cuando visitó la ciudad de Berlín tras el levantamiento del muro soviético -algo que en esta ocasión ha sido levantado, entre otros, por Alemania, en Grecia-, y voy a decir algo que debería ser pronunciado por todos los europeos en estos momentos: Είμαι μια ελληνικά (por si alguien no entiende a los griegos significa: Yo soy un griego).