AYLAN O CÓMO PERDER LA FE

AYLAN O CÓMO PERDER LA FE

¿Por qué? Qué noble y, al mismo tiempo, indómita pregunta con una difícilmente hallable respuesta. Pero no me importa; porque quiero hacerla, porque estoy dispuesto a preguntármelo a mí mismo, para empezar, y más tarde hacérsela a quien tiene los medios y no llega a ningún fin; porque es necesario preguntarse esto en un momento crucial de la "supervivencia" de este continente, o al menos de las instituciones que lo controlan, y, sobre todo, de la supervivencia de las conciencias de sus ciudadanos, o al menos de los que ni siquiera se dignan a hacerse esta pregunta -que espero sean pocos-.

Es por ello que empiezo con esta pregunta, la primera de muchas que voy a ir planteando a lo largo y ancho de estas líneas, y que ansío que se conviertan también en las vuestras, en las de todos los que quieran leer esto y hagan caso, atiendan y presten atención a lo que significan -algo que muy pocas veces se hace-.

¿Qué somos? Nos lo hemos preguntado desde el inicio de nuestra existencia con múltiples, diversas, disparatadas, poéticas, filosóficas y cualquier adjetivo que se le quiera poner a las respuestas que se han aportado durante todos estos milenios que cargan nuestras espaldas.
¿De dónde venimos? Otra de las cuestiones que nos hacemos y que va pareja a la anterior y a otra que tiene un sentido último a esta que se plantea: ¿a dónde vamos? De igualmente difícil contestación.
Sin embargo, estas tres preguntas, que ahora recuerdo y dispongo a la reflexión, es la que durante años, y con mucha mayor razón que la filosófica de la humanidad, se llevan haciendo las millones y millones de personas, familias enteras en la mayoría de los casos, que vagan por el mundo buscando un hogar, que no sea destruido por bombas,  donde vivir -repito: ¡vivir!- con sus seres queridos.
Hablo en general sobre este tema porque, aunque ahora está en boca de todos los miles de refugiados que llegan al continente europeo desde zonas de Oriente Próximo, sobre todo Siria, este problema no solo se concentra en esa zona, sino que es una situación que se extiende por todo el mundo; zonas en continua guerra de África, América del Sur o Asia, donde la gente no puede estar en paz porque otras personas tratan de conquistar esa tierra y obtener un poder que no deben tener.

¿Cuándo empezó todo esto? Cuándo empezó la guerra, os preguntaréis; fácil contestación, difícil solución, puesto que empezó cuando empezó todo, y acabará cuando acabe todo. La guerra empieza cuando se crea su creador: el hombre. El hombre, un animal sin solución.
Siempre ha habido guerra; lo raro sería encontrar un momento de paz en toda nuestra Historia. Irónicamente, la zona donde se originó la vida humana, África, es donde menos se demuestra esa evolución; y la zona donde surgieron las sociedades complejas, Oriente Próximo, es donde menos se demuestra esa complejidad humana, así como la zona donde hay posibilidades de que se ponga fin a estas sociedades, aunque esperemos que no sea la zona donde se ponga fin a la vida humana. Aun así, y aunque sea muy pesimista, esta última consecuencia sería la única solución.

¿Por qué hay guerra? El hombre lucha por muchas razones; tal vez una de ellas sea, simplemente, porque somos eso mismo, hombres, y está en nuestra naturaleza: homo homini lupus. Tenemos sed de violencia, y de manera gratuita, aunque luego el precio que pagamos sea muy caro. A su vez, si no hay justificación para luchar, se busca: el poder, la ambición, la venganza, la búsqueda de espacios más grandes de desarrollo, y muchos más etcéteras interminables por el momento.
Solamente hay que hacer un breve resumen a la Historia del hombre. Y ni siquiera a toda, solamente a la más reciente: en un siglo, dos guerras mundiales, y, cuando se acabaron, una Guerra Fría, en la cual se dispusieron las bases del Nuevo Orden Mundial de la situación bélica actual. Me quiero expresar bien en este último caso porque es de vital importancia que se me entienda, porque lo que estamos viviendo ahora es la consecuencia de unas actuaciones que se llevaron a cabo hace poco menos de medio siglo.
Cuando Estados Unidos y la URSS eran los líderes del mundo se lo repartieron -sí, sí, como lo estáis viendo: se repartieron el mundo y sus habitantes como piezas de ajedrez en una partida mortal-. Tejieron sus influencias por todos y cada uno de los países existentes en la época, crearon otros, eliminaron algunos y dividieron el resto (como Alemania). Todo ello llevaría a que, cuando la URSS desapareció, todas estas acciones trajeron sus consecuencias: Estados Unidos ya no tenía peligros para actuar en otros países y los dejaron actuar a su aire, aunque sin ayudarles a reestructurarles, por lo que el caos que dejaron allí trajeron revoluciones y guerras que aún duran: Oriente Próximo es el mejor ejemplo, donde el petróleo fue la mejor excusa para intervenir en todos estos países durante décadas y décadas, cambiando gobiernos a su antojo, apoyando grupos terroristas, que más tarde serían enemigos, y cualquier acto con tal de tener el control sobre ellos -Sangre por petróleo. ¿Os suena?-.

¿Actúan, entonces, ahora por enmendarse? Perdonad que me ría en un asunto tan serio, pero... ¿Creéis en serio en ello? Veréis, cuando a Gorbachov le dieron el Premio Nobel de la Paz se lo entregaron por su intento serio de ayudar a la humanidad a dar media vuelta en una carrera que la estaba llevando al abismo. Mientras Reagan ganó la Guerra Fría, Gorbachov ganó la amistad, apoyo y admiración de toda la humanidad –incluyéndome a mí-, excepto en su país. Sin embargo, el daño ya estaba hecho, y la larga sombra de ello aún perdura, no solo en los países donde se hizo, sino en la propia conciencia del país originario de este daño: Estados Unidos, el cual siguió interviniendo en todo aquel país donde no se jugaba el mismo juego que ellos querían.
Es curioso, sin embargo, que intervengan en muchas guerras en las que nadie les ha pedido entrar -algunas incluso las inician ellos-, pero luego nunca hacen nada en otras a las que el mundo entero les pide que acaben con ellas. O ya no eso, sino que obliguen a todo el mundo a hacer lo que ellos hacen, y luego en crisis como la de Grecia -de sentido económico y también humanitario- ni siquiera abran la boca.
No obstante, esto ya es habitual -me viene a la cabeza un viejo chiste que me contó un profesor hace un par de años: ¿cuál es el país que avisa antes de asustar? EE... ¡UU! Aunque pensándolo bien, Estados Unidos nunca avisa antes de asustar, y eso que ya tiene experiencia asustando-.

¿Sabéis qué estoy haciendo ahora? Informarme; hacer algo de lo que muchos no pueden presumir: hablar sabiendo de lo que se habla. Estaré errado en muchas cosas, y lo admito, porque aún soy joven e inexperto, pero aun así quiero hablar y saber, opinar y aprender...
La guerra siria ya ha causado graves problemas humanitarios dentro y fuera del país. Sin contar las incontables muertes, la guerra ha llevado a cientos de miles de personas a abandonar sus casas: dentro del país el número de desplazados roza los 7 millones (5,5 millones son niños), y fuera de Siria los refugiados suman ya más de 3 millones, un millón fueron refugiados en el Líbano en 2014 -todo ello son datos de ACNUR, la Agencia de la ONU de Refugiados-. Un auténtico drama, y, sin embargo, cuando los refugiados llegan a Europa, aunque aún no alcancen estas terribles cifras, los dirigentes de los países europeos tiemblan injustificablemente.
Para hacernos una idea: hasta ahora son 330.000 las personas que han llegado hasta el continente europeo. La mayoría trata de llegar a Alemania, lógicamente, porque es el país más desarrollado en estos momentos en Europa. Menos mal que, por el momento, la todopoderosísima Merkel hace todo lo posible, incluso peleándose con sus socios, para acoger a los refugiados que van llegando -por primera vez digo: gracias, Angela-. Sin embargo, mientras que otros países, como Grecia, cuya situación es francamente infrahumana, hacen todo lo posible por acoger a todas las personas -porque recordemos que son personas- que su economía puede, Austria, cuya desarrollo está por encima de Grecia, anuncia que pronto cerrará las fronteras: ¿lógico?; ¿humanitario? En fin...

¿Cuándo pensamos en estos asuntos? Cuando únicamente los vemos a las puertas de nuestros hogares; cuando vemos cómo nos pueden afectar en nuestras vidas, en nuestras economías -todo gira en torno al poderoso caballero-; cuando realmente, a pesar de que es un problema continuado, solo lo anuncian en los medios de comunicación.
¿Cuánta atención le prestamos? Diez minutos en los debates políticos y quince en los telediarios, poco más. Después de ello volvemos a temas "más importantes" como los fichajes del Real Madrid; la última película de Pedro Almodóvar; que se nos queman las lentejas; ese pantalón que no combina con esa camisa o cualquiera de los trágicos contratiempos que asolan nuestras ajetreadas y trascendentales vidas, mientras las de otros están en verdadero peligro.
No obstante, yo soy el primero en juzgarme, en escribir sobre este asunto cuando lleva años sucediendo; el primero en criticar que solo me interese por este problema cuando sale día sí día también en la televisión; el primero en valorar la importancia de este asunto cuando realmente abro los ojos para verlo; el primero en dejar de hablarlo cuando dejen de hablarlo los demás medios. Sin embargo, que sirva esto para abrir los ojos de los demás; que valgan estas líneas para atestiguarlo, para que no se pierda en el olvido, para recordárnoslo y aunque no hablemos más de ello, al menos hagamos algo para reducir su efecto -donar, ser voluntario, participar en actos; cualquier cosa, por poca que parezca, es un mundo para estas familias-.

¿Por qué escribo esto varios días después? La imagen de Aylan ha perturbado mi conciencia y me ha conducido a escribir esta... ¿Epístola? Para redactar este... ¿Artículo? Da igual como lo llaméis; va dirigido a todos vosotros -a mí, como ya he dicho, el primero-. Y si lo he publicado días después de lo sucedido, una vez pasado un fin de semana entero -para los refugiados, interminable, lleno de innumerables problemas; para nosotros, quién sabe si lleno de trabajo o de fiesta- ha sido para comprobar si aún nos acordamos de este asunto, de aquella foto de un niño tumbado sobre la arena de una playa sin ningún signo de vida; para comprobar si aún se debatía sobre cómo afrontar el problema.
Es cierto que varios dirigentes, como David Cameron o nuestro querido Rajoy, han admitido que harán todo lo posible para acoger al máximo de personas posibles tras ver la foto de Aylan -es vergonzoso que tenga que ser un niño fallecido el que despierte un poco de humanidad en nosotros-. Sin embargo, todo está por ver, puesto que mientras unos dicen 'ayudaremos', otros –no quiero nombrar a nadie y menos a Xavier García Albiol- pretenden 'limpiar' los pueblos de estas personas e incluso dejarles sin derechos como la sanidad. Menos mal que aún quedan comunidades, como Navarra o Aragón, hermanadas algunas con zonas de Oriente Próximo -al final todos somos hermanos-, que ya se han comprometido a acoger a estas familias.

Algunos os preguntareis: ¿a qué o a quién se refiere cuando pone la pérdida de fe? Cada uno que piense o crea en lo que quiera. Yo solo digo que, por el amor de Dios, de Alá, de Buda, del Karma -por su amor, recordemos antes de nada, se han cometido auténticas atrocidades con el fin de qué: ¿de poder, de un imperio, de una salvación? Dudo que se hayan ganado una parcela en el Paraíso quitándole a las personas sus parcelas en la Tierra a base de guerras-... ¡Da igual por qué amor lo hagáis! Pero, por favor, miradles a los ojos: son personas; son hombres, mujeres; son niños, ancianos; son personas... Hermanos, en definitiva.

¿Vale realmente la pena? No; no sé si he perdido la fe en Dios o en el hombre. Lo que sí sé es que esto no tiene ningún sentido: nunca se debería haber empezado, y, no sé por qué, algo me dice que nunca se va a acabar, porque los que pueden evitarlo no lo hacen.

¿Queda alguna pregunta más por hacer? Eso solo depende de vosotros. Ya lo he dicho antes: esta epístola o artículo o como lo queráis llamar va dirigido a todo aquel que quiera leerlo, entenderlo y recordarlo. No sé si queda alguna pregunta en el tintero -un tintero lleno de sangre-, pero he llegado a la conclusión de algo que he puesto antes: la pregunta de qué somos: somos personas, humanos, hermanos que, en vez de ayudarnos fraternalmente, nos estamos peleando por un regalo que nos han hecho nuestros padres (llamadlo Padre Dios o Madre Naturaleza, a vuestra elección).
Dejémonos de hacernos preguntas y hagamos algo... ¡Actuemos! Actuemos para evitar lo que vemos, para mejorar lo que tenemos y para conservar lo que consigamos... Actuemos por algo, lo que sea, pero por algo que sea beneficioso para todos... En definitiva, actuemos en vez de quedarnos en una profunda oscuridad, atónitos, temerosos, dudando -como aquel sabio diría- "viviendo vidas que ningún mortal se hubiera atrevido a vivir" -parafraseando a aquel sabio que lo dijo-.

Os lo pido de tal forma que me lo reiteréis a mí también para que no se me olvide que yo he de actuar del mismo modo, por nosotros, por Dios, por Aylan, por su hermano igualmente fallecido, por nuestros hermanos, por todos aquellos cuyos pies van donde va el corazón, por todos... ¡Actuemos!