T.R.U.M.P.

T.R.U.M.P.

Donald J. Trump es el sueño americano. Literalmente es la imagen de un país que aún sigue dormido; la imagen de un país que todavía mantiene como símbolo la libertad (os pido un favor gráfico, ahora imaginadme tosiendo y farfullando  entre dientes palabras aleatorias tipo, no sé, Vietnam, Irak o cosas así).

¿Que cómo es que con la que se nos viene encima me pongo a hablar de Trump? ¿Que por qué me centro en el rival de Hillary Clinton y no en el rival de Susana Díaz? ¿Que si pienso realmente que estas líneas van a producir que el país más poderoso del mundo mundial, aquel que desafía al tiempo, el único capaz de producir mareas universales, el inigualable entre los fantásticos, el maravilloso entre los excelentes cambie a una actitud propia de un Estado “normal” y deje de jugar al ajedrez con este planeta? Pues no. Pero me gustan los retos. Además, ¿qué es lo peor que me puede pasar? ¿Que gane Trump las elecciones, mande al FBI a buscar insultos hacia su persona y tenga que buscarme una embajada donde vivir como un delincuente solo por decir la verdad y nada más que la verdad? Mmm… Pues tampoco sería para tanto.

En definitiva, quiero contaros las cuatro ideas que se me pasan por la cabeza acerca de todo esto, y mostraros cómo creo que podría ser la trayectoria inmediata de esta situación:
Pero, como ya sabéis que no puedo evitar hablar un poquito de Historia, voy a hacer un brevísimo paréntesis -ya que no pienso, ni quiero recordar el sino estadounidense- y recordar una vieja leyenda, muy breve, pero muy significativa -seré tan breve como las lágrimas por la Segunda Enmienda-:
Se dice de Nabucodonosor II muchas cosas, entre ellas que fue el soberano más grande del Mundo Antiguo, capaz de unificar bajo su poder el Próximo Oriente Antiguo; un gran gobernante, un gran guerrero y un amante tal, que fue capaz de olvidar que su matrimonio fue por alianzas estratégicas para regalar a su esposa los magníficos Jardines “Colgantes” (más bien “salientes”) para que no olvidara su Persia natal.
Se dice además que una noche tuvo un sueño profético, que se recoge en el Libro de Daniel, en el cual se apunta que Dios le enseñó a Nabucodonosor el destino del mundo, cuya Historia se iba a dividir en cuatro fases, cuatro Imperios marcados con cuatro metales simbólicos (oro, plata, bronce y hierro), tras los cuales llegaría el reino perpetuo.
Muchas opciones se han barajado para apuntar estos cuatro Imperios, y muchas sucesiones pueden ser válidas; sin embargo, todas ellas tienen algo en común, que me han servido para mostraros mi propia teoría, ya que todas tienen una sucesión solar, de Este a Oeste.
¿Cuál es mi hipótesis? No eran cuatro imperios, sino cuatro espacios; cuatro zonas de dominio: el Próximo Oriente Antiguo, actual Oriente Próximo, origen de la civilización, y marcado por el oro, que ha caído en la destrucción y el olvido (oro negro); nos trasladamos a los imperios mediterráneos, desde el romano hasta la Monarquía Hispánica, extendiéndose hacia el Atlántico, trayendo la plata para abrir la tercera fase, el inglés del carbón y el hierro, ampliándose a los Estados Unidos de América (¿IV Reich?); y, finalmente, el cuarto y último de los espacios que dominará el planeta, Asia, con su potente economía y su metal más preciado, la mano de obra globalizada.
Así se presentan en modo de líneas, esto es, Oriente Medio, línea vertical; Mar Mediterráneo, línea horizontal; Atlántico, línea vertical, y Asia sería otra línea horizontal. Esto no es aleatorio, porque si trasladas la línea asiática (|) y la juntas con la de Oriente Medio (—) tenemos… Exacto, el reino perpetuo, el Reino de los Cielos (+), y el material que nos llevará a ello será la locura y la bomba nuclear, precisamente en un lugar de gran actuación estadounidense.

Como habéis podido observar, todos los imperios vienen y van; todo sol naciente tiene su ocaso, y Estados Unidos no va a ser menos.
El problema es que hasta que eso ocurra seguimos estando en sus manos, y por ello estamos tan pendientes de lo que suceda el primer martes después del primer lunes de noviembre, ya que pueden pasar dos sencillas cosas: o bien subirá al trono por primera vez una mujer, o simplemente llegará la Tercera Guerra Mundial (PD: Feliz Día de Todos Los Santos)...
Sin embargo, Trump no es más que el estadounidensis comun, y todos sus discursos, que tantas veces los informativos presentan como una pesadilla, solo son lo que Estados Unidos lleva haciendo durante décadas, pero, no sé por qué, ciertas ideas, como poner una muralla entre México y el Imperio (¿acaso no hay ya una kilométrica valla?); bombardear hasta destruir al Estado Islámico (¿acaso no están destruyendo ya la vida sobre esa zona?)…, con el tito Donald nos parecen más aterradoras que con el tito Sam.
Sencillamente están presentando a Donald Trump como el diablo, cuando realmente es una justificación de lo que Estados Unidos quiere hacer, pero no sabe cómo hacerlo sin parecer malo, por lo que se lo echa en cara a una persona y aquí paz, y después guerra…

No estoy justificando a Trump... ¡Jamás! Pero Estados Unidos lleva mucho tiempo con un discurso similar, y cuando uno de sus ciudadanos lo hace público, lo atacan; pero cuando Estados Unidos ataca a otros países, razas y religiones de forma literal, entonces, todos le defienden.
Hace ya algunos años, un magnífico profesor de cine, literatura y de la vida, me contó un viejo chiste sobre Estados Unidos que parece tan malo que es verdad: “¿Sabéis cuál es el único país que avisa antes de asustar? EE... ¡UU!
Hace ya muchos años que sé que el que avisa no es un traidor, es simplemente una vergüenza: los crímenes de la humanidad no deberían tener doble vara de medir, que tan asesinos son los que hacen la guerra, como los que la incitan, y como los que la continúan en tiempos de paz.

Quisiera, si se me permite, ya que en la vida real dudo que tenga la oportunidad -entre otras cosas porque mi inglés es lamentable-, hacerle una entrevista al tan adorado Obama:
Buenas noches, señor Obama, déjeme hacerle alguna pregunta, antes de que se divierta tranquilamente con Ellen Degeneres: ¿qué opina un Premio Nobel de la Paz de la guerra y la barbarie? ¿Qué opina de la muerte, del infanticidio, de la horfandad bélica? ¿Y de la moral, qué opinión tiene de ella, o ella de usted? ¿Qué opina del mundo, o qué cree que el mundo dirá cuando sea usted el que esté bajo los pies del resto? ¿Por qué llora cuando muere gente en su país por las armas que no quita? ¿Por qué llora cuando muere gente en otro país por las armas que no quita? ¿Bailaría usted en Oriente Próximo? ¿Acogería en su enorme palacio a los refugiados? ¿Dejaría su país de generar más refugiados? ¿Cree usted en Dios? ¿Y en el hombre?

Estados Unidos lucha contra la opresión y los regímenes autoritarios, por lo que su lema teórico debe de ser: vive y deja vivir… Salvo si sois comunistas, afroamericanos, hispanos, árabes, asiáticos, rusos o Snowden.
Tal vez Hillary Clinton tenga razón, y cuando Donald Trump mira la Estatua de la Libertad solo le pone un 4. Sin embargo, Hillary, ¿quieres decirme qué ves tú, o tu marido, o todos y cada uno de los Presidentes de Estados Unidos que no han dejado vivir en libertad al mundo? ¿Quisieras explicarme por qué te crees valedora de los más prodigiosos dones divinos, capaz de regir a los demás porque, claro, eres de la única civilización civilizadora?
Una cosa que me sorprende sobremanera, a raíz de lo anterior, es la gran cantidad de puestos, puertos, asentamientos y un larguísimo etcétera de cuarteles que Estados Unidos tiene por todo el mundo (una ardilla puede viajar por todo el planeta sin tocar suelo); y es que he dicho cuarteles sin equivocarme, porque me recuerda mucho a los cuarteles de la Guardia Civil, dispuestos por toda España, vigilándonos. Del mismo modo, desde la capital del mundo, EE. UU., vigila el resto de provincias; aunque lo que realmente me sorprende es: ¿de dónde saca tanto dinero Estados Unidos para mantener todo lo que mantiene? ¿Tendrá paraísos fiscales o cómo lo hace?
En fin, señoras y señores, ojalá llegara realmente esto a manos de algún Presidente norteamericano (¿nunca os habéis fijado que el gentilicio de un ciudadano de Estados Unidos implica que toda Norteamérica forma parte de este desarrollado país?), y ojalá alguno se diera cuenta de lo que hace. Pero claro, ande yo caliente…
No sé lo que pasará dentro de una semana, ni de dos, ni si estudiaremos esto en los libros de Historia o dentro de unos años tengamos que volver a crear la Escritura… Solo sé que estoy harto de que haya alguien que nos tenga que decir lo que tengamos que hacer; harto de que haya que seguir unos límites establecidos, fuera de los cuales eres despreciado o atacado; harto de que un país, que hace doscientos años apenas era nada, ahora domine el mundo, y no haya Haya que le diga esta justicia es mía.
No sé nada, y cada día sé menos, pero sí conozco el lema del Imperio: E pluribus unum (De todos, uno); y éste me suena a, algo así como, “[…], omnes pro uno”, esto es, “[…], todos para uno”. Ante ello solo puedo decir: no dejemos que todos pertenezcamos a uno solo; descifremos esos puntos suspensivos, y cambiemos las profecías, interpretemos las leyendas… Rompamos las normas…

Que el mundo es uno y muchos, pero el imperio solo uno, y nosotros muchos... Omnes pro omnibus.


TORTASSO

TORTASSO

Supongo, porque yo ya no sé nada con certeza... Supongo, decía, que no seré ni el primero ni el último que califique de este modo las que fueron, en mi opinión, las elecciones más raras y con menos sentido que he tenido la desgracia de presenciar -y de pagar-.

Si ayer no hablé, o no dije lo suficiente que podía haber dicho, de la política española, hoy sí voy a dejar libre mi opinión; hoy sí que me voy a explayar y me voy a desquitar de lo lindo:

Para empezar un único dato: 130 millones; en realidad, un poco más. Eso es lo que nos ha costado la gracia de repetir las elecciones; total, ¿para qué? ¡Si estamos igual!... ¡Incluso peor!

El resultado de ayer fue desastroso; es el único adjetivo con el que puedo calificar lo que anoche pude vivir: después de llevar los resultados de las elecciones de mi pueblo a la capital provincial -algún día contaré esta historia-, volví a casa con ganas de meterme en la cama, para ver si esta mañana me despertaba y todo había sido una terrible pesadillas... En efecto, no solo no pude conciliar el sueño, sino que la pesadilla fue real, lo sigue siendo y lo será, porque lo que nos espera a partir de ahora, pase lo que pase, va a ser mucho peor de lo que podíamos tener hacer seis meses, y es que no hace falta ser analista político, ni periodista experimentado; ni siquiera hace falta ser un pobre bocazas que habla, sin saber, de todo lo que sucede a su alrededor -¡presente!-, para darse cuenta de que lo de ayer, además de no tener nada de sentido, y lo digo bajo mi punto de vista -aunque llevo gafas, a lo mejor alguno me puede corregir si es que me equivoco... O no-, va a ser como comprarse una máquina de hacer deporte: hemos pagado por algo que, o bien va a quedarse en un rincón cogiendo polvo, hasta dentro de seis meses que acaba la garantía y la devolvemos para volver a comprarnos otra cosa, o peor aún, la vamos a dejar en medio del salón -en este caso, del salón de la Moncloa- para recordarnos todos los días que tenemos que usarla, y será un estorbo con el que nos tropezaremos continuamente, y que tendremos que aguantar hasta el fin de los días.
Lo que sí es innegable es que Rajoy ha vuelto a ganar... Parémonos un momento; esperad... Disculpadme, pero es que necesito un poco de aire para repetir esto, y analizar con calma lo que voy a decir: Rajoy... No solo ha ganado... Porque... Es indiscutible... Nuestro, aún, Presidente... ¡Ha obtenido 14 escaños más! ¡14! ¡Pero es que eso es posible!

Yo puedo llegar a entender lo que algún profesor mío siempre nos había explicado, y es que la derecha, a diferencia de la izquierda, es mucho menos heterogénea, y su sector de votación es siempre el mismo. Con todo ello, puedo llegar a comprender, aun con mucho esfuerzo y mucha pena, que haya gente que vote las políticas del PP, y le parezcan correctas las medidas, digamos, no sé, abominables (¿se puede decir esto en horario infantil, no? Porque lo que tenía en mente era mucho peor); incluso podría mi débil y alocada razón entender que los que han votado al PP lo hacen por temor a una coleta viviente. Pero de ahí, a que haya gente, ¡mucha gente!, que ha votado, hasta para 14 escaños nuevos, a un partido que tiene corrupción hasta en los despachos anticorrupción... No puedo; es que eso es admitir que España no tiene futuro, y eso a mi edad es como quedarse sentado a ver pasar el huracán.

Pero si es que sé que en estas últimas elecciones votaron 200.000 nuevos jóvenes, pero según la maravillosa y excitante ley D'Hont -este hombre debió ser el cuñado de algún político, porque si no, no lo entiendo- apenas obtendría 4 escaños más, y eso suponiendo que todos esos nuevos votantes entregaran su primera papeleta a Rajoy, lo cual dudo, y no por nada, sino porque dudo que entre un gran número, como es ese, sea todo homogéneo, y habrá jóvenes que no comulguen con las ideas, poco colaboradoras en materia educativa y cultural, del señor Presidente que, por el momento, aún sigue siendo en funciones: este hombre con la tontería, y sin hacer nada en estos seis meses, salvo bailar bachata, merengue o lo que quiera Dios sea esa nueva música -¡de ahí vendrán los nuevos electores!- se va a pasar una legislatura en funciones. ¿Os imagináis cuatro años con una España en funciones? En plan, una motosierra de estas que se tira de una cuerda para ponerla en funcionamiento y no arranca, no arranca, no arranca... Pues igual.
En fin, disculpad por este arrebato -¡el arrebato también sería mejor Presidente!- de locura momentánea, pero cada vez estoy peor. Pero es que la situación tampoco me lo pone fácil para recobrar la cordura (si es que alguna vez la tuve): yo también vi a Rajoy en El Hormiguero, y -Dios me perdone por lo que voy a confesar- yo también me reí con él... Jamás pensé que iba a decir esto, pero lloré de risa con Rajoy. Pero eso tampoco justificaría este gran crecimiento, porque a mí como persona me pareció un tipo simpático, divertido, afable. ¡Pero ya está! Ahí se queda todo; como político no le votaría, aun habiendo pasado un rato agradable, porque no tendría sentido que alguien vota a una persona solo porque le cae bien. A mí me caen muchos políticos muy bien, pero no comparto su ideología; o me caen bien, comparto su ideología, pero, por otras muchas razones, han quedado secuestrados bajo la influencia de no sé quién, y tampoco les voto.

Hablando de esto, y cerrando ya el capítulo de nuestro futuro Presidente, entremos en ese maravilloso mundo que es la izquierda, izquierda-moderada, izquierda-extremista, socialdemocracia... Nunca me han gustado las etiquetas; ¡las detesto! Y, sobre todo, en política. Por ello, de lo que vamos a hablar es del PSOE y de Unidos Podemos, y punto:
Sin lugar a dudas el PSOE, junto con Ciudadanos, fueron los partidos más perjudicados de estas elecciones. Ambos perdieron escaños, y, sin defender a nadie, desde un punto neutral, una pregunta: ¿cómo es posible que los únicos que trataron de cocinar la tarta, ahora hayan perdido parte del pastel? Sí que es cierto que los discursos de Pedro Sánchez y Albert Rivera eran aburridos hasta más no poder, siempre con los mismos temas, y el mismo perjudicado, Pablo Iglesias... Un consejo: si, por un casual, me estáis leyendo: señor Sánchez, señor Rivera, el gazpacho, frío, y para lanzarle pullitas a Pablo Iglesias no hace falta sacar siempre Venezuela y el populismo, y tal y tal, que yo también me meto con él, y, si no me falla la memoria, jamás he mencionado esos temas...

Y sacando estos temas, vamos con el señor Iglesias... (Lo que diga ahora os recomiendo que lo leáis como si estuviera presentando a un boxeador): El único capaz de decir sus discursos versión rap a capela; el único que puede jugar con un bolígrafo sin perder el hilo de su discurso; el único que puede repetir un palabra como 'nosotros' mil y dos veces sin que pierda su sentido, aunque luego lo pierde cuando cambia ese 'nosotros' por el 'yo-de-los-sillones' (todo junto), y el único que puede destruir uno de los últimos partidos con los que tenía esperanzas que se podían cambiar las cosas, y dejar a su candidato, el único que, para mí, realmente se merece la presidencia, en el puesto número cinco; total para quedar exactamente igual...
Ay, Pablo, Pablo... ¿Qué ha pasado? ¿Realmente te compensa alabar al gran Zapatero y hundir al gran Garzón para que tú, pequeño amigo, te quedes como estabas? El caso es que tu discurso me gusta... Por qué será; por qué será... ¡Ah sí! Porque mezcla un poquito de lo que antes era IU, aderezado con una ligera salsa de moderación, y todo ello puesto en un cuenco de la izquierda indecisa... Y aun así... ¿Te das cuenta de que si no fuera por las mareas, y por la injusta ley electoral, se demostraría lo que todo el mundo sabe, que Garzón es el mejor para liderar a la izquierda, y que hubiera sido él el que saldría a los escenarios y te atraería a ti bajo su protección para que no te sintieras solo, y no al revés?

De verdad que siento si estas palabras pueden ofender a alguien; mi objetivo aquí no es atacar de manera gratuita y sin razón de ser. Simplemente es que estas elecciones han sido el culmen del despropósito humano, y solamente encuentro esta forma de desahogarme:
Tengo miedo; lo he de confesar: lo que siento es una mezcla de rabia -como se puede deducir de todo lo anterior- y de miedo e impotencia: ¿Ahora qué va a pasar? La respuesta es la misma de hace unos meses; solo queda esperar, y seguir escribiendo y opinando, pero es que uno ya se cansa de tener una voz y que apenas se la escuche -como bien pueden comprender los partidos pequeños-; uno ya se cansa de que los que mandan solo piensen en su porvenir y su permanencia en esos grandes salones, a costa de la desesperación de los demás; uno ya se cansa de tener que escribir lo mismo una y otra vez cada poco tiempo, aunque jamás dejaré de decir lo que pienso, que prefiero hablarle a un sordo, que morir fingiendo ser mudo...

¡Por cierto! Ferreras, el pactómetro va ser el juego de este verano; bueno, en realidad, también lo será de este otoño y ya, a este paso, de Navidad: las cuentas no salen -¡mira! Irónicamente, igual que las del partido más votado-; y la situación es mucho peor, porque ahora Rajoy sí que pedirá investirse como Presidente, pero ni con abstención, ni con alianzas, va a formar un gobierno holgado; y la izquierda, ídem.
¿Un posible trío? Bueno, a ver, me da a mí que, en estos asuntos, todos los partidos son bastante tradicionales, y ninguno va a permitir compartir tanto el poder -además, es que no hay combinación posible-.

En definitiva, nos encontramos con menos dinero y más problemas... Me gustaría ponerme en la situación en la que están ellos; simplemente para comprobar si realmente es tan difícil ceder individualmente, para ayudar colectivamente; si realmente valen tanto los sillones, como para rechazarlos en pro del interés común; si de verdad cuesta tanto un cargo, como para olvidar todo lo prometido unos días antes, mientras echabas una partida de guiñote con unos ancianos, los cuales sí que saben lo que es la lucha real para conseguir lo que ahora unos cuantos tratan como simples juguetes de feria; si de verdad esto puede continuar como hasta ahora.

Precisamente ayer, volviendo, como ya he señalado, de entregar los votos de mi pueblo en la Diputación, escuché en la radio un comentario que me gustó, y que aportó una idea de la que ahora no me había detenido lo suficiente en pensar: los partidos políticos son meros instrumentos; en teoría, no dejan de ser los intermediarios entre lo que la sociedad demanda y, más importante, manda, y el Gobierno, que accede ahí porque el pueblo así lo ha querido, y al pueblo han de ir dirigidos los beneficios. Por supuesto, los ciudadanos tienen unos deberes, y unas obligaciones que cumplir, pero eso mismo también lo tiene el Gobierno.

Debemos abrir los ojos ante el devenir que estamos teniendo; siempre haciendo lo que cada uno piensa, cree y siente; pero también lo que cada uno piensa, cree y siente que es lo correcto para todos, no solo para uno mismo -hablo en todos los sentidos; sin concretar en nada-. La libertad es un derecho que no solo empieza y acaba en un voto, sino que continúa antes y después de las urnas: opinando; hablando; saliendo a las calles; siguiendo y mejorando las bases que ya dejaron generaciones anteriores, porque nosotros algún día seremos una generación anterior, y nuestros sucesores tendrán la opción de seguir nuestro modelo o rechazarlo; depende de nosotros.


Lo que ocurrió ayer no es normal, o quiero pensar que no lo es. Por mi parte, cedo la palabra al resto. Aunque amenazo con volver. Hasta dentro de seis meses.


GENERALIDADES

GENERALIDADES

Hace unos días no tenía pensado escribir ninguno de mis habituales..., digamos, comentarios; no por nada, sino precisamente por eso, por ser habituales, repetitivos: generales. Sometidos todos a la irreverente actualidad que repiten hasta la saciedad, con datos exhaustivos que nada nuevo aportan a lo dicho ya cuarenta veces antes de la última.

Sin embargo, hoy sí me he atrevido a ponerme en frente de un teclado, que muchas veces se me ha resistido; ante una pantalla en blanco y ante unas palabras que se unen casi sin pretenderlo: como una verdad que se resiste a aparecer, que me deja en blanco, sin saber qué decir, pero que se muestra imperante, porque es su deber.

De esta forma, no quiero que esto sea un "artículo" al uso; aunque finalmente sé que así será. Quiero que esto sea un consejo, una opinión que abra los ojos, si no han sido abiertos ya, y que, sobre todo, abra las bocas, las manos y los corazones de los lectores que se atrevan a continuar a partir de aquí y apliquen esto en sus vidas.

Y no encuentro un día mejor para hacerlo que el de las elecciones -elecciones generales-; pero tranquilos, no voy a hablar de política, o al menos no quiero hacerlo; de hecho, aquí estoy, encerrado en casa, observando cómo los demás votan nuevamente a los que nuevamente hacen las mismas promesas, ven al pueblo y hacen lo que deberían hacer durante 365 días, solo durante una semana. Aunque, no os apuréis, que, a pesar de todo, me he vencido a mí mismo, que pensaba que hoy solo iría a ver el recuento, y he ido a votar; y si he votado, no ha sido para ver cómo las urnas estaban medio vacías, sino porque, a pesar de perder la gran ilusión que era para mí hacer uso de los logros que la generación de mis abuelos consiguieron tras mucho luchar, quería precisamente ejercer esos mismos derechos, y no decepcionar a quienes lo lograron. Aunque realmente no tenía ningún otro motivo para ver unas mesas que veré dentro de otros seis meses: a la cuarta va la vencida; lo digo por mí, que en tras apenas cuatro elecciones en mi vida, ya me siento cansado, y, sobre todo, defraudado, cuando antes me sentía extasiado al ir a votar.

Me alegra mucho vivir en un país democrático -¡cómo no me va a alegrar!-; pero si no tengo a ningún candidato que represente lo que yo siento, no tengo a nadie para votar, y eso es muy deprimente… El color de mi sangre no ha cambiado, pero sus glóbulos al parecer sí. Y aun con todo he votado… Curioso, ¿verdad?; ¿os digo a quién he votado? A mi voz, a mi corazón; al arte de la verdad.

Claro que me da pena decir estas cosas; pero más pena me da el haber llegado a decirlas, y mucha más pena lo que diré a continuación, y que nada tiene que ver con esto, porque no quiero hablar de política; ni siquiera pretendo poner aquí lo mismo que hoy, mañana y todas las semanas siguientes van a decir y decir y decir y decir los numerosos "especiales" que harán en la televisión: me aburre ya la seducción política, y, sobre todo, me cansan los intereses de la televisión: me pregunto una cosa, ¿siempre ha sido así? Yo ya no me acuerdo de las mañanas, las tarde y las noches sin política... ¿Antes era igual? Lo pregunto en serio; no voy a hablar solo yo, si alguien quiere contestar, está en su derecho de expresar su opinión. ¿Cómo es posible que la televisión que ahora hace negocio de la corrupción, antes no investigara más, y nos lo hubiera revelado mucho antes, para ahorra mucho más dinero?

Pero bueno... ¡Se acabó! Ya he dicho que hoy no quiero hablar de nada de política, o, por lo menos, mi pretensión no es hacer el mismo artículo de siempre...

Y aún con todo, la verdad es que está muy relacionado esto último con lo que pretendo mostrar en este comentario, ya que la televisión habla de lo que quiere hablar y cuanto quiere hablar… ¡Faltaría más! Lo que ya incomoda es que decide lo que debemos debatir en cada momento, y cuando ve que ya cansa o ya no funciona televisivamente, pone fin; y si la en la caja tonta ya no hablan de eso, el pueblo ya no habla de eso: porque si hay un atentado, allí están los periodistas para comunicar la desgracia humana, eso sí, durante un par de días, luego ya nada; porque si hay guerra y refugiados, allí están los periodistas para hablar de humanidad y moral y respeto y de integridad, eso sí, durante un par de días, luego ya nada; porque si España se juega su futuro, hay que hablar de política y políticos hasta más no poder (40 años de dictadura, y después, Transición; 40 años de democracia, y tras las elecciones 12+1, ¿Transición? Porque yo solo veo a los mismos perros con distinto collar). Y me da la sensación de que esto también puede suponer una generalidad:

Como aragonés, y, mejor aún, como amante de la Historia, no puedo evitar empezar con una curiosidad -más que lección- histórica, acerca de por qué Cataluña o Valencia son Generalitat, y muchos no lo conocen: las generalidades eran impuestos que se establecieron en la Corona de Aragón para regular el tráfico, el comercio y el paso por las fronteras. Tal vez a estas alturas muchos de los que ya conocen este blog sepan por dónde van los tiros; sin embargo, vayamos por partes: me gustaría poner un simple ejemplo, que creo que en algún otro artículo ya lo he puesto, y refleja muy bien lo que trato de introducir: los países del Norte -de Europa, por supuesto, porque esto también supone una generalidad, al establecer un eurocentrismo del que no nos echan ni con fuego- han desarrollado la firme idea de que los países del Sur, del Mediterráneo, en definitiva, los PIGS, son más fiesteros y menos trabajadores que el vino que tiene Asunción, mientras que los países nórdicos trabajan de Sol a Sol, y jamás -¡jamás!- han probado la paella ni se han tirado de una ventana a la piscina del hotel, porque eso es de salvajes sureños.

Bien, en esa afirmación se establece una generalidad que quisiera desmentir, o por lo menos especificar, ya que un país en sí mismo no puede ser ni fiestero ni trabajador, ¿o acaso os imagináis a la Puerta de Brandenburgo picando piedra? ¿O que la Torre de Pisa está así porque tiene resaca? No. Establecer una visión sobre un país constituye decir que todo ese pueblo y su cultura entran dentro del mismo saco, sea bueno o malo; de esta forma, ni Inglaterra fue la principal ideóloga de la Leyenda Negra, por ejemplo, ni España fue una "asesina" por completo: dentro de cada uno de esos países hay "paisanos", es decir, muchos ingleses verían a España como un modelo idílico, y dentro de España también hubo muchos críticos contra sus actos, como Bartolomé de las Casas, uno de los primeros en señalar el mal que los españoles -no España- hacían en América.

Dentro de las generalidades hay individuos; personas que tienen su propia visión, su propia forma de actuar, sus propias discrepancias con el lugar en el que se encuentran: englobar a todos en uno supone un error.

Es ahora cuando ya puede hacer aparición la "actualidad"; es ahora cuando se supone que debería dedicar hojas y hojas a la política de los últimos días, pero no. Voy a dedicar mis esfuerzos en rememorar el terrible atentado de Bruselas, aunque no analizando pormenorizadamente los movimientos de los terroristas, la hora con los minutos y los segundos a la que detonaron las bombas -y digo bien: los informativos sacaron esta insulsa información cuando apenas analizan la vida de los parados, los sin techo o los refugiados-, etc., etc., etc.
En este sentido resultó irónico observar a muchas personas -que no todas- criticar a las televisiones por hablar el mismo día del atentado (es verdad que los días posteriores ya cansan) de lo ocurrido en Bruselas y quitar la programación habitual, llena de elementos intelectuales y que cultivan nuestro espíritu y nuestras mentes, al ver a jóvenes con más brazo y pecho que cabeza pelearse por un "trono" lleno de vergüenza, pero, eso sí, lleno de oportunidades, dinero y desnudos totalmente justificados en las revistas -sí; hablo de los que se quejaron en su momento por que Mujeres y Hombres y Viceversa fue cancelado para dar la noticia del atentado de Bruselas. Pero que nadie me critique por hacer esta crítica, porque seguramente a estas alturas ni siquiera se recordaba este atentado, y, además, es lógico que me queje de que haya gente que se preocupe más de modelitos insultantes que de un ataque contra la civilidad y la ética-.
En fin, dejando a un lado este tema, el atentado de Bruselas supone una deriva más en el descenso vertiginoso que la humanidad está viviendo, pero también lo es el que muchas personas miren hacia otro lado, hacia Oriente, para ver las causas íntegras de estos ataques, exculpando a Occidente de todo tipo de responsabilidad: efectivamente, Occidente es inocente, como también lo es Oriente; porque la geografía no mata. No son, en cambio, tan inocentes algunos -que no todos- occidentales como algunos orientales, ya que los primeros se metieron en el territorio de los segundos en busca de oro negro, y lo que pasara con los demás está de más, ¿verdad? ¡Claro! Ahora que hay guerra y destrucción allí, solo nos preocupamos de ello cuando ese terror se ciñe sobre nuestro territorio, mientras tanto giramos las cabezas y a dormitar.
Sé que esto supone generalizar, como también sé, o necesito saber, que no todos hacemos esto, y realmente nos preocupamos de estos asuntos, aunque ocurran mucho más lejos de lo que nos movemos habitualmente, pero eso es lo que caracteriza la solidaridad.


Bien, como os habréis fijado, estoy hablando de un asunto que ocurrió hace ya tres meses, demasiado tiempo para los debates televisivos, pero apenas es una milésima de segundo en la deriva humana.

Pero no va a ser el único de los asuntos que trate en este 26J, ni el único espacio ni tiempo que vaya a acercar nuevamente a nuestras ajetreadas memorias:
En este sentido, es algo totalmente normal que la gente se manifieste con lágrimas en los ojos en la Plaza de la Bolsa, en la Plaza de la República, en la Plaza del Sol o en la Zona 0; también es normal que en todos esos puntos y en todos esos momentos, distanciados temporal y espacialmente, coincidieran las peticiones de paz y humanidad; sin embargo, ¿es normal que pidamos paz y humanidad cuando no damos ejemplo? ¿Qué diferencia hay entre estos atentados y los que ocurren diariamente en las zonas de guerra? Varias diferencias: para empezar, estos atentados ocupan cuarenta especiales televisivos todos los días durante una semana; la guerra se menciona el primer día, tres segundos, con conexión especial, espacial, pero corta, y ya está. Para continuar, las personas que por estos atentados salen de sus casas para pedir paz y humanidad lo hacen porque quieren, no tienen ninguna obligación; sin embargo, las personas que sufren diariamente la guerra salen de sus casas porque no tienen otra opción, porque a lo mejor no tienen ni casa.

2290 kilómetros... Esa es la distancia entre la Plaza de La Bolsa e Idomeni, territorio del cual son innecesarias las explicaciones, aunque sí son obligatorias las justificaciones. ¿Parece mucho? No; apenas está a la vuelta de la esquina de Europa; de hecho, creo incluso que es Europa, ¿no? Pues al parecer es un punto negro para la humanidad, y dentro de poco esas personas serán expulsadas -¡expulsadas!- hacia Turquía, con un pacto que tal vez consiga que Turquía entre en Europa, pero, en cambio, Europa salga de la moral.
Diariamente mueren personas, ya no hablo de Oriente Medio, sino de los campamentos de refugiados; diariamente vemos cómo niños pierden su infancia, o su propia vida, con enfermedades arrastradas desde sus lugares de origen o infectándose en esos propios campamentos; diariamente vemos a los dirigentes europeos en reuniones en grandes palacetes, comiendo grandes banquetes, y firmando tratados de paz -¡Ja!- en mesas de marfil y cubiertas de oro. No voy a decir nada más.

¿Y ahora qué? Pues ahora más terrorismo, que lo único que consigue es que muchos europeos cambien de asunto de interés, olvidándose de los refugiados, así como conseguir la radicalización hacia el Islam: otra generalidad. Ninguna religión es mala; ninguna ideología es mala; ningún país es malo... Las personas somos las que cambiamos la visión de todos esos elementos:

Tanto el Islam como el Cristianismo rezan la paz y la colaboración, pero del mismo modo algunos cristianos hicieron Cruzadas contra los árabes, y ahora algunos árabes atacan a los occidentales. Europa no es la responsable del desprecio hacia los refugiados; Alemania tampoco... En cambio algunos de la Comunidad Europea, así como la líder alemana, sí que son los culpables; pero no por ello debemos odiarnos y despreciarnos, con un odio generalizado que acabará por destruirnos.

Me resulta muy curioso cómo en los especiales televisivos dramatizan, casi cortándose las venas, tachando de fin del mundo algunas noticias, mientras estas otras las dejan para cerrar los informativos y desea "muy buenos días". Últimamente es el tema del 'brexit', que ligado con lo de los atentados y el populismo emergente, suponen el declive de Europa, la fractura del continente, el fin de la humanidad.
Me resulta interesante ver cómo dedican tanta pena a que Inglaterra salga de Europa, algo que, sincera e históricamente, se veía venir, ya que nunca le ha hecho mucho gozo que hubiera alguien por encima de ella diciéndole lo que debían hacer, a no ser que fuera ella la que se encontraba en el trono superior; y mientras, en la esquina del continente ni siquiera escuchamos a otro país que está deseando entrar y disfrutar de lo que para algunos sí que es un auténtico Paraíso -no voy a opinar sobre ello-; un país lleno de esperanza, aun cuando no ven motivos para ello; un país lleno de ilusión, aun cuando la luz se les apaga... En definitiva, el país de los refugiados nos habla, y nosotros preferimos callar...

Las generalidades que estamos estableciendo territorial y emocionalmente son una humillación: las fronteras que se han impuesto en Europa son odiosas, como también estos odios con los que nos estamos relacionando. Pero a nivel individual también son demasiadas las generalidades, en nuestra memoria, como he tratado de recordar; en nuestro corazón, como he tratado de enseñar; en nuestro silencio, como he tratado de decir; en nuestros actos, como debemos empezar a hacer…

Os voy a pedir una última cosa: pensad; simplemente, pensad, y, lo más importante, pensad por vosotros mismo. Por eso yo no quería votar, porque siento vergüenza de la política -que no de todos los políticos-, que nos dan lecciones; que nos piden que nos movilicemos, pero luego ellos no se moverán, y el sacrificio lo hacemos, y lo haremos, nosotros, mientras piensan solo en haber quién le toca el sillón; que nos piden que reflexionemos la jornada anterior, mientras que el resto de días simplemente acatemos lo dicho... Pero no; yo prefiero pasarme estos días escribiendo esto, y reflexionar el resto del año. Reflexionad; no solo de la política o de la mediocracia; reflexionad sobre todo; sobre si lo que habéis leído hasta ahora -y pido sinceramente disculpas si he cometido algún fallo, he podido ofender a alguien o ha decepcionado a alguien-, tanto en este blog como en cualquier otro sitio, coincide con lo que creéis, o lo que queréis; decid si lo dicho es correcto o falso... Da igual; lo importante es que aportéis vuestra opinión, y no os quedéis jamás callados. No permitáis que os digan qué pensar, qué hacer, o qué sentir; parece obvio, pero ya no podemos estar seguros de lo que es una idea propia o impuesta. Aunque sí sé que esta ha nacido de mí, y os la cedo a los demás: no pongamos generalidades... ¡Rompámoslas!

Elegía epistolar

Elegía epistolar

Querer, poder y hacer son verbos nobles, pero de difícil parecer; cada uno de ellos tira para casa, dejando un caos en el que, al final, se pretende el primero, se intenta el segundo y apenas, a veces, se llega al tercero. En fin, voy a dejarme de giros, vueltas y demás desconcierto y os confesaré el porqué de estos lamentos:

Aspiraba, tras el trabajo de estos últimos meses -todo y todos nos hemos sometido a algún que otro examen-, realizar un análisis, mejor dicho, hacer el análisis concreto y completo de la realidad que veo, pero no entiendo; pero no he podido, me he visto incapaz. Por ello, he preferido dejar mi voz en manos de una carta que recientemente he encontrado entre hojas y libros, y con la que estoy tan conforme y unido, que hablará mejor que esta boca mía tan confusa y desconcertada:

<<  Vida y paz, querida amiga:
Lástima que haya tardado tanto en mandarte estos pensamientos míos, para nada temporales, y del todo pesares. Siento que estas líneas lleguen tarde, y duren poco en nuestro recuerdo, pero las creía necesarias desde hacía mucho tiempo, porque ya llevaba mucho esperando contestar a todos los mensajes que has hecho llegar.
Aprovecho este breve remanso de paz en el que ahora mismo me encuentro para volver a dialogar contigo, aunque realmente nunca hemos dejado de estar en contacto. Para empezar tengo que decirte que este mundo cada vez me parece que es una obra que, en un primer momento parecía una buena idea, pero conforme pasa el tiempo, el argumento va perdiendo esencia, originalidad, protagonistas heroicos (los verdaderos héroes están quedando en un injustificable segundo plano), enseñanzas...; en definitiva, esta Historia ha perdido casi toda su alma. Ya no sabemos de dónde venimos, dónde estamos o a dónde vamos, aunque este último mejor que no lo sepamos, para no abandonar la partida antes de hora. Te pongo un ejemplo para que veas la decadencia a la que hemos sido capaces de llegar, y con el que quiero que observes lo que ya sabes -eres más sabia que nada-: aquí sentado, cubriéndome la luz de la mañana que entra por mi pequeña ventana, y dejándome la mitad del papel a oscuras y la otra mitad del papel elegantemente iluminado, me imagino una tierna pareja; un matrimonio de jubilados cuyo único entretenimiento es estar la una junto al otro, y el otro junto a la una, viendo, oyendo, observando; sintiéndose totalmente libres. En ese momento, se les cruza la idea de aprovecharse de los nuevos avances que en su juventud no había, y ver qué ponen hoy en aquel aparato que reina la habitación desde su elevada posición. Es ahí cuando comienza el mayor drama, pero también la más divertida escena que puede haber hoy en día; los medios, a cualquier hora y en cualquier lugar, saben cuáles son los dos elementos claves con los que consiguen el control de la masa y su poder sobre ellos; dos elementos que causan la disputa entre una pareja que no ha discutido por nada en sus bodas de oro juntos: por un lado las programas en los que sus protagonistas apenas saben cómo se escribe la palabra 'universidad', y que ganan ingentes cantidades de dinero por su cara bonita -nunca peor dicho-; y, por el otro lado, la seducción política.
De ellas, únicamente es la política la que considero una verdadera profesión; aunque no sé si desertar de este convencimiento que, cada vez más, me está dejando desalentado. Aún sigo sin entender el por qué nos comportamos como nos comportamos; es decir, un griego dijo -creo que alguna vez ya me has hecho decirlo- que éramos animales políticos, y el resto de los pueblos, por contradecirle, han encontrado mil y dos formas de conseguir que, de esa cita, solo tenga sentido la palabra 'a.....'. A pesar de todo, sí es cierto que se está demostrando ese pensamiento, porque ahora todo el mundo es político, ve la política y quiere participar de ella -profesionalmente hablando, me entiendes-; algo noble. Pero, aún con todo, me da la sensación de que lo que dicen ya me suena de algo; como si sus palabras ya las hayan dicho otras personas. Se oye mucho la palabra cambio; sin embargo, a esta situación solo le veo la palabra nuevo. Estarás de acuerdo conmigo en que 'nuevo' no es lo mismo que 'cambio'. 
El otro día un gran amigo me confirmó todo esto: Walt, el americano que tú también conoces, puesto que, sabiamente, te gusta mucho rodearte de los poetas, algo que no te agradeceré nunca lo suficiente, me confesó, en una conversación personal e intransferible -aunque recomendada-, opiniones, sentimientos y palabras de las que ya él era pionero, como nación o casta. Pero a él no se le recuerda -al menos no lo suficiente-; no sé por qué lo nuevo habla sin cambiar la voz, pero es escuchado con más fervor que lo que siempre ha estado a nuestro lado. No sé. Siento agobiarte con estas locuras. Lo siento, si te he ofendido. Pero es que no entiendo muchas cosas; lo peor de todo es que no sé si las quiero entender, o si ya las entiendo, pero prefiero vivir en la ignorancia. Ahora que digo esto, voy a rectificar, ya que sí que es cierto que, aunque seguimos siendo ignorantes en el fondo, lo somos cada vez menos, y es debido a una paradójica contradicción: es precisamente debido al egoísmo de unos pocos, que se lucran vendiendo la política como un espectáculo con el que ganar audiencia, gracias a lo que ahora, repito, ¡ahora!, nos preocupamos de lo que nunca debimos dejar de vigilar, que es de la política y los políticos. Tarde nos dimos cuenta de muchas cosas, y en el fondo conocíamos ya esa 'cara b' que tiene la política. Toda la política del mundo tiene un lado en la sombra, con diferencias insondables entre cada territorio; lo que cambia en cada país es la forma en la que actúan los de dentro, los de fuera y los de los alrededores.
Es por ello por lo que hay cosas que, ya no es que no las entienda, sino que lo que no entiendo es cómo seguimos actuando del mismo modo una y otra vez; lo vemos, lo sentimos, lo volvemos a ver, lo volvemos a sentir, y, aún con todo, seguimos siendo los mismos ante esas...; no sé cómo catalogarlo. Tengo que decir que me gusta mucho cómo se utiliza tanto esa famosa frase de "la vida es como una caja de bombones...". Personalmente, no estoy de acuerdo con lo que su autor quería decir con ella: yo tengo otro concepto de la vida; aunque voy a suavizarlo un poco... Ya sabes que me gusta dar muchos rodeos, para luego no decir nada; pero creo que en el fondo digo lo que digo diciendo lo que quiero y como lo quiero decir, que no es poco:

Para mí la vida no es ninguna caja de bombones, ni de ningún dulce (¡para nada!); la vida se me asemeja mucho a la Navidad. Pensarás que me he vuelto loco, y ya sabes que uno nace, no se hace; pero es cierto: la Navidad es breve, pero intensa; durante un breve período de tiempo estamos festejando junto con nuestros seres queridos -y gente que vamos conociendo a lo largo de aquellos días tan alegres-, sin importarnos nada más, a pesar de que, toda esa luz, oculta un precio muy alto por vivir tanta felicidad; aun con todo, nos sabe a poco.
A ello cabe sumarle algo más, y es que hay otro paralelismo que me gustaría hacerte, y que no se distancia mucho en el tiempo y en la certeza que el anterior: la tan apreciada y buscada fama, que dirige los movimientos del ser humano en este nuevo panorama visual, siempre se ha reducido a 15 minutos (una frase famosa y conocida por todos). De esos minutos de fama, deriva cierto prestigio y, por qué no decirlo, poder. Bien, en este sentido, a mi modo de ver, gestionamos este afán de poder tal y como si fuésemos esos niños que fuimos, cuando nos levantamos la mañana de Reyes y encontramos los regalos que tanto habíamos ansiado desde la semana anterior cuando aparecieron por primera vez en..., en efecto, en los medios de comunicación. Y, ¿qué hacemos con esos juguetes? Ya lo sabes: aborrecerlos. Los cogemos con un fervor injustificado durante las primeras horas, incluso, por ser generoso, los primeros días, y después, nada... Nada.
Del mismo modo pasa con la fama, con el poder...; con nuestros sentimientos y nuestras palabras -somos tan predecibles, que aun presintiendo lo que el resto va a hacer, lo dejamos pasar inadvertido, cayendo una y otra vez en un error interminable... La vida, en sí no es dura, ¡la hacemos nosotros así!-. De tanto repetir lo mismo una y otra vez, aunque sean cosas que ya hemos oído, pero como parece que lo dice de una manera nueva -que no cambiada- le hacemos más caso, pierden el sentido -¿Nunca te ha pasado? Sí; prueba a decir tu nombre varias veces seguidas y ya verás. Muchas veces oigo tu nombre, y varias veces seguidas, y casi sin darme cuenta me evado de la situación. Te tengo tanto cariño, que detesto cómo te tratan los demás-. Volviendo al tema, que ya no sé lo que digo -espero que no te esté agobiando, ni mucho menos hacer perder tu tiempo... Estás siempre tan ocupada...-, escucho, de manera muy rápida en el tiempo, cambios: cambios en el tono, cambios en el mensaje, cambios en el sentido -esto sí que son cambios; aunque ahora ya no es nada nuevo-. Así somos los humanos; no sé de qué me extraño. Tantas veces decimos por los demás, cuando nos estamos mirando a nosotros mismos; tantas veces se dice "nosotros pedimos", y al poco rectifican a "yo quiero" -¡y encima nadie dice nada!-. Solo pensamos en una cosa: poder; sin embargo, a veces pienso que, en ocasiones, los que no tienen el poder pueden quitar poder a quien sí lo posee, sin necesidad de tenerlo realmente. Pero, claro, se está mejor sujetando el cetro, ¿verdad? Hablando de esto, me viene a la cabeza alguna que otra conversación pasada contigo, en la que llegué a una conclusión. No sé si te acordarás; la de que la humanidad no es monárquica o republicana. No. Y no lo es porque todos -voy a dejarlo es un simple 'casi todos', porque alguno habrá, para no perder la esperanza, que realmente sea humilde y luchador- desean ser emperadores, mientras el resto, pobres bufones, títeres sujetos a los eternos hilos de la mentira y el teatro (el teatro negativo, el falso; el verdadero teatro es lo más bello que se ha podido crear, porque de él se aprende; del otro solo se deriva a la involución) cavamos las fosas en las que siempre caemos, caeremos y acabaremos.
¿Cómo es posible que seamos tan predecibles? Y más aún, ¿cómo es posible que aún podamos ser tan ciegos, de ver injusticias, penurias, robos y muchos más etcéteras, y, a pesar de todo, se siga manteniendo todo esto? Y más aún, ¿Cómo es posible que al ver todas estas barbaridades no nos pongamos enfermos al instante, como el que ve morir a alguien, que, en ocasiones, es eso? ¿Será por costumbre, o al revés, por falta de costumbre de realmente cambiar? ¿Nos habremos vuelto conformistas? ¿El mundo, por completo, se habrá vuelto...? Solo nosotros podemos contestar a todo eso. Pero, ¿sabes qué te digo? La Historia no la escriben los vencedores. ¡Gran mito y necedad! La Historia la escriben los historiadores; el resto que se escriba son historietas, es decir, opiniones. Los que ganan escriben, pero también los que pierden; los fuertes escriben, pero también los débiles; los que tienen la llave del palacio, y ansían vivir en él, escriben; los que trabajan en el gallinero, sin quejarse y con la conciencia tranquila, escriben... Todo es cierto; y te digo más: que el mundo escriba, el mundo entero, pero que también lean; que ese bagaje pasado no se pierda, que es nuestro futuro. Hay que aprender de los errores, y de las victorias (depende de quién las escriba, ¿no?)... Que aumenten las ganas de aprender, y luego ya las de querer ser.
Puede que me equivoque; por desgracia, sabes que no del todo. Solo nos queda reír en estas situaciones de lágrima fácil.
Mi anhelada amiga, nunca te había visto tan ocupada; rodeada de tanta y tanta gente... Conoces a casi todo el mundo, y todo el mundo te conoce a ti; otra cosa es que estén o no contigo..., intencionadamente quiero decir.
Espero que nuestra hermandad sea por siempre, eterna... A título personal casi te lo exijo. Deseo que puedas liberarte de tanta carga como sé que tienes en estos momentos; realmente lo deseo, por el bien de todos. Y espero que esta, tan esperada conversación, se repita más a menudo; pero en nuestra querida soledad, viéndonos cara a cara, como solo nosotros podemos vernos. Siento si en algún momento me he excedido, pero necesitaba desahogarme con quien he pactado mi amistad, mi pasión... Mi vida.
Sin más, porque nada más tengo...
                                                    Siempre -espero- tuyo,
                                                                           El respondedor.

P.D.: Tal vez suene contradictorio -es deformación de esta que ya hago mi profesión-, pero, aunque siempre te digo, Locura, que eres lo único que me mantiene cuerdo, ello lo digo por mí; el mundo podría, y debería, considerarte más y tenerte menos.

Vida y paz, hermana. >>