TORTASSO

TORTASSO

Supongo, porque yo ya no sé nada con certeza... Supongo, decía, que no seré ni el primero ni el último que califique de este modo las que fueron, en mi opinión, las elecciones más raras y con menos sentido que he tenido la desgracia de presenciar -y de pagar-.

Si ayer no hablé, o no dije lo suficiente que podía haber dicho, de la política española, hoy sí voy a dejar libre mi opinión; hoy sí que me voy a explayar y me voy a desquitar de lo lindo:

Para empezar un único dato: 130 millones; en realidad, un poco más. Eso es lo que nos ha costado la gracia de repetir las elecciones; total, ¿para qué? ¡Si estamos igual!... ¡Incluso peor!

El resultado de ayer fue desastroso; es el único adjetivo con el que puedo calificar lo que anoche pude vivir: después de llevar los resultados de las elecciones de mi pueblo a la capital provincial -algún día contaré esta historia-, volví a casa con ganas de meterme en la cama, para ver si esta mañana me despertaba y todo había sido una terrible pesadillas... En efecto, no solo no pude conciliar el sueño, sino que la pesadilla fue real, lo sigue siendo y lo será, porque lo que nos espera a partir de ahora, pase lo que pase, va a ser mucho peor de lo que podíamos tener hacer seis meses, y es que no hace falta ser analista político, ni periodista experimentado; ni siquiera hace falta ser un pobre bocazas que habla, sin saber, de todo lo que sucede a su alrededor -¡presente!-, para darse cuenta de que lo de ayer, además de no tener nada de sentido, y lo digo bajo mi punto de vista -aunque llevo gafas, a lo mejor alguno me puede corregir si es que me equivoco... O no-, va a ser como comprarse una máquina de hacer deporte: hemos pagado por algo que, o bien va a quedarse en un rincón cogiendo polvo, hasta dentro de seis meses que acaba la garantía y la devolvemos para volver a comprarnos otra cosa, o peor aún, la vamos a dejar en medio del salón -en este caso, del salón de la Moncloa- para recordarnos todos los días que tenemos que usarla, y será un estorbo con el que nos tropezaremos continuamente, y que tendremos que aguantar hasta el fin de los días.
Lo que sí es innegable es que Rajoy ha vuelto a ganar... Parémonos un momento; esperad... Disculpadme, pero es que necesito un poco de aire para repetir esto, y analizar con calma lo que voy a decir: Rajoy... No solo ha ganado... Porque... Es indiscutible... Nuestro, aún, Presidente... ¡Ha obtenido 14 escaños más! ¡14! ¡Pero es que eso es posible!

Yo puedo llegar a entender lo que algún profesor mío siempre nos había explicado, y es que la derecha, a diferencia de la izquierda, es mucho menos heterogénea, y su sector de votación es siempre el mismo. Con todo ello, puedo llegar a comprender, aun con mucho esfuerzo y mucha pena, que haya gente que vote las políticas del PP, y le parezcan correctas las medidas, digamos, no sé, abominables (¿se puede decir esto en horario infantil, no? Porque lo que tenía en mente era mucho peor); incluso podría mi débil y alocada razón entender que los que han votado al PP lo hacen por temor a una coleta viviente. Pero de ahí, a que haya gente, ¡mucha gente!, que ha votado, hasta para 14 escaños nuevos, a un partido que tiene corrupción hasta en los despachos anticorrupción... No puedo; es que eso es admitir que España no tiene futuro, y eso a mi edad es como quedarse sentado a ver pasar el huracán.

Pero si es que sé que en estas últimas elecciones votaron 200.000 nuevos jóvenes, pero según la maravillosa y excitante ley D'Hont -este hombre debió ser el cuñado de algún político, porque si no, no lo entiendo- apenas obtendría 4 escaños más, y eso suponiendo que todos esos nuevos votantes entregaran su primera papeleta a Rajoy, lo cual dudo, y no por nada, sino porque dudo que entre un gran número, como es ese, sea todo homogéneo, y habrá jóvenes que no comulguen con las ideas, poco colaboradoras en materia educativa y cultural, del señor Presidente que, por el momento, aún sigue siendo en funciones: este hombre con la tontería, y sin hacer nada en estos seis meses, salvo bailar bachata, merengue o lo que quiera Dios sea esa nueva música -¡de ahí vendrán los nuevos electores!- se va a pasar una legislatura en funciones. ¿Os imagináis cuatro años con una España en funciones? En plan, una motosierra de estas que se tira de una cuerda para ponerla en funcionamiento y no arranca, no arranca, no arranca... Pues igual.
En fin, disculpad por este arrebato -¡el arrebato también sería mejor Presidente!- de locura momentánea, pero cada vez estoy peor. Pero es que la situación tampoco me lo pone fácil para recobrar la cordura (si es que alguna vez la tuve): yo también vi a Rajoy en El Hormiguero, y -Dios me perdone por lo que voy a confesar- yo también me reí con él... Jamás pensé que iba a decir esto, pero lloré de risa con Rajoy. Pero eso tampoco justificaría este gran crecimiento, porque a mí como persona me pareció un tipo simpático, divertido, afable. ¡Pero ya está! Ahí se queda todo; como político no le votaría, aun habiendo pasado un rato agradable, porque no tendría sentido que alguien vota a una persona solo porque le cae bien. A mí me caen muchos políticos muy bien, pero no comparto su ideología; o me caen bien, comparto su ideología, pero, por otras muchas razones, han quedado secuestrados bajo la influencia de no sé quién, y tampoco les voto.

Hablando de esto, y cerrando ya el capítulo de nuestro futuro Presidente, entremos en ese maravilloso mundo que es la izquierda, izquierda-moderada, izquierda-extremista, socialdemocracia... Nunca me han gustado las etiquetas; ¡las detesto! Y, sobre todo, en política. Por ello, de lo que vamos a hablar es del PSOE y de Unidos Podemos, y punto:
Sin lugar a dudas el PSOE, junto con Ciudadanos, fueron los partidos más perjudicados de estas elecciones. Ambos perdieron escaños, y, sin defender a nadie, desde un punto neutral, una pregunta: ¿cómo es posible que los únicos que trataron de cocinar la tarta, ahora hayan perdido parte del pastel? Sí que es cierto que los discursos de Pedro Sánchez y Albert Rivera eran aburridos hasta más no poder, siempre con los mismos temas, y el mismo perjudicado, Pablo Iglesias... Un consejo: si, por un casual, me estáis leyendo: señor Sánchez, señor Rivera, el gazpacho, frío, y para lanzarle pullitas a Pablo Iglesias no hace falta sacar siempre Venezuela y el populismo, y tal y tal, que yo también me meto con él, y, si no me falla la memoria, jamás he mencionado esos temas...

Y sacando estos temas, vamos con el señor Iglesias... (Lo que diga ahora os recomiendo que lo leáis como si estuviera presentando a un boxeador): El único capaz de decir sus discursos versión rap a capela; el único que puede jugar con un bolígrafo sin perder el hilo de su discurso; el único que puede repetir un palabra como 'nosotros' mil y dos veces sin que pierda su sentido, aunque luego lo pierde cuando cambia ese 'nosotros' por el 'yo-de-los-sillones' (todo junto), y el único que puede destruir uno de los últimos partidos con los que tenía esperanzas que se podían cambiar las cosas, y dejar a su candidato, el único que, para mí, realmente se merece la presidencia, en el puesto número cinco; total para quedar exactamente igual...
Ay, Pablo, Pablo... ¿Qué ha pasado? ¿Realmente te compensa alabar al gran Zapatero y hundir al gran Garzón para que tú, pequeño amigo, te quedes como estabas? El caso es que tu discurso me gusta... Por qué será; por qué será... ¡Ah sí! Porque mezcla un poquito de lo que antes era IU, aderezado con una ligera salsa de moderación, y todo ello puesto en un cuenco de la izquierda indecisa... Y aun así... ¿Te das cuenta de que si no fuera por las mareas, y por la injusta ley electoral, se demostraría lo que todo el mundo sabe, que Garzón es el mejor para liderar a la izquierda, y que hubiera sido él el que saldría a los escenarios y te atraería a ti bajo su protección para que no te sintieras solo, y no al revés?

De verdad que siento si estas palabras pueden ofender a alguien; mi objetivo aquí no es atacar de manera gratuita y sin razón de ser. Simplemente es que estas elecciones han sido el culmen del despropósito humano, y solamente encuentro esta forma de desahogarme:
Tengo miedo; lo he de confesar: lo que siento es una mezcla de rabia -como se puede deducir de todo lo anterior- y de miedo e impotencia: ¿Ahora qué va a pasar? La respuesta es la misma de hace unos meses; solo queda esperar, y seguir escribiendo y opinando, pero es que uno ya se cansa de tener una voz y que apenas se la escuche -como bien pueden comprender los partidos pequeños-; uno ya se cansa de que los que mandan solo piensen en su porvenir y su permanencia en esos grandes salones, a costa de la desesperación de los demás; uno ya se cansa de tener que escribir lo mismo una y otra vez cada poco tiempo, aunque jamás dejaré de decir lo que pienso, que prefiero hablarle a un sordo, que morir fingiendo ser mudo...

¡Por cierto! Ferreras, el pactómetro va ser el juego de este verano; bueno, en realidad, también lo será de este otoño y ya, a este paso, de Navidad: las cuentas no salen -¡mira! Irónicamente, igual que las del partido más votado-; y la situación es mucho peor, porque ahora Rajoy sí que pedirá investirse como Presidente, pero ni con abstención, ni con alianzas, va a formar un gobierno holgado; y la izquierda, ídem.
¿Un posible trío? Bueno, a ver, me da a mí que, en estos asuntos, todos los partidos son bastante tradicionales, y ninguno va a permitir compartir tanto el poder -además, es que no hay combinación posible-.

En definitiva, nos encontramos con menos dinero y más problemas... Me gustaría ponerme en la situación en la que están ellos; simplemente para comprobar si realmente es tan difícil ceder individualmente, para ayudar colectivamente; si realmente valen tanto los sillones, como para rechazarlos en pro del interés común; si de verdad cuesta tanto un cargo, como para olvidar todo lo prometido unos días antes, mientras echabas una partida de guiñote con unos ancianos, los cuales sí que saben lo que es la lucha real para conseguir lo que ahora unos cuantos tratan como simples juguetes de feria; si de verdad esto puede continuar como hasta ahora.

Precisamente ayer, volviendo, como ya he señalado, de entregar los votos de mi pueblo en la Diputación, escuché en la radio un comentario que me gustó, y que aportó una idea de la que ahora no me había detenido lo suficiente en pensar: los partidos políticos son meros instrumentos; en teoría, no dejan de ser los intermediarios entre lo que la sociedad demanda y, más importante, manda, y el Gobierno, que accede ahí porque el pueblo así lo ha querido, y al pueblo han de ir dirigidos los beneficios. Por supuesto, los ciudadanos tienen unos deberes, y unas obligaciones que cumplir, pero eso mismo también lo tiene el Gobierno.

Debemos abrir los ojos ante el devenir que estamos teniendo; siempre haciendo lo que cada uno piensa, cree y siente; pero también lo que cada uno piensa, cree y siente que es lo correcto para todos, no solo para uno mismo -hablo en todos los sentidos; sin concretar en nada-. La libertad es un derecho que no solo empieza y acaba en un voto, sino que continúa antes y después de las urnas: opinando; hablando; saliendo a las calles; siguiendo y mejorando las bases que ya dejaron generaciones anteriores, porque nosotros algún día seremos una generación anterior, y nuestros sucesores tendrán la opción de seguir nuestro modelo o rechazarlo; depende de nosotros.


Lo que ocurrió ayer no es normal, o quiero pensar que no lo es. Por mi parte, cedo la palabra al resto. Aunque amenazo con volver. Hasta dentro de seis meses.


GENERALIDADES

GENERALIDADES

Hace unos días no tenía pensado escribir ninguno de mis habituales..., digamos, comentarios; no por nada, sino precisamente por eso, por ser habituales, repetitivos: generales. Sometidos todos a la irreverente actualidad que repiten hasta la saciedad, con datos exhaustivos que nada nuevo aportan a lo dicho ya cuarenta veces antes de la última.

Sin embargo, hoy sí me he atrevido a ponerme en frente de un teclado, que muchas veces se me ha resistido; ante una pantalla en blanco y ante unas palabras que se unen casi sin pretenderlo: como una verdad que se resiste a aparecer, que me deja en blanco, sin saber qué decir, pero que se muestra imperante, porque es su deber.

De esta forma, no quiero que esto sea un "artículo" al uso; aunque finalmente sé que así será. Quiero que esto sea un consejo, una opinión que abra los ojos, si no han sido abiertos ya, y que, sobre todo, abra las bocas, las manos y los corazones de los lectores que se atrevan a continuar a partir de aquí y apliquen esto en sus vidas.

Y no encuentro un día mejor para hacerlo que el de las elecciones -elecciones generales-; pero tranquilos, no voy a hablar de política, o al menos no quiero hacerlo; de hecho, aquí estoy, encerrado en casa, observando cómo los demás votan nuevamente a los que nuevamente hacen las mismas promesas, ven al pueblo y hacen lo que deberían hacer durante 365 días, solo durante una semana. Aunque, no os apuréis, que, a pesar de todo, me he vencido a mí mismo, que pensaba que hoy solo iría a ver el recuento, y he ido a votar; y si he votado, no ha sido para ver cómo las urnas estaban medio vacías, sino porque, a pesar de perder la gran ilusión que era para mí hacer uso de los logros que la generación de mis abuelos consiguieron tras mucho luchar, quería precisamente ejercer esos mismos derechos, y no decepcionar a quienes lo lograron. Aunque realmente no tenía ningún otro motivo para ver unas mesas que veré dentro de otros seis meses: a la cuarta va la vencida; lo digo por mí, que en tras apenas cuatro elecciones en mi vida, ya me siento cansado, y, sobre todo, defraudado, cuando antes me sentía extasiado al ir a votar.

Me alegra mucho vivir en un país democrático -¡cómo no me va a alegrar!-; pero si no tengo a ningún candidato que represente lo que yo siento, no tengo a nadie para votar, y eso es muy deprimente… El color de mi sangre no ha cambiado, pero sus glóbulos al parecer sí. Y aun con todo he votado… Curioso, ¿verdad?; ¿os digo a quién he votado? A mi voz, a mi corazón; al arte de la verdad.

Claro que me da pena decir estas cosas; pero más pena me da el haber llegado a decirlas, y mucha más pena lo que diré a continuación, y que nada tiene que ver con esto, porque no quiero hablar de política; ni siquiera pretendo poner aquí lo mismo que hoy, mañana y todas las semanas siguientes van a decir y decir y decir y decir los numerosos "especiales" que harán en la televisión: me aburre ya la seducción política, y, sobre todo, me cansan los intereses de la televisión: me pregunto una cosa, ¿siempre ha sido así? Yo ya no me acuerdo de las mañanas, las tarde y las noches sin política... ¿Antes era igual? Lo pregunto en serio; no voy a hablar solo yo, si alguien quiere contestar, está en su derecho de expresar su opinión. ¿Cómo es posible que la televisión que ahora hace negocio de la corrupción, antes no investigara más, y nos lo hubiera revelado mucho antes, para ahorra mucho más dinero?

Pero bueno... ¡Se acabó! Ya he dicho que hoy no quiero hablar de nada de política, o, por lo menos, mi pretensión no es hacer el mismo artículo de siempre...

Y aún con todo, la verdad es que está muy relacionado esto último con lo que pretendo mostrar en este comentario, ya que la televisión habla de lo que quiere hablar y cuanto quiere hablar… ¡Faltaría más! Lo que ya incomoda es que decide lo que debemos debatir en cada momento, y cuando ve que ya cansa o ya no funciona televisivamente, pone fin; y si la en la caja tonta ya no hablan de eso, el pueblo ya no habla de eso: porque si hay un atentado, allí están los periodistas para comunicar la desgracia humana, eso sí, durante un par de días, luego ya nada; porque si hay guerra y refugiados, allí están los periodistas para hablar de humanidad y moral y respeto y de integridad, eso sí, durante un par de días, luego ya nada; porque si España se juega su futuro, hay que hablar de política y políticos hasta más no poder (40 años de dictadura, y después, Transición; 40 años de democracia, y tras las elecciones 12+1, ¿Transición? Porque yo solo veo a los mismos perros con distinto collar). Y me da la sensación de que esto también puede suponer una generalidad:

Como aragonés, y, mejor aún, como amante de la Historia, no puedo evitar empezar con una curiosidad -más que lección- histórica, acerca de por qué Cataluña o Valencia son Generalitat, y muchos no lo conocen: las generalidades eran impuestos que se establecieron en la Corona de Aragón para regular el tráfico, el comercio y el paso por las fronteras. Tal vez a estas alturas muchos de los que ya conocen este blog sepan por dónde van los tiros; sin embargo, vayamos por partes: me gustaría poner un simple ejemplo, que creo que en algún otro artículo ya lo he puesto, y refleja muy bien lo que trato de introducir: los países del Norte -de Europa, por supuesto, porque esto también supone una generalidad, al establecer un eurocentrismo del que no nos echan ni con fuego- han desarrollado la firme idea de que los países del Sur, del Mediterráneo, en definitiva, los PIGS, son más fiesteros y menos trabajadores que el vino que tiene Asunción, mientras que los países nórdicos trabajan de Sol a Sol, y jamás -¡jamás!- han probado la paella ni se han tirado de una ventana a la piscina del hotel, porque eso es de salvajes sureños.

Bien, en esa afirmación se establece una generalidad que quisiera desmentir, o por lo menos especificar, ya que un país en sí mismo no puede ser ni fiestero ni trabajador, ¿o acaso os imagináis a la Puerta de Brandenburgo picando piedra? ¿O que la Torre de Pisa está así porque tiene resaca? No. Establecer una visión sobre un país constituye decir que todo ese pueblo y su cultura entran dentro del mismo saco, sea bueno o malo; de esta forma, ni Inglaterra fue la principal ideóloga de la Leyenda Negra, por ejemplo, ni España fue una "asesina" por completo: dentro de cada uno de esos países hay "paisanos", es decir, muchos ingleses verían a España como un modelo idílico, y dentro de España también hubo muchos críticos contra sus actos, como Bartolomé de las Casas, uno de los primeros en señalar el mal que los españoles -no España- hacían en América.

Dentro de las generalidades hay individuos; personas que tienen su propia visión, su propia forma de actuar, sus propias discrepancias con el lugar en el que se encuentran: englobar a todos en uno supone un error.

Es ahora cuando ya puede hacer aparición la "actualidad"; es ahora cuando se supone que debería dedicar hojas y hojas a la política de los últimos días, pero no. Voy a dedicar mis esfuerzos en rememorar el terrible atentado de Bruselas, aunque no analizando pormenorizadamente los movimientos de los terroristas, la hora con los minutos y los segundos a la que detonaron las bombas -y digo bien: los informativos sacaron esta insulsa información cuando apenas analizan la vida de los parados, los sin techo o los refugiados-, etc., etc., etc.
En este sentido resultó irónico observar a muchas personas -que no todas- criticar a las televisiones por hablar el mismo día del atentado (es verdad que los días posteriores ya cansan) de lo ocurrido en Bruselas y quitar la programación habitual, llena de elementos intelectuales y que cultivan nuestro espíritu y nuestras mentes, al ver a jóvenes con más brazo y pecho que cabeza pelearse por un "trono" lleno de vergüenza, pero, eso sí, lleno de oportunidades, dinero y desnudos totalmente justificados en las revistas -sí; hablo de los que se quejaron en su momento por que Mujeres y Hombres y Viceversa fue cancelado para dar la noticia del atentado de Bruselas. Pero que nadie me critique por hacer esta crítica, porque seguramente a estas alturas ni siquiera se recordaba este atentado, y, además, es lógico que me queje de que haya gente que se preocupe más de modelitos insultantes que de un ataque contra la civilidad y la ética-.
En fin, dejando a un lado este tema, el atentado de Bruselas supone una deriva más en el descenso vertiginoso que la humanidad está viviendo, pero también lo es el que muchas personas miren hacia otro lado, hacia Oriente, para ver las causas íntegras de estos ataques, exculpando a Occidente de todo tipo de responsabilidad: efectivamente, Occidente es inocente, como también lo es Oriente; porque la geografía no mata. No son, en cambio, tan inocentes algunos -que no todos- occidentales como algunos orientales, ya que los primeros se metieron en el territorio de los segundos en busca de oro negro, y lo que pasara con los demás está de más, ¿verdad? ¡Claro! Ahora que hay guerra y destrucción allí, solo nos preocupamos de ello cuando ese terror se ciñe sobre nuestro territorio, mientras tanto giramos las cabezas y a dormitar.
Sé que esto supone generalizar, como también sé, o necesito saber, que no todos hacemos esto, y realmente nos preocupamos de estos asuntos, aunque ocurran mucho más lejos de lo que nos movemos habitualmente, pero eso es lo que caracteriza la solidaridad.


Bien, como os habréis fijado, estoy hablando de un asunto que ocurrió hace ya tres meses, demasiado tiempo para los debates televisivos, pero apenas es una milésima de segundo en la deriva humana.

Pero no va a ser el único de los asuntos que trate en este 26J, ni el único espacio ni tiempo que vaya a acercar nuevamente a nuestras ajetreadas memorias:
En este sentido, es algo totalmente normal que la gente se manifieste con lágrimas en los ojos en la Plaza de la Bolsa, en la Plaza de la República, en la Plaza del Sol o en la Zona 0; también es normal que en todos esos puntos y en todos esos momentos, distanciados temporal y espacialmente, coincidieran las peticiones de paz y humanidad; sin embargo, ¿es normal que pidamos paz y humanidad cuando no damos ejemplo? ¿Qué diferencia hay entre estos atentados y los que ocurren diariamente en las zonas de guerra? Varias diferencias: para empezar, estos atentados ocupan cuarenta especiales televisivos todos los días durante una semana; la guerra se menciona el primer día, tres segundos, con conexión especial, espacial, pero corta, y ya está. Para continuar, las personas que por estos atentados salen de sus casas para pedir paz y humanidad lo hacen porque quieren, no tienen ninguna obligación; sin embargo, las personas que sufren diariamente la guerra salen de sus casas porque no tienen otra opción, porque a lo mejor no tienen ni casa.

2290 kilómetros... Esa es la distancia entre la Plaza de La Bolsa e Idomeni, territorio del cual son innecesarias las explicaciones, aunque sí son obligatorias las justificaciones. ¿Parece mucho? No; apenas está a la vuelta de la esquina de Europa; de hecho, creo incluso que es Europa, ¿no? Pues al parecer es un punto negro para la humanidad, y dentro de poco esas personas serán expulsadas -¡expulsadas!- hacia Turquía, con un pacto que tal vez consiga que Turquía entre en Europa, pero, en cambio, Europa salga de la moral.
Diariamente mueren personas, ya no hablo de Oriente Medio, sino de los campamentos de refugiados; diariamente vemos cómo niños pierden su infancia, o su propia vida, con enfermedades arrastradas desde sus lugares de origen o infectándose en esos propios campamentos; diariamente vemos a los dirigentes europeos en reuniones en grandes palacetes, comiendo grandes banquetes, y firmando tratados de paz -¡Ja!- en mesas de marfil y cubiertas de oro. No voy a decir nada más.

¿Y ahora qué? Pues ahora más terrorismo, que lo único que consigue es que muchos europeos cambien de asunto de interés, olvidándose de los refugiados, así como conseguir la radicalización hacia el Islam: otra generalidad. Ninguna religión es mala; ninguna ideología es mala; ningún país es malo... Las personas somos las que cambiamos la visión de todos esos elementos:

Tanto el Islam como el Cristianismo rezan la paz y la colaboración, pero del mismo modo algunos cristianos hicieron Cruzadas contra los árabes, y ahora algunos árabes atacan a los occidentales. Europa no es la responsable del desprecio hacia los refugiados; Alemania tampoco... En cambio algunos de la Comunidad Europea, así como la líder alemana, sí que son los culpables; pero no por ello debemos odiarnos y despreciarnos, con un odio generalizado que acabará por destruirnos.

Me resulta muy curioso cómo en los especiales televisivos dramatizan, casi cortándose las venas, tachando de fin del mundo algunas noticias, mientras estas otras las dejan para cerrar los informativos y desea "muy buenos días". Últimamente es el tema del 'brexit', que ligado con lo de los atentados y el populismo emergente, suponen el declive de Europa, la fractura del continente, el fin de la humanidad.
Me resulta interesante ver cómo dedican tanta pena a que Inglaterra salga de Europa, algo que, sincera e históricamente, se veía venir, ya que nunca le ha hecho mucho gozo que hubiera alguien por encima de ella diciéndole lo que debían hacer, a no ser que fuera ella la que se encontraba en el trono superior; y mientras, en la esquina del continente ni siquiera escuchamos a otro país que está deseando entrar y disfrutar de lo que para algunos sí que es un auténtico Paraíso -no voy a opinar sobre ello-; un país lleno de esperanza, aun cuando no ven motivos para ello; un país lleno de ilusión, aun cuando la luz se les apaga... En definitiva, el país de los refugiados nos habla, y nosotros preferimos callar...

Las generalidades que estamos estableciendo territorial y emocionalmente son una humillación: las fronteras que se han impuesto en Europa son odiosas, como también estos odios con los que nos estamos relacionando. Pero a nivel individual también son demasiadas las generalidades, en nuestra memoria, como he tratado de recordar; en nuestro corazón, como he tratado de enseñar; en nuestro silencio, como he tratado de decir; en nuestros actos, como debemos empezar a hacer…

Os voy a pedir una última cosa: pensad; simplemente, pensad, y, lo más importante, pensad por vosotros mismo. Por eso yo no quería votar, porque siento vergüenza de la política -que no de todos los políticos-, que nos dan lecciones; que nos piden que nos movilicemos, pero luego ellos no se moverán, y el sacrificio lo hacemos, y lo haremos, nosotros, mientras piensan solo en haber quién le toca el sillón; que nos piden que reflexionemos la jornada anterior, mientras que el resto de días simplemente acatemos lo dicho... Pero no; yo prefiero pasarme estos días escribiendo esto, y reflexionar el resto del año. Reflexionad; no solo de la política o de la mediocracia; reflexionad sobre todo; sobre si lo que habéis leído hasta ahora -y pido sinceramente disculpas si he cometido algún fallo, he podido ofender a alguien o ha decepcionado a alguien-, tanto en este blog como en cualquier otro sitio, coincide con lo que creéis, o lo que queréis; decid si lo dicho es correcto o falso... Da igual; lo importante es que aportéis vuestra opinión, y no os quedéis jamás callados. No permitáis que os digan qué pensar, qué hacer, o qué sentir; parece obvio, pero ya no podemos estar seguros de lo que es una idea propia o impuesta. Aunque sí sé que esta ha nacido de mí, y os la cedo a los demás: no pongamos generalidades... ¡Rompámoslas!