TORTASSO
Supongo, porque yo
ya no sé nada con certeza... Supongo, decía, que no seré ni el primero ni el
último que califique de este modo las que fueron, en mi opinión, las elecciones
más raras y con menos sentido que he tenido la desgracia de presenciar -y de pagar-.
Si ayer no hablé, o
no dije lo suficiente que podía haber dicho, de la política española, hoy sí
voy a dejar libre mi opinión; hoy sí que me voy a explayar y me voy a desquitar
de lo lindo:
Para empezar un
único dato: 130 millones; en realidad, un poco más. Eso es lo que nos ha
costado la gracia de repetir las elecciones; total, ¿para qué? ¡Si estamos
igual!... ¡Incluso peor!
El resultado de
ayer fue desastroso; es el único adjetivo con el que puedo calificar lo que
anoche pude vivir: después de llevar los resultados de las elecciones de mi
pueblo a la capital provincial -algún día contaré esta historia-, volví a casa
con ganas de meterme en la cama, para ver si esta mañana me despertaba y todo
había sido una terrible pesadillas... En efecto, no solo no pude conciliar el
sueño, sino que la pesadilla fue real, lo sigue siendo y lo será, porque lo que nos espera a partir
de ahora, pase lo que pase, va a ser mucho peor de lo que podíamos tener hacer
seis meses, y es que no hace falta ser analista político, ni periodista experimentado;
ni siquiera hace falta ser un pobre bocazas que habla, sin saber, de todo lo
que sucede a su alrededor -¡presente!-, para darse cuenta de que lo de ayer,
además de no tener nada de sentido, y lo digo bajo mi punto de vista -aunque
llevo gafas, a lo mejor alguno me puede corregir si es que me equivoco... O
no-, va a ser como comprarse una máquina de hacer deporte: hemos pagado por
algo que, o bien va a quedarse en un rincón cogiendo polvo, hasta dentro de
seis meses que acaba la garantía y la devolvemos para volver a comprarnos otra
cosa, o peor aún, la vamos a dejar en medio del salón -en este caso, del salón
de la Moncloa- para recordarnos todos los días que tenemos que usarla, y será
un estorbo con el que nos tropezaremos continuamente, y que tendremos que
aguantar hasta el fin de los días.
Lo que sí es innegable es que Rajoy ha vuelto a
ganar... Parémonos un momento; esperad... Disculpadme, pero es que necesito un
poco de aire para repetir esto, y analizar con calma lo que voy a decir:
Rajoy... No solo ha ganado... Porque... Es indiscutible... Nuestro, aún,
Presidente... ¡Ha obtenido 14 escaños más! ¡14! ¡Pero es que eso es posible!
Yo puedo llegar a entender lo que algún profesor
mío siempre nos había explicado, y es que la derecha, a diferencia de la
izquierda, es mucho menos heterogénea, y su sector de votación es siempre el
mismo. Con todo ello, puedo llegar a comprender, aun con mucho esfuerzo y mucha
pena, que haya gente que vote las políticas del PP, y le parezcan correctas las
medidas, digamos, no sé, abominables (¿se puede decir esto en horario infantil,
no? Porque lo que tenía en mente era mucho peor); incluso podría mi débil y
alocada razón entender que los que han votado al PP lo hacen por temor a una
coleta viviente. Pero de ahí, a que haya gente, ¡mucha gente!, que ha votado,
hasta para 14 escaños nuevos, a un partido que tiene corrupción hasta en los
despachos anticorrupción... No puedo; es que eso es admitir que España no tiene
futuro, y eso a mi edad es como quedarse sentado a ver pasar el huracán.
Pero si es que sé que en estas últimas elecciones
votaron 200.000 nuevos jóvenes, pero según la maravillosa y excitante ley
D'Hont -este hombre debió ser el cuñado de algún político, porque si no, no lo
entiendo- apenas obtendría 4 escaños más, y eso suponiendo que todos esos
nuevos votantes entregaran su primera papeleta a Rajoy, lo cual dudo, y no por
nada, sino porque dudo que entre un gran número, como es ese, sea todo
homogéneo, y habrá jóvenes que no comulguen con las ideas, poco colaboradoras
en materia educativa y cultural, del señor Presidente que, por el momento, aún
sigue siendo en funciones: este hombre con la tontería, y sin hacer nada en
estos seis meses, salvo bailar bachata, merengue o lo que quiera Dios sea esa
nueva música -¡de ahí vendrán los nuevos electores!- se va a pasar una
legislatura en funciones. ¿Os imagináis cuatro años con una España en funciones? En plan, una
motosierra de estas que se tira de una cuerda para ponerla en funcionamiento y no arranca, no arranca,
no arranca... Pues igual.
En fin, disculpad por este arrebato -¡el arrebato
también sería mejor Presidente!- de locura momentánea, pero cada vez estoy
peor. Pero es que la situación tampoco me lo pone fácil para recobrar la
cordura (si es que alguna vez la tuve): yo también vi a Rajoy en El Hormiguero, y -Dios me perdone por lo
que voy a confesar- yo también me reí con él... Jamás pensé que iba a decir
esto, pero lloré de risa con Rajoy.
Pero eso tampoco justificaría este gran crecimiento, porque a mí como persona
me pareció un tipo simpático, divertido, afable. ¡Pero ya está! Ahí se queda
todo; como político no le votaría, aun habiendo pasado un rato agradable,
porque no tendría sentido que alguien vota a una persona solo porque le cae
bien. A mí me caen muchos políticos muy bien, pero no comparto su ideología; o
me caen bien, comparto su ideología, pero, por otras muchas razones, han quedado
secuestrados bajo la influencia de no
sé quién, y tampoco les voto.
Hablando de esto, y cerrando ya el capítulo de
nuestro futuro Presidente, entremos en ese maravilloso mundo que es la
izquierda, izquierda-moderada, izquierda-extremista, socialdemocracia... Nunca
me han gustado las etiquetas; ¡las detesto! Y, sobre todo, en política. Por ello, de lo que vamos a hablar es del PSOE y de Unidos Podemos, y punto:
Sin lugar a dudas el PSOE, junto con Ciudadanos,
fueron los partidos más perjudicados de estas elecciones. Ambos perdieron
escaños, y, sin defender a nadie, desde un punto neutral, una pregunta: ¿cómo
es posible que los únicos que trataron de cocinar la tarta, ahora hayan perdido
parte del pastel? Sí que es cierto que los discursos de Pedro Sánchez y Albert
Rivera eran aburridos hasta más no poder, siempre con los mismos temas, y el
mismo perjudicado, Pablo Iglesias... Un consejo: si, por un casual, me estáis
leyendo: señor Sánchez, señor Rivera, el gazpacho, frío, y para lanzarle
pullitas a Pablo Iglesias no hace falta sacar siempre Venezuela y el populismo, y tal y tal, que yo también me meto con él, y, si no me falla la memoria, jamás he mencionado
esos temas...
Y sacando estos temas, vamos con el señor
Iglesias... (Lo que diga ahora os recomiendo que lo leáis como si estuviera
presentando a un boxeador): El único capaz de decir sus discursos versión rap a
capela; el único que puede jugar con un bolígrafo sin perder el hilo de su
discurso; el único que puede repetir un palabra como 'nosotros' mil y dos veces
sin que pierda su sentido, aunque luego lo pierde cuando cambia ese 'nosotros'
por el 'yo-de-los-sillones' (todo junto), y el único que puede destruir uno de
los últimos partidos con los que tenía esperanzas que se podían cambiar las
cosas, y dejar a su candidato, el único que, para mí, realmente se merece la
presidencia, en el puesto número cinco; total para quedar exactamente igual...
Ay, Pablo, Pablo... ¿Qué ha pasado? ¿Realmente te
compensa alabar al gran Zapatero y hundir al gran Garzón para que tú, pequeño
amigo, te quedes como estabas? El caso es que tu discurso me gusta... Por qué
será; por qué será... ¡Ah sí! Porque mezcla un poquito de lo que antes era IU,
aderezado con una ligera salsa de moderación, y todo ello puesto en un cuenco
de la izquierda indecisa... Y aun así... ¿Te das cuenta de que si no fuera por
las mareas, y por la injusta ley electoral, se demostraría lo que todo el mundo
sabe, que Garzón es el mejor para liderar a la izquierda, y que hubiera sido él
el que saldría a los escenarios y te atraería a ti bajo su protección para que
no te sintieras solo, y no al revés?
De verdad que siento si estas palabras pueden
ofender a alguien; mi objetivo aquí no es atacar de manera gratuita y sin razón
de ser. Simplemente es que estas elecciones han sido el culmen del despropósito
humano, y solamente encuentro esta forma de desahogarme:
Tengo miedo; lo he de confesar: lo que siento es
una mezcla de rabia -como se puede deducir de todo lo anterior- y de miedo e
impotencia: ¿Ahora qué va a pasar? La respuesta es la misma de hace unos meses;
solo queda esperar, y seguir escribiendo y opinando, pero es que uno ya se
cansa de tener una voz y que apenas se la escuche -como bien pueden comprender
los partidos pequeños-; uno ya se cansa de que los que mandan solo piensen en
su porvenir y su permanencia en esos grandes salones, a costa de la
desesperación de los demás; uno ya se cansa de tener que escribir lo mismo una
y otra vez cada poco tiempo, aunque jamás dejaré de decir lo que pienso, que
prefiero hablarle a un sordo, que morir fingiendo ser mudo...
¡Por cierto! Ferreras, el pactómetro va ser el juego de este
verano; bueno, en realidad, también lo será de este otoño y ya, a este paso, de
Navidad: las cuentas no salen -¡mira! Irónicamente, igual que las del partido
más votado-; y la situación es mucho peor, porque ahora Rajoy sí que pedirá
investirse como Presidente, pero ni con abstención, ni con alianzas, va a
formar un gobierno holgado; y la izquierda, ídem.
¿Un posible trío? Bueno, a ver, me da a mí que,
en estos asuntos, todos los partidos son bastante tradicionales, y ninguno va a permitir compartir tanto el poder
-además, es que no hay combinación posible-.
En definitiva, nos encontramos con menos dinero y
más problemas... Me gustaría ponerme en la situación en la que están ellos;
simplemente para comprobar si realmente es tan difícil ceder individualmente,
para ayudar colectivamente; si realmente valen tanto los sillones, como para
rechazarlos en pro del interés común; si de verdad cuesta tanto un cargo, como
para olvidar todo lo prometido unos días antes, mientras echabas una partida de
guiñote con unos ancianos, los cuales sí que saben lo que es la lucha real para
conseguir lo que ahora unos cuantos tratan como simples juguetes de feria; si
de verdad esto puede continuar como hasta ahora.
Precisamente ayer, volviendo, como ya he
señalado, de entregar los votos de mi pueblo en la Diputación, escuché en la
radio un comentario que me gustó, y que aportó una idea de la que ahora no me
había detenido lo suficiente en pensar: los partidos políticos son meros
instrumentos; en teoría, no dejan de ser los intermediarios entre lo que la
sociedad demanda y, más importante, manda, y el Gobierno, que accede ahí porque
el pueblo así lo ha querido, y al pueblo han de ir dirigidos los beneficios.
Por supuesto, los ciudadanos tienen unos deberes, y unas obligaciones que
cumplir, pero eso mismo también lo tiene el Gobierno.
Debemos abrir los
ojos ante el devenir que estamos teniendo; siempre haciendo lo que cada uno
piensa, cree y siente; pero también lo que cada uno piensa, cree y siente que
es lo correcto para todos, no solo para uno mismo -hablo en todos los sentidos;
sin concretar en nada-. La libertad es un derecho que no solo empieza y acaba
en un voto, sino que continúa antes y después de las urnas: opinando; hablando;
saliendo a las calles; siguiendo y mejorando las bases que ya dejaron
generaciones anteriores, porque nosotros algún día seremos una generación
anterior, y nuestros sucesores tendrán la opción de seguir nuestro modelo o
rechazarlo; depende de nosotros.
Lo que ocurrió ayer
no es normal, o quiero pensar que no lo es. Por mi parte, cedo la palabra al
resto. Aunque amenazo con volver. Hasta dentro de seis meses.