del Oráculo El
Cedro
Hace tiempo
que no escribo, o al menos hace tiempo que no pongo nada en este Blog, y creo
sinceramente que éste es el mejor momento para poner una nueva entrada, que
probablemente sea la salida definitiva.
Toda esta
historia -palabra tan amiga como complicada- comienza con un inocente párvulo
que entendía que los detalles eran los que definían mejor las escenas que los
primeros planos: Dios me otorgó una voz despreciable, así que me puse detrás de
las pantallas y debajo de los teclados.
Estas
publicaciones empezaron como un trabajo, literalmente; una obligación
voluntaria, si se quiere llamar así, ya que nadie nos forzaba a abrirlo, pero
se nos indicaba que era una buena opción para llevar un mayor dinamismo en las
clases.
Desde el
primer momento, una curiosa voz interna, a la cual no le había prestado la
suficiente atención, me llevó a preguntar:
–
¿Podemos escribir de lo que queramos?
–
No hay ningún problema -contestó ingenuamente
aquel extraordinario ser-; solo os he dicho que podíais entregarme los trabajos
por este medio: a partir de ese punto...
A partir de
ese punto se inicio un terrible juego que me ha dado tanta satisfacción y
enseñanzas, como ilusiones y problemas.
No
obstante, en esa respuesta había otra palabra que me despertó, y me sigue
reponiendo, cierta intriga: medio.
Hasta ese
momento había asociado el término con otras palabras, como
"ambiente"; pero en esos años comenzaba a interesarme la
comunicación.
El Blog se
definió poco a poco, entre noches de vela y escasos momentos de inspiración,
hasta que se me ocurrió un buen nombre y un fondo adecuado con la asignatura
(para los escasos lectores, y los menos que me hayáis seguido desde la anterior
"temporada", el primer fondo eran unos libros que sostenían un
proyector antiguo de cine, junto al cual se podía leer la frase "la vida
está para soñarla, los sueños están para vivirlos")... Quizás ahora deba
decir que se me ocurrió lo que yo pensaba que era un buen nombre, que ahora
considero una broma, y un fondo que probablemente sí fuera acertado, y del
cual, como el de ahora, a pesar de su simpleza, puede que sean los dos
elementos auténticos de todo este proyecto.
Lo cierto
es que el nacimiento del "Arte de la Verdad" me había permitido
romper con una barrera hasta entonces indestructible para mi ser, esto es, la
de poder hablar en público sin necesidad de temer el prejuicio y los nervios;
la de poder expresar mi opinión sin esas mismas cargas sobre mis hombros, bajos
mis axilas y entre mis trémulos dientes.
Muchos
pensaréis que el pensamiento de una persona vale tanto como la de otra, y
tenéis razón. Tranquilos que en ese sentido no va a haber sorpresas: todo ser
humano tiene un juicio que DEBE expresarse, valorarse, debatirse y etc.; pero
ello nunca debe entenderse como axioma, como verdad inquebrantable, porque en
ese momento deja der ser opinión y se convierte en imposición.
Hasta ahí
estamos todos de acuerdo, pero el problema llega cuando digo que soy español, y
no por cuestiones de nacionalismo exacerbado; no por creerse superior al resto
de naciones; no por nada de estos
asuntos que se han convertido y norma y luz de la actualidad televisiva, y fe y
bandera de los balcones hispanos que al parecer, hasta estos momentos, eran
hierros apátridas.
Nada de
eso. No. Mi alma resiste porque existe; mi pecho señala la Corona; mi carnet
afirma la nacionalidad, y mis labios lo reafirman cuando hablan, porque si,
como yo, "cada español solo hablara de lo que sabe, se produciría un gran
silencio nacional que podríamos aprovechar para estudiar".
Esta cita
no la realizo por falta de originalidad -que seguro que poseo-, ni por ser un
pedante rimbombante sabelotodo, ni mucho menos para demostrar mayor sabiduría,
porque es precismente todo lo contrario: existen otras figuras, como Azaña,
capaces de hablar mejor, por haber vivido más y entre más libros. Nada más.
Y aunque yo
creía que esta oración concentraba un sencillo consejo que, gracias a quien
fuere, se situaba ajeno a mi persona, hace unas horas he roto esta persiana:
Veréis,
antes de continuar, debo explicar, en primer lugar, este asunto de la persiana,
y como lo hago tras una interesante charla entre whisky, ginebra, cerveza y
refrescos, debo recalcar que es una idea mía y erróneamente mía: en el
instituto me enseñaron aquella reflexión platónica de la caverna, la cual os
sugiero que la busquéis, ya que no me gustaría extenderme más de lo debido, y
porque seguramente os la explicaría mal.
Más allá de
eso, en un trabajo para la asignatura de Filosofía quise "modernizar"
y ampliar ese mito, y apuntaba cómo el ser humano no había salido de la
caverna, sino que se encontraba en una habitación, con las persianas bajadas, y
tan solo había abierto los ojos.
En
ese punto, la otra noche me revelaron que, efectivamente, yo me encontraba
asfixiado por una ilustre persiana, o por la cinta del autoengaño.
No quiero
que esto se vea como una pataleta, y es más, yo soy de los que le da mucho
tiempo a pensar, a reflexionar...; vamos, a darle vueltas a la cabeza: soy de
aquellos que se autoculpan y se ponen como ejemplo primario de sus comentarios;
soy de los que juraban hablar solo de lo que supieran, o de investigar mil y
cien veces antes de asegurarse cometer un error. Soy de los que pensaba que
opinaba con rigor, y, sin embargo, todo esto lo he empezado afirmando mi
nacionalidad, y hasta para eso he recurrido a la voz de otros.
Es aquí
cuando debo pediros perdón, por todo lo que hasta ahora llevo, y por todas las
piedras que quedan. Y pidiéndoos por segunda vez perdón, os debo poner en
situación:
No soy
fascista. Parece una sentencia tan firme como aleatoria; parece una afirmación
tan dichosa como de la cual dudo ya de su objetividad.
Hablar de
lo que entiendo siempre había sido mi bandera, y si en mi vida he hablado tan
poco, era precisamente porque nunca quería equivocarme, sino aprender
escuchando y aportar parecer sin parecer un farsante, sino con valores y bases
sustentadas y veraces, aunque luego, por supuesto, me corrigieran por no ser
perfecto, pero siempre con conocimiento de causa.
Siempre me
había guiado así y siempre pensé que hacía lo correcto, hasta que he
descubierto que, incluso en tus propias ideas, en tus propias construcciones
personales, se debe tener también un rigor, y es totalmente comprensible, tiene
todo el sentido, toda la lógica... Incluso la filosofía más elemental se debe
sustentar en un pilar sólido.
En todo
este panorama se introduce la conversación a la que he aludido, y que trataba
sobre la Justicia, la Ciencia, la violencia y el crimen, y un asunto denominado
Psicobiología de la Violencia, de la cual también os invito a buscar o a
consultar con profesionales en la materia.
Aquí
voy a tratar de exponer mi opinión sobre estos asuntos, reflexionada y redactada
con la calma para evitar cualquier tipo de confusión, tras lo cual expondré las
réplicas de los pacientes oyentes a quienes pido disculpas, como nuevamente
hago a todo ser valiente que lean estos tres puntos básicos que se debatieron
en aquella luna llena:
·
No creo en la "predeterminación
genética", puesto que opino que cada persona es un infinito mundo, cuyos
antepasados pueden ser y educar de una forma totalmente diferente a como de
construirá luego esa persona, a quien, desde luego, le afectará también su
propio devenir, sus propias experiencias, sus propias relaciones..., en fin, su
propia vida.
Es natural
que esto queda también muy bien solventado con Ortega y Gasset, puesto que él
ya era él y sus circunstancias.
·
Creo en la venganza, en una forma totalmente
pausada y sin entenderme de forma radical, aunque el método lo parezca. Opino
que devolver o reclamar en proporción al daño percibido es, posiblemente, una
justicia humana, del mismo modo que la gente cree en el "pacífico"
Karma.
Es natural
que esto queda también muy bien rebatido con Gandhi, puesto que el mundo que
mira por los demás ojos acabará tuerto.
·
Pienso que las personas no cambian, la cual
fue la afirmación más terrible de justificar en aquella conversación, y la más
sencilla de entender: la gente se desarrolla, se van construyendo y definiendo,
y actúan en tanto a esa formación. Una vez han madurado, y han cerrado su
personalidad, pueden llegar a controlarla, ocultar ciertas cosas o
tratar de establecer ciertos parámetros que, sin embargo, no son más que
telones.
Hay
personas que actúan de forma natural; otras personas, en cambio, actúan, sin
más, pos diferentes motivos. Pero intentar demostrar no es ser, y mucho menos
cambiar.
Siento decir que no tengo frase para
este último punto, y seguro que la habrá.
Tal vez mi
propia vida, mi propia deriva, me han llevado a pensar así. Y no lo dudo. Y soy
el primero en saber que yo mismo cumplo todos esos pilares.
Pero
siempre hay un pero:
Yo hablaba
en términos personales, concretos y nada excesivos; aunque, ciertamente, y sin
pretenderlo, y ello quiero que quede claro, estaba haciendo una lamentable
generalización.
Seguramente
haya muchos más artículos míos, muchos más trabajos o muchas más conversaciones
que quedan en la inmensidad de la amnesia, y que merezcan más disculpas; pero
hay un instante que marcan la particularidad de este perdón.
Hubo uno de
los contertulios (lo siento, pero siempre había querido usar esta palabra) me
reveló las contradicciones de mis ideas, y aquella palabra me destrozó, porque
es lo peor que pueden decirte, ya que significa que tu vida se guía por una
contradictoria personalidad.
Duras
palabras.
Pero
si hay algo que me duele más que mi vida, es mi pasión:
–
A ver, yo escribo mejor que hablo – traté
de justificar con voz temblorosa, ya que es verdad que me expreso mejor con la
palabra calmada-.
–
Claro que escribes mejor... ¡Porque nadie
te contesta!
Aquella
contestación me mató, ya que el doble sentido de esa respuesta fueron dos filos
juntándose por cada sien:
Puede que
aquello sea cierto, pero eso sí que lo tengo que negar, ya que si expongo todo
en este Blog es precisamente para que no caiga en saco roto; si le pregunté al
Creador sobre la posibilidad de escribir sobre cualquier cosa en el Blog es
para aprovechar los breves momentos de creatividad, que no suelen coincidir con
conversaciones sobre esos temas, y si este Blog tiene sentido, llevaría a que
los dos o tres lectores que se topan por aburrimiento con estas locas
estupideces, pueden tomar algo de provecho, aunque solo sea para no imitarme.
Y yo invito
a contestarme: ¡faltaría más!
Y ¿qué voy
a hacer ahora? Pues... Seguir escribiendo. Lo estoy haciendo ahora mismo, ¿no?
Pues claro. Pero no por venganza ni por nada de eso. No. Escribiré por dos
razones fundamentales: porque si me equivoco, sois vosotros los que debéis
enseñarme -corregir es una palabra inútil, si no se aprende nada-; y si en algo
acierto, pues habré dejado testigo de la valentía de decirlo.
Pensaba que
mi criterio tenía personalidad, y hasta en mí mismo me equivoco:
Igual soy
un poco melodramático. Seguro. Pero hasta ahora los debates consistían en
afirmar o contradecir las opiniones que daba: algo lógico y normal. La
diferencia esta vez no ha sido rebatir mis opiniones, sino mi propio ser: si
mis ideas se contradicen, está claro el fallo, y por tanto su error; si mi
escritura no sirve ni para que valga un comentario de sus lectores, está claro
el fallo, y por tanto su error.
Gracias a
toda esta experiencia me he dado cuenta de que nada soy yo, más que un todo por
hacer... No sé si me conozco a mí mismo, e incluso tengo miedo de que
pueda descubrir quién soy en realidad; sin embargo es necesario, y para ello
solo se puede vivir..., να είστε εσείς.
Al fin y al
cabo hablo por mí, por mis fallos, y solo me queda seguir leyendo, seguir
aprendiendo y seguir desarrollándome...
Ah
por cierto, y la segunda razón... Bueno... No es por gusto, eh, pero es que eso
de cambiar...
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