MEDIOCRACIA
Podría escribir todo lo que se me pasara por la
cabeza, y más, una vez recontados los votos tras el 20-D... Podría. Como
también podría realizar un último artículo político donde recopilara mis
pensamientos, opiniones y sentimientos acerca de este mal nombrado arte, y que
sirviera para las décadas posteriores sin apenas retocar un par de comas y tres
adjetivos.
Sin
embargo, prefiero analizar el denominado, promocionado, y ya atragantado,
"debate decisivo" del 7-D -con tanta sigla, tanto número y tanta
abreviatura voy a acabar por abreviar también mi voto-.
Me gustan
bastante los retos, sobre todos los que conllevan ciertos riesgos -aunque
ninguno vital-. Es por ello por lo que voy a realizar algo inusual, aunque me
he inspirado en algún caso ocurrido anteriormente -no obstante espero que no
sea nada habitual en el periodismo... Eso espero-. De esta forma, voy a
realizar una especie de Hermann Tertsch, quien escribió hace tiempo un artículo
donde comentaba y menospreciaba una huelga -algo habitual-. Sin embargo, sus
comentarios los escribió antes de que la huelga llegara a realizarse -sin
comentarios-.
Voy a arriesgarme del mismo modo, porque es fácil
adivinar, más o menos, lo que va a pasar. Así que hoy, día 6 de diciembre,
cumpliendo nuestra Constitución 37 años -le falta poco para entrar en la crisis
de los 40-, voy a analizar el "debate decisivo", el "debate
histórico" -se usa la palabra Historia con demasiada facilidad y
frivolidad-, el debate a secas que
ocurrirá mañana. Por ello quiero avisar que, a partir de ahora, todo lo escrito
se debe entender como si se leyera dos días después. Bienvenidos a las nuevas
costumbres del futuro:
O tempora,
o mores! Qué bello es rememorar el pasado; echar la vista atrás y contemplar
que han cambiado muchas cosas... ¿O tal vez no? Esta duda me lleva acechando
todo el día, toda la semana, todo el mes. Pero en especial llevo pensando en
cómo, sin cambiar nada, cambia todo, desde que anunciaron el debate de anoche.
Un debate dirigido a todo el pueblo español; sin embargo, ¿participaba todo el
pueblo español en ese debate? Bien, vamos a ir analizando, poco a poco, aunque
brevemente, para no agobiar, las características que lo envolvían.
En primer lugar, llevan semanas anunciándolo; una
y otra vez, con el fin de ser lo más visto de la noche. Enhorabuena, lo han
logrado. En segundo lugar, los mediadores del debate, Vicente Vallés y Ana
Pastor, nos han ido contando los detalles de lo que iba a ser el debate para
que nada nos pillara desprevenido. En fin... En este punto me gustaría señalar
un comentario que le escuché a Vicente Vallés y que intentaré trasladar lo más
literal que pueda porque no tiene desperdicio: "La gente quiere ver un
debate a cuatro"... ¿Solo a cuatro? ¿En serio eso es lo que queremos?
Bueno, está bien que nos recuerden lo que queremos los demás.
Durante todo el día de ayer solo se nombraba en
la televisión -al menos en Antena 3 y La Sexta- la palabra debate. Parece ser
que el problema de los refugiados, la guerra en Siria, la crisis, el paro,
etc., etc. etc. se han acabado. Me alegro. No obstante, al llegar las cinco de
la tarde ya no podía más... Todo el día repitiendo lo mismo una y otra vez; lo
mismo una y otra vez; lo mismo una y otra vez... Y, por fin, llegó el tan
"esperado" momento; la escenografía no podía ser mejor: un plató
totalmente blanco, puro. Los representantes entran en escena: PSOE y PP, es
decir, Pedro Sánchez y Soraya Sáenz de Santamaría, uno en cada extremo del
"escenario"; Rivera e Iglesias en el centro -¿casualidad?-. Los nuevos con una ligera informalidad:
camisas claras con el fin de transmitir cercanía, y, por qué no, para disimular
algún que otro "camacho" en las axilas. Mientras que Sánchez y
Santamaría seguían con su particular y tradicional estilo. El resto ya os lo
podéis imaginar; decían lo mismo que dicen siempre. ¿Queréis un resumen por si
os lo perdisteis? Fácil. Las palabras más repetidas de Soraya eran
"PP" y "nuestro presidente, Mariano Rajoy"; las de Rivera
eran "renovación", "cambio" y "nosotros
proponemos"; las de Sánchez, "el Partido Socialista", y,
finalmente, las de Pablo Iglesias eran "nosotros decimos" y
"nosotros somos". Aparte de eso un par de ataques, un par de
sarcasmos, ligeras risas, promesas y más promesas, y, por supuesto, el
"last minute", el minuto final para volver a repetir lo mismo y lo
mismo y lo mismo.
Atresmedia realizó, según palabras suyas, un gran
despliegue especial y espacial para conseguir realizar algo que en España nunca
se había producido: un debate al más puro estilo estadounidense -Spain is not
so different-; sin embargo, se les olvidó una cosa: la democracia
comunicativa -Oh, sorry. Spain is different-. Es curioso, ¿verdad? Los telediarios, antes de
tratar el tema de las elecciones, no dejan de repetir que lo hacen según las
reglas establecidas, dedicando el tiempo estipulado a cada partido, dejando al
para el final -lógicamente- a los partidos de reciente creación. Y, sin
embargo, en los debates, los partidos que acaban de surgir parece que son mucho
más importantes que los que ya llevan años y años en el Congreso, aunque solo
tengan tres diputados. Eso da igual; por muy mínima que sea la representación,
si están representados, significa que una parte del pueblo quiere que tengan
presencia, y eso debería ser respetado. Pero, claro, se buscan nuevas formas de
audiencia, es lo que denomino la seducción
política; la traición a la sensatez.
Ahora entiendo por qué se llaman medios de comunicación, ya que solo llevan a
la mitad de los que quieren comunicar.
En este punto, quisiera recomendar fervientemente
un capítulo de la serie Cuéntame cómo pasó -la cual opino que va a acabar por
adelantarnos y predecir el futuro de España-. Parece una tontería, pero el capítulo
al que hago referencia me hizo abrir ligeramente los ojos sobre la realidad de
este país y de su Historia: se trata del episodio en el que se producen las
primeras elecciones democráticas tras una larga y blanquinegra -más bien negra
por completo- dictadura; y en concreto, quisiera recomendar el final del mismo, en el que Miguel -el
hermano de Antonio Alcántara, por si alguien no está puesto en esta serie-
analiza los resultados con gran pesar. Sus palabras, reducidas en el tiempo y
envueltas en el pesimismo y la melancolía, son la perfecta analogía de la
situación actual. Confieso que jamás aprendí tanto de una serie, y a ese
sencillo momento he de agradecer mi sentir existente.
¿Dónde estaban 'Ciudadanos' y 'Podemos' hace dos
décadas? Con ello no quiero reducir la democracia -Suárez me libre-; me alegra
mucho que surjan partidos nuevos y que tengan las mismas oportunidades -repito:
las mismas oportunidades- que los partidos tradicionales. Eso sí, los partidos
tradicionales no deberían quedar relegados a un segundo plano. ¿Qué tienen más
importante estos partidos renovadores de lo que no tengan otros como IU o UPyD?
¿Ellos no son más dignos de participar en un debate democrático como todos los
demás? Precisamente si me alegra de que la democracia permita el surgir de
nuevos partidos, también me alegraría una lucha igualmente democrática, no solo
en las urnas -que obviamente se disputará a elección del sentir libre y
voluntario de los ciudadanos-, sino también en los medios de comunicación, los
verdaderos agentes de la victoria o derrota, de que se vote más o menos, en
este siglo de la comunicación. No es justo. Es censura. Y no se debería
permitir.
Lo llamaban
"debate decisivo" -siento repetirlo, pero es que sigo son creérmelo-.
Según los cientos de anuncios del mismo, las entrevistas a los presentadores y
demás, el debate de anoche iba a permitir que los votantes indecisos pudieran
definitivamente establecer su voto:
Señoras y señores, les presento la mediocracia.
¿Con los discursos de anoche podemos ya elegir a nuestro futuro presidente? Ya.
Entonces nuestro presidente solo está entre cuatro personas; cuatro
representantes. En mi opinión, la política ha muerto. Es la era de la
mediocracia -incluso miedocracia-, es decir, el poder de los medios; tal vez
también sea el poder de la mitad. Ahora ya no hace falta que se prometa, se
mienta o lo que quiera que los políticos usaran antes; ahora solo hace faltan
dos cosas: ondas y masas. Las ondas transmiten lo que las masas hacen.
Hace mucho disputaba
mi voto en las que fueron mis primeras elecciones; sin embargo, ya no.
Ahora mismo estoy convencido de lo que soy, de lo que son los demás; de lo que
quiero, de lo que quieren los demás; de los que cambian y varían conforme pasa
el tiempo y de los que siguen fieles a sus ideas y a su lucha por mucho que el
tiempo y la injusticia reduzca su imagen o incluso se coarte. Sin embargo,
siento decir que lo he decidido yo solo; no ha hecho falta ningún debate. La
locura es ya una costumbre -cómo vamos a cambiar esto si ya sabemos que el día
de reflexionar es solo el día de antes; aunque, aún sin día de reflexión, los
medios de comunicación ya nos avisan a quién debemos votar-. Yo ya he
reflexionado y no voy a ir en contra de lo que recorre, siempre ha recorrido y,
espero, siempre recorra mis venas. Porque, aunque no esté su presencia, brilla
–y brillará- el color de mi sangre.
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