Elegía epistolar
Querer, poder y hacer son verbos nobles, pero de
difícil parecer; cada uno de ellos tira para casa, dejando un caos en el que,
al final, se pretende el primero, se intenta el segundo y apenas, a veces, se
llega al tercero. En fin, voy a dejarme de giros, vueltas y demás desconcierto
y os confesaré el porqué de estos lamentos:
Aspiraba, tras el trabajo de estos últimos meses
-todo y todos nos hemos sometido a algún que otro examen-, realizar un
análisis, mejor dicho, hacer el análisis
concreto y completo de la realidad que veo, pero no entiendo; pero no he
podido, me he visto incapaz. Por ello, he preferido dejar mi voz en manos de
una carta que recientemente he encontrado entre hojas y libros, y con la que estoy tan conforme y unido, que
hablará mejor que esta boca mía tan confusa y desconcertada:
<< Vida y paz, querida amiga:
Lástima que
haya tardado tanto en mandarte estos pensamientos míos, para nada temporales, y
del todo pesares. Siento que estas líneas lleguen tarde, y duren poco en
nuestro recuerdo, pero las creía necesarias desde hacía mucho tiempo, porque ya
llevaba mucho esperando contestar a todos los mensajes que has hecho
llegar.
Aprovecho
este breve remanso de paz en el que ahora mismo me encuentro para volver a
dialogar contigo, aunque realmente nunca hemos dejado de estar en contacto.
Para empezar tengo que decirte que este mundo cada vez me parece que es una obra
que, en un primer momento parecía una buena idea, pero conforme pasa el tiempo,
el argumento va perdiendo esencia, originalidad, protagonistas heroicos (los
verdaderos héroes están quedando en un injustificable segundo plano),
enseñanzas...; en definitiva, esta Historia ha perdido casi toda su alma. Ya no
sabemos de dónde venimos, dónde estamos o a dónde vamos, aunque este último
mejor que no lo sepamos, para no abandonar la partida antes de hora. Te pongo
un ejemplo para que veas la decadencia a la que hemos sido capaces de llegar, y
con el que quiero que observes lo que ya sabes -eres más sabia que nada-: aquí
sentado, cubriéndome la luz de la mañana que entra por mi pequeña ventana, y
dejándome la mitad del papel a oscuras y la otra mitad del papel elegantemente
iluminado, me imagino una tierna pareja; un matrimonio de jubilados cuyo único
entretenimiento es estar la una junto al otro, y el otro junto a la una,
viendo, oyendo, observando; sintiéndose totalmente libres. En ese momento, se
les cruza la idea de aprovecharse de los nuevos avances que en su juventud no
había, y ver qué ponen hoy en aquel aparato que reina la habitación desde su
elevada posición. Es ahí cuando comienza el mayor drama, pero también la más
divertida escena que puede haber hoy en día; los medios, a cualquier hora y en
cualquier lugar, saben cuáles son los dos elementos claves con los que
consiguen el control de la masa y su poder sobre ellos; dos elementos que causan la
disputa entre una pareja que no ha discutido por nada en sus bodas de oro
juntos: por un lado las programas en los que sus protagonistas apenas saben
cómo se escribe la palabra 'universidad', y que ganan ingentes cantidades de
dinero por su cara bonita -nunca peor dicho-; y, por el otro lado, la seducción política.
De ellas,
únicamente es la política la que considero una verdadera profesión; aunque no
sé si desertar de este convencimiento que, cada vez más, me está dejando
desalentado. Aún sigo sin entender el por qué nos comportamos como nos
comportamos; es decir, un griego dijo -creo que alguna vez ya me has hecho
decirlo- que éramos animales políticos, y el resto de los pueblos, por contradecirle,
han encontrado mil y dos formas de conseguir que, de esa cita, solo tenga
sentido la palabra 'a.....'. A pesar de todo, sí es cierto que se está
demostrando ese pensamiento, porque ahora todo el mundo es político, ve la
política y quiere participar de ella -profesionalmente hablando, me entiendes-;
algo noble. Pero, aún con todo, me da la sensación de que lo que dicen ya me
suena de algo; como si sus palabras ya las hayan dicho otras personas. Se oye
mucho la palabra cambio; sin embargo, a esta situación solo le veo la
palabra nuevo. Estarás de acuerdo conmigo en que 'nuevo' no es
lo mismo que 'cambio'.
El otro día un gran amigo me confirmó todo esto: Walt,
el americano que tú también conoces, puesto que, sabiamente, te gusta mucho
rodearte de los poetas, algo que no te agradeceré nunca lo suficiente, me
confesó, en una conversación personal e intransferible -aunque recomendada-,
opiniones, sentimientos y palabras de las que ya él era pionero, como nación o casta.
Pero a él no se le recuerda -al menos no lo suficiente-; no sé por qué lo nuevo
habla sin cambiar la voz, pero es escuchado con más fervor que lo que
siempre ha estado a nuestro lado. No sé. Siento agobiarte con estas locuras. Lo
siento, si te he ofendido. Pero es que no entiendo muchas cosas; lo peor de
todo es que no sé si las quiero entender, o si ya las entiendo, pero prefiero
vivir en la ignorancia. Ahora que digo esto, voy a rectificar, ya que sí que es
cierto que, aunque seguimos siendo ignorantes en el fondo, lo somos cada vez menos,
y es debido a una paradójica contradicción: es precisamente debido al egoísmo
de unos pocos, que se lucran vendiendo la política como un espectáculo con el
que ganar audiencia, gracias a lo que ahora, repito, ¡ahora!, nos preocupamos
de lo que nunca debimos dejar de vigilar, que es de la política y los
políticos. Tarde nos dimos cuenta de muchas cosas, y en el fondo conocíamos ya
esa 'cara b' que tiene la política. Toda la política del mundo tiene un lado en
la sombra, con diferencias insondables entre cada territorio; lo que cambia en
cada país es la forma en la que actúan los de dentro, los de fuera y los de los
alrededores.
Es por ello por lo que hay cosas que, ya no es que no las entienda,
sino que lo que no entiendo es cómo seguimos actuando del mismo modo una y otra
vez; lo vemos, lo sentimos, lo volvemos a ver, lo volvemos a sentir, y, aún con
todo, seguimos siendo los mismos ante esas...; no sé cómo catalogarlo. Tengo
que decir que me gusta mucho cómo se utiliza tanto esa famosa frase de "la
vida es como una caja de bombones...". Personalmente, no estoy de acuerdo
con lo que su autor quería decir con ella: yo tengo otro concepto de la vida;
aunque voy a suavizarlo un poco... Ya sabes que me gusta dar muchos rodeos,
para luego no decir nada; pero creo que en el fondo digo lo que digo diciendo
lo que quiero y como lo quiero decir, que no es poco:
Para mí la vida no es ninguna caja de bombones, ni de ningún dulce
(¡para nada!); la vida se me asemeja mucho a la Navidad. Pensarás que me he
vuelto loco, y ya sabes que uno nace, no se hace; pero es
cierto: la Navidad es breve, pero intensa; durante un breve período de tiempo
estamos festejando junto con nuestros seres queridos -y gente que vamos
conociendo a lo largo de aquellos días tan alegres-, sin importarnos nada más,
a pesar de que, toda esa luz, oculta un precio muy alto por vivir tanta
felicidad; aun con todo, nos sabe a poco.
A ello cabe
sumarle algo más, y es que hay otro paralelismo que me gustaría hacerte, y que
no se distancia mucho en el tiempo y en la certeza que el anterior: la tan
apreciada y buscada fama, que dirige los movimientos del ser humano en este
nuevo panorama visual, siempre se ha reducido a 15 minutos (una frase famosa y
conocida por todos). De esos minutos de fama, deriva cierto prestigio y, por
qué no decirlo, poder. Bien, en este sentido, a mi modo de ver, gestionamos
este afán de poder tal y como si fuésemos esos niños que fuimos, cuando nos
levantamos la mañana de Reyes y encontramos los regalos que tanto habíamos
ansiado desde la semana anterior cuando aparecieron por primera vez en..., en
efecto, en los medios de comunicación. Y, ¿qué hacemos con esos juguetes? Ya lo
sabes: aborrecerlos. Los cogemos con un fervor injustificado durante las
primeras horas, incluso, por ser generoso, los primeros días, y después,
nada... Nada.
Del mismo
modo pasa con la fama, con el poder...; con nuestros sentimientos y nuestras
palabras -somos tan predecibles, que aun presintiendo lo que el resto va a
hacer, lo dejamos pasar inadvertido, cayendo una y otra vez en un error
interminable... La vida, en sí no es dura, ¡la hacemos nosotros así!-. De tanto
repetir lo mismo una y otra vez, aunque sean cosas que ya hemos oído, pero como
parece que lo dice de una manera nueva -que no cambiada- le hacemos más caso,
pierden el sentido -¿Nunca te ha pasado? Sí; prueba a decir tu nombre varias
veces seguidas y ya verás. Muchas veces oigo tu nombre, y varias veces
seguidas, y casi sin darme cuenta me evado de la situación. Te tengo tanto
cariño, que detesto cómo te tratan los demás-. Volviendo al tema, que ya no sé
lo que digo -espero que no te esté agobiando, ni mucho menos hacer perder tu
tiempo... Estás siempre tan ocupada...-, escucho, de manera muy rápida en el
tiempo, cambios: cambios en el tono, cambios en el mensaje, cambios en el
sentido -esto sí que son cambios; aunque ahora ya no es nada nuevo-. Así somos
los humanos; no sé de qué me extraño. Tantas veces decimos por los demás,
cuando nos estamos mirando a nosotros mismos; tantas veces se dice "nosotros
pedimos", y al poco rectifican a "yo quiero" -¡y encima nadie
dice nada!-. Solo pensamos en una cosa: poder; sin embargo, a veces pienso que,
en ocasiones, los que no tienen el poder pueden quitar poder a quien sí lo
posee, sin necesidad de tenerlo realmente. Pero, claro, se está mejor sujetando
el cetro, ¿verdad? Hablando de esto, me viene a la cabeza alguna que otra
conversación pasada contigo, en la que llegué a una conclusión. No sé si te
acordarás; la de que la humanidad no es monárquica o republicana. No. Y no lo
es porque todos -voy a dejarlo es un simple 'casi todos', porque alguno habrá,
para no perder la esperanza, que realmente sea humilde y luchador- desean ser
emperadores, mientras el resto, pobres bufones, títeres sujetos a los eternos
hilos de la mentira y el teatro (el teatro negativo, el falso;
el verdadero teatro es lo más bello que se ha podido crear, porque de él se
aprende; del otro solo se deriva a la involución) cavamos las fosas en las que
siempre caemos, caeremos y acabaremos.
¿Cómo es
posible que seamos tan predecibles? Y más aún, ¿cómo es posible que aún podamos
ser tan ciegos, de ver injusticias, penurias, robos y muchos más etcéteras, y,
a pesar de todo, se siga manteniendo todo esto? Y más aún, ¿Cómo es posible que
al ver todas estas barbaridades no nos pongamos enfermos al instante, como el
que ve morir a alguien, que, en ocasiones, es eso? ¿Será por costumbre, o al
revés, por falta de costumbre de realmente cambiar? ¿Nos habremos vuelto
conformistas? ¿El mundo, por completo, se habrá vuelto...? Solo nosotros
podemos contestar a todo eso. Pero, ¿sabes qué te digo? La Historia no la
escriben los vencedores. ¡Gran mito y necedad! La Historia la escriben los
historiadores; el resto que se escriba son historietas, es decir, opiniones.
Los que ganan escriben, pero también los que pierden; los fuertes escriben,
pero también los débiles; los que tienen la llave del palacio, y ansían vivir en él,
escriben; los que trabajan en el gallinero, sin quejarse y con la
conciencia tranquila, escriben... Todo es cierto; y te digo más: que el mundo
escriba, el mundo entero, pero que también lean; que ese bagaje pasado no se
pierda, que es nuestro futuro. Hay que aprender de los errores, y de las
victorias (depende de quién las escriba, ¿no?)... Que aumenten las ganas de
aprender, y luego ya las de querer ser.
Puede que
me equivoque; por desgracia, sabes que no del todo. Solo nos queda reír en
estas situaciones de lágrima fácil.
Mi anhelada
amiga, nunca te había visto tan ocupada; rodeada de tanta y tanta gente...
Conoces a casi todo el mundo, y todo el mundo te conoce a ti; otra cosa es que
estén o no contigo..., intencionadamente quiero decir.
Espero que
nuestra hermandad sea por siempre, eterna... A título personal casi te lo
exijo. Deseo que puedas liberarte de tanta carga como sé que tienes en estos
momentos; realmente lo deseo, por el bien de todos. Y espero que esta, tan
esperada conversación, se repita más a menudo; pero en nuestra querida soledad,
viéndonos cara a cara, como solo nosotros podemos vernos. Siento si en algún
momento me he excedido, pero necesitaba desahogarme con quien he pactado mi
amistad, mi pasión... Mi vida.
Sin más,
porque nada más tengo...
Siempre -espero- tuyo,
El
respondedor.
P.D.: Tal vez
suene contradictorio -es deformación de esta que ya hago mi profesión-, pero,
aunque siempre te digo, Locura, que eres lo único que me mantiene cuerdo, ello lo digo por mí; el mundo podría, y debería, considerarte más y tenerte
menos.
Vida y paz,
hermana. >>
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