PARA MÁS
INRI…
Se
aprobó. La nueva ley educativa, tan conocida como enervante, entró en vigor
hace poco menos de un mes y ya ha puesto en jaque otro de los “altares” del
Partido Popular (el término de altar me parece correcto en el sentido de
sacrificio, y no de adoración). La ley a la que hago referencia, por si alguien
no la conoce, es la Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa,
también conocida como “Ley Wert” (no sé cuál de los dos términos irrita más, si
el irónico o el alias).
Como
todo contrato con el diablo tiene una letra pequeña, que, aprovechando la falta
de conocimiento, no se nos permitió leer, esta ley no podía ser menos, y su
aprobación ha supuesto la entrega de nuestra arma más poderosa en concepto de diezmos
y primicias. Y los términos que se imponen, a base de fuego (un fuego que nunca
nacerá en nuestras cabezas, sino en nuestras calles), son los siguientes
(perdonad si me salto los tecnicismos y voy al grano que los impopulares
pretenden evitar):
- Reválidas: Cada alumno tendrá que hacer un examen al finalizar Primaria, ESO y Bachillerato para pasar de grado. A su vez, se sustituye la selectividad por uno de estos exámenes. Pero esto no es tan sencillo como parece, pues si, durante la ESO o Bachillerato, se suspende uno de estos exámenes no se podrá pasar de curso; aún más, si el alumno suspendiera la prueba que se realiza a final de Bachillerato no pasará a la universidad sino que, si lo elige, irá a Formación Profesional. A esta elección se le suma la que los alumnos que finalizan la ESO deberán realizar para estudiar Bachillerato o Formación Profesional.
- Subvención estatal de los colegios privados catalanes: Con esta medida el Estado pretende ayudar a aquellos alumnos catalanes que quieran estudiar castellano y no puedan hacerlo en colegios públicos. Es una medida muy criticada por el alto contenido en contra de las lenguas autónomas y por la falta de ley, tanto que presumen de ella, que tiene el recorte sin precedentes que se realiza en la educación pública mientras se aporta dinero público a escuelas privadas.
- Las “asignaturas troncales” y las “asignaturas opcionales”: El Estado controlará el establecimiento de las “asignaturas troncales”, también denominadas como obligatorias. Estas asignaturas varían en cuanto al grado educativo. Así, en Primaria son Lengua, Idioma Extranjero, Matemáticas y Ciencias; mientras que en Secundaria son Biología y Geología, Geografía e Historia, Física y Química, y Economía. En otras palabras, pretende reducir el gasto público a base de convertir España en un país, grande y libre; reduciendo, poco a poco, la autonomía de las comunidades.
Las medidas
anteriores tienen un carácter
inusual y poco partícipe con las libertades y derechos que se hacen acopio en
la Constitución que tanto presumen defender por el bien de los españoles; sin
embargo, las medidas más “mezquinas” a las que hay que agradecer, por si hay
algo que puede llamarse agradecimiento, por enseñarnos el verdadero carácter e
ideología del Partido Popular son las siguientes:
- Enseñanza privada concertada: El Estado no garantiza que los alumnos tengan una plaza en un centro público durante Primaria y ESO. Así, se tira por los suelos el derecho que, en teoría, tienen todas las personas para recibir una educación pública y gratuita.
- La religión: La asignatura de religión adquiere más fuerza y contará en el expediente académico, contabilizando, por ejemplo, para pedir una beca. A su vez, Educación para la ciudadanía desaparece, a favor de la opinión de la Iglesia católica, y por ende, a la del partido que gobierna.
- Subvenciones para los colegios sexistas: Los colegios exclusivos para chicos o chicas recibirán ayudas estatales, siempre que justifiquen que la segregación sea equiparable con la del resto de centros.
Con todo ello, el Partido Popular quiere establecer las características que
toda persona debe de tener para seguir estudiando o, simplemente, para
estudiar: tiene que tener dinero suficiente para pagar lo que ellos llaman
“educación pública”, fe absoluta en Dios y conocimiento especializado para
rezar, y ser un chico. A juicio del gobierno, el gasto público debe anteponerse
a una buena educación (sin nombrar sanidad, pensiones, y una larga lista de
derechos que, al parecer, entorpecen el progreso del país). Así, debe
anteponerse la fe al conocimiento sobre las leyes, los derechos y la forma de
ser un buen ciudadano; y, por supuesto, la segregación es indispensable para
facilitar la educación.
Por su parte, no se quedan con la palabra en la boca, y ante las críticas
que reciben el ministro Wert, y su ley en educación, tienen una respuesta: “la
educación es algo más que las notas”. Les voy a dar la razón porque, en esta
afirmación, la tienen. La educación consiste en aprender y formarte para que,
en un futuro, se puedan poner en práctica los conocimientos adquiridos, tanto
en materia educativa, propiamente dicha, como en lo referido a civilidad; sin
embargo, ¿cómo pretenden que tengamos educación si no quieren que nos eduquemos?
Así, reconozco que educarse es algo más que una nota, pero voy a permitirme dar
otra afirmación innegable: el gobierno es algo más que los votos. ¿Cómo quieren
que seamos pacientes ante las medidas del Partido Popular y, a su vez, educados
con las personas que están realizando recortes en todos los ámbitos de la
sociedad para reducir el gasto y al mismo tiempo aparecen datos donde se
refleja que esas mismas personas se han llevado excesivas cantidades de dinero?
Al menos, el Partido Popular nos ha enseñado su verdadera
naturaleza conservadora (la cual nunca ha ocultado) y con ella ha traído una
reconversión de nuestro “Estado laico y aconfesional” por un “Estado católico,
apostólico y romano”, característica que me recuerda, no sé por qué, a un
gobierno que hubo en España durante casi 40 años. Sin embargo, si de verdad se
creyeran tan católicos como dicen, o al menos demuestran, seguirían las
enseñanzas que predicaba un tal Jesucristo, las cuales pretenden inculcarnos
sin saberlas ellos. Para Jesús la prioridad es ayudar a los más necesitados,
tenderles la mano y darles lo que necesitan; sin embargo, quitan ayudas a los
dependientes, es decir, a los que tienen alguna enfermedad física o mental,
recortan en los ámbitos básicos de la sociedad, pero lo que sí que cumplen es
su compromiso con la Iglesia.
Voy a permitirme revelar una afirmación indiscutible
y tan obvia que ha estado oculta durante años por una sombra crucificada, esta
verdad es tan reconocible que “las cruces no nos han dejado ver las iglesias” y
que, a pesar de que se puede trasladar a todo el mundo, prefiero concretar en
nuestro país, porque es aquí donde se identifica con mayor claridad: en España
nunca ha reinado una corona, ni nacional ni extranjera; nunca ha gobernado “la
Pepa”, una Tristana adelantada a su
tiempo, que quiso cambiar la situación de un país atrasado y que sucumbió bajo
la autoridad de un hombre autoritario y que devolvió a España la “cordura”
perdida por el progreso; ni siquiera una bandera tricolor ha llegado a dirigir
este país; España ha estado, está y estará regido por una cruz cuyo peso es tan
grande que aplasta a todos los ámbitos de la sociedad.
Para simplificar esto voy utilizar una historia
popular, pues tras esta nueva ley será lo único que nos quede para aprender
algo sin estar influenciados por ninguna ideología:
Cuentan que existe un viejo loco
que se caracteriza por vestir luto, a pesar de que no se haya casado con nadie,
y que obliga a la gente a dirigirse hacia él como “Padre”, aunque ninguno
seamos sus hijos, al menos no reconocidos. Este viejo loco tiene mucha
influencia en todos los estamentos sociales, debido a que afirma ser un gran
sabio, y, así, sus enseñanzas son escuchadas por todos y le siguen a pies
juntillas, con los ojos tapados y, ya puestos, con las manos clavadas. Los
motivos de este seguimiento nadie los conoce, puesto que los únicos estudios
que se le reconocen tener son la lectura rápida de un extenso libro, algunos lo
llaman “el libro gordo de Petete” y otros las “Sagradas Escrituras”, y un
estudio personalizado del Lazarillo de
Tormes. De esta forma, utiliza estos supuestos conocimientos para atraer
seguidores, consiguiendo fieles y adeptos, y, casi sin saberlo, ya controla las
bajas y altas instancias de la sociedad. Sin embargo, aunque sus enseñanzas son
de una salvación a través de la solidaridad y el amor fraternal, en él se
produce una peculiar contradicción, pues la austeridad y el reparto de las
posesiones entre la gente que más lo necesita se convierte en un afán por
poseer las mayores riquezas posibles, y el amor fraternal no significa nada
frente a lo que él llama “Cruzadas” o “Guerras Santas” para luchar contra las
personas que creen algo diferente a él.
Todo el dinero y el poder que
este viejo loco ha conseguido han sido a base de tretas y artimañas, engañando
y predicando cosas que, para él, están lejos del ejemplo. Así, consigue las
cosas, más que gracias a Dios, lo hace gracias a la ignorancia del pueblo. Por
supuesto, no le importa a quien se lleva por delante, pues él vive un auténtico
“paraíso en la Tierra” y, por este motivo, intenta evitar la muerte, por si
acaso se produce la casualidad de que es cierto lo que predica y se da de
bruces con los “juicios divinos”, y, al paso que va, dudo mucho que este viejo
loco muera y, así, su influencia perdurará por los siglos de los siglos.
De esta forma se comprueba lo que
el pueblo sabiamente dice, pero no hace caso: el diablo sabe más por viejo que
por diablo, aunque tenga de ambas cosas.
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