MEDIOCRACIA

MEDIOCRACIA

Podría escribir todo lo que se me pasara por la cabeza, y más, una vez recontados los votos tras el 20-D... Podría. Como también podría realizar un último artículo político donde recopilara mis pensamientos, opiniones y sentimientos acerca de este mal nombrado arte, y que sirviera para las décadas posteriores sin apenas retocar un par de comas y tres adjetivos.
Sin embargo, prefiero analizar el denominado, promocionado, y ya atragantado, "debate decisivo" del 7-D -con tanta sigla, tanto número y tanta abreviatura voy a acabar por abreviar también mi voto-.

Me gustan bastante los retos, sobre todos los que conllevan ciertos riesgos -aunque ninguno vital-. Es por ello por lo que voy a realizar algo inusual, aunque me he inspirado en algún caso ocurrido anteriormente -no obstante espero que no sea nada habitual en el periodismo... Eso espero-. De esta forma, voy a realizar una especie de Hermann Tertsch, quien escribió hace tiempo un artículo donde comentaba y menospreciaba una huelga -algo habitual-. Sin embargo, sus comentarios los escribió antes de que la huelga llegara a realizarse -sin comentarios-.
Voy a arriesgarme del mismo modo, porque es fácil adivinar, más o menos, lo que va a pasar. Así que hoy, día 6 de diciembre, cumpliendo nuestra Constitución 37 años -le falta poco para entrar en la crisis de los 40-, voy a analizar el "debate decisivo", el "debate histórico" -se usa la palabra Historia con demasiada facilidad y frivolidad-,  el debate a secas que ocurrirá mañana. Por ello quiero avisar que, a partir de ahora, todo lo escrito se debe entender como si se leyera dos días después. Bienvenidos a las nuevas costumbres del futuro:

O tempora, o mores! Qué bello es rememorar el pasado; echar la vista atrás y contemplar que han cambiado muchas cosas... ¿O tal vez no? Esta duda me lleva acechando todo el día, toda la semana, todo el mes. Pero en especial llevo pensando en cómo, sin cambiar nada, cambia todo, desde que anunciaron el debate de anoche. Un debate dirigido a todo el pueblo español; sin embargo, ¿participaba todo el pueblo español en ese debate? Bien, vamos a ir analizando, poco a poco, aunque brevemente, para no agobiar, las características que lo envolvían.
En primer lugar, llevan semanas anunciándolo; una y otra vez, con el fin de ser lo más visto de la noche. Enhorabuena, lo han logrado. En segundo lugar, los mediadores del debate, Vicente Vallés y Ana Pastor, nos han ido contando los detalles de lo que iba a ser el debate para que nada nos pillara desprevenido. En fin... En este punto me gustaría señalar un comentario que le escuché a Vicente Vallés y que intentaré trasladar lo más literal que pueda porque no tiene desperdicio: "La gente quiere ver un debate a cuatro"... ¿Solo a cuatro? ¿En serio eso es lo que queremos? Bueno, está bien que nos recuerden lo que queremos los demás.

Durante todo el día de ayer solo se nombraba en la televisión -al menos en Antena 3 y La Sexta- la palabra debate. Parece ser que el problema de los refugiados, la guerra en Siria, la crisis, el paro, etc., etc. etc. se han acabado. Me alegro. No obstante, al llegar las cinco de la tarde ya no podía más... Todo el día repitiendo lo mismo una y otra vez; lo mismo una y otra vez; lo mismo una y otra vez... Y, por fin, llegó el tan "esperado" momento; la escenografía no podía ser mejor: un plató totalmente blanco, puro. Los representantes entran en escena: PSOE y PP, es decir, Pedro Sánchez y Soraya Sáenz de Santamaría, uno en cada extremo del "escenario"; Rivera e Iglesias en el centro -¿casualidad?-. Los nuevos con una ligera informalidad: camisas claras con el fin de transmitir cercanía, y, por qué no, para disimular algún que otro "camacho" en las axilas. Mientras que Sánchez y Santamaría seguían con su particular y tradicional estilo. El resto ya os lo podéis imaginar; decían lo mismo que dicen siempre. ¿Queréis un resumen por si os lo perdisteis? Fácil. Las palabras más repetidas de Soraya eran "PP" y "nuestro presidente, Mariano Rajoy"; las de Rivera eran "renovación", "cambio" y "nosotros proponemos"; las de Sánchez, "el Partido Socialista", y, finalmente, las de Pablo Iglesias eran "nosotros decimos" y "nosotros somos". Aparte de eso un par de ataques, un par de sarcasmos, ligeras risas, promesas y más promesas, y, por supuesto, el "last minute", el minuto final para volver a repetir lo mismo y lo mismo y lo mismo.

Atresmedia realizó, según palabras suyas, un gran despliegue especial y espacial para conseguir realizar algo que en España nunca se había producido: un debate al más puro estilo estadounidense -Spain is not so different-; sin embargo, se les olvidó una cosa: la democracia comunicativa -Oh, sorry. Spain is different-. Es curioso, ¿verdad? Los telediarios, antes de tratar el tema de las elecciones, no dejan de repetir que lo hacen según las reglas establecidas, dedicando el tiempo estipulado a cada partido, dejando al para el final -lógicamente- a los partidos de reciente creación. Y, sin embargo, en los debates, los partidos que acaban de surgir parece que son mucho más importantes que los que ya llevan años y años en el Congreso, aunque solo tengan tres diputados. Eso da igual; por muy mínima que sea la representación, si están representados, significa que una parte del pueblo quiere que tengan presencia, y eso debería ser respetado. Pero, claro, se buscan nuevas formas de audiencia, es lo que denomino la seducción política; la traición a la sensatez. Ahora entiendo por qué se llaman medios de comunicación, ya que solo llevan a la mitad de los que quieren comunicar.

En este punto, quisiera recomendar fervientemente un capítulo de la serie Cuéntame cómo pasó -la cual opino que va a acabar por adelantarnos y predecir el futuro de España-. Parece una tontería, pero el capítulo al que hago referencia me hizo abrir ligeramente los ojos sobre la realidad de este país y de su Historia: se trata del episodio en el que se producen las primeras elecciones democráticas tras una larga y blanquinegra -más bien negra por completo- dictadura; y en concreto, quisiera recomendar el final del mismo, en el que Miguel -el hermano de Antonio Alcántara, por si alguien no está puesto en esta serie- analiza los resultados con gran pesar. Sus palabras, reducidas en el tiempo y envueltas en el pesimismo y la melancolía, son la perfecta analogía de la situación actual. Confieso que jamás aprendí tanto de una serie, y a ese sencillo momento he de agradecer mi sentir existente.

¿Dónde estaban 'Ciudadanos' y 'Podemos' hace dos décadas? Con ello no quiero reducir la democracia -Suárez me libre-; me alegra mucho que surjan partidos nuevos y que tengan las mismas oportunidades -repito: las mismas oportunidades- que los partidos tradicionales. Eso sí, los partidos tradicionales no deberían quedar relegados a un segundo plano. ¿Qué tienen más importante estos partidos renovadores de lo que no tengan otros como IU o UPyD? ¿Ellos no son más dignos de participar en un debate democrático como todos los demás? Precisamente si me alegra de que la democracia permita el surgir de nuevos partidos, también me alegraría una lucha igualmente democrática, no solo en las urnas -que obviamente se disputará a elección del sentir libre y voluntario de los ciudadanos-, sino también en los medios de comunicación, los verdaderos agentes de la victoria o derrota, de que se vote más o menos, en este siglo de la comunicación. No es justo. Es censura. Y no se debería permitir.

Lo llamaban "debate decisivo" -siento repetirlo, pero es que sigo son creérmelo-. Según los cientos de anuncios del mismo, las entrevistas a los presentadores y demás, el debate de anoche iba a permitir que los votantes indecisos pudieran definitivamente establecer su voto:
Señoras y señores, les presento la mediocracia. ¿Con los discursos de anoche podemos ya elegir a nuestro futuro presidente? Ya. Entonces nuestro presidente solo está entre cuatro personas; cuatro representantes. En mi opinión, la política ha muerto. Es la era de la mediocracia -incluso miedocracia-, es decir, el poder de los medios; tal vez también sea el poder de la mitad. Ahora ya no hace falta que se prometa, se mienta o lo que quiera que los políticos usaran antes; ahora solo hace faltan dos cosas: ondas y masas. Las ondas transmiten lo que las masas hacen.

Hace mucho disputaba mi voto en las que fueron mis primeras elecciones; sin embargo, ya no. Ahora mismo estoy convencido de lo que soy, de lo que son los demás; de lo que quiero, de lo que quieren los demás; de los que cambian y varían conforme pasa el tiempo y de los que siguen fieles a sus ideas y a su lucha por mucho que el tiempo y la injusticia reduzca su imagen o incluso se coarte. Sin embargo, siento decir que lo he decidido yo solo; no ha hecho falta ningún debate. La locura es ya una costumbre -cómo vamos a cambiar esto si ya sabemos que el día de reflexionar es solo el día de antes; aunque, aún sin día de reflexión, los medios de comunicación ya nos avisan a quién debemos votar-. Yo ya he reflexionado y no voy a ir en contra de lo que recorre, siempre ha recorrido y, espero, siempre recorra mis venas. Porque, aunque no esté su presencia, brilla –y brillará- el color de mi sangre.

AYLAN O CÓMO PERDER LA FE

AYLAN O CÓMO PERDER LA FE

¿Por qué? Qué noble y, al mismo tiempo, indómita pregunta con una difícilmente hallable respuesta. Pero no me importa; porque quiero hacerla, porque estoy dispuesto a preguntármelo a mí mismo, para empezar, y más tarde hacérsela a quien tiene los medios y no llega a ningún fin; porque es necesario preguntarse esto en un momento crucial de la "supervivencia" de este continente, o al menos de las instituciones que lo controlan, y, sobre todo, de la supervivencia de las conciencias de sus ciudadanos, o al menos de los que ni siquiera se dignan a hacerse esta pregunta -que espero sean pocos-.

Es por ello que empiezo con esta pregunta, la primera de muchas que voy a ir planteando a lo largo y ancho de estas líneas, y que ansío que se conviertan también en las vuestras, en las de todos los que quieran leer esto y hagan caso, atiendan y presten atención a lo que significan -algo que muy pocas veces se hace-.

¿Qué somos? Nos lo hemos preguntado desde el inicio de nuestra existencia con múltiples, diversas, disparatadas, poéticas, filosóficas y cualquier adjetivo que se le quiera poner a las respuestas que se han aportado durante todos estos milenios que cargan nuestras espaldas.
¿De dónde venimos? Otra de las cuestiones que nos hacemos y que va pareja a la anterior y a otra que tiene un sentido último a esta que se plantea: ¿a dónde vamos? De igualmente difícil contestación.
Sin embargo, estas tres preguntas, que ahora recuerdo y dispongo a la reflexión, es la que durante años, y con mucha mayor razón que la filosófica de la humanidad, se llevan haciendo las millones y millones de personas, familias enteras en la mayoría de los casos, que vagan por el mundo buscando un hogar, que no sea destruido por bombas,  donde vivir -repito: ¡vivir!- con sus seres queridos.
Hablo en general sobre este tema porque, aunque ahora está en boca de todos los miles de refugiados que llegan al continente europeo desde zonas de Oriente Próximo, sobre todo Siria, este problema no solo se concentra en esa zona, sino que es una situación que se extiende por todo el mundo; zonas en continua guerra de África, América del Sur o Asia, donde la gente no puede estar en paz porque otras personas tratan de conquistar esa tierra y obtener un poder que no deben tener.

¿Cuándo empezó todo esto? Cuándo empezó la guerra, os preguntaréis; fácil contestación, difícil solución, puesto que empezó cuando empezó todo, y acabará cuando acabe todo. La guerra empieza cuando se crea su creador: el hombre. El hombre, un animal sin solución.
Siempre ha habido guerra; lo raro sería encontrar un momento de paz en toda nuestra Historia. Irónicamente, la zona donde se originó la vida humana, África, es donde menos se demuestra esa evolución; y la zona donde surgieron las sociedades complejas, Oriente Próximo, es donde menos se demuestra esa complejidad humana, así como la zona donde hay posibilidades de que se ponga fin a estas sociedades, aunque esperemos que no sea la zona donde se ponga fin a la vida humana. Aun así, y aunque sea muy pesimista, esta última consecuencia sería la única solución.

¿Por qué hay guerra? El hombre lucha por muchas razones; tal vez una de ellas sea, simplemente, porque somos eso mismo, hombres, y está en nuestra naturaleza: homo homini lupus. Tenemos sed de violencia, y de manera gratuita, aunque luego el precio que pagamos sea muy caro. A su vez, si no hay justificación para luchar, se busca: el poder, la ambición, la venganza, la búsqueda de espacios más grandes de desarrollo, y muchos más etcéteras interminables por el momento.
Solamente hay que hacer un breve resumen a la Historia del hombre. Y ni siquiera a toda, solamente a la más reciente: en un siglo, dos guerras mundiales, y, cuando se acabaron, una Guerra Fría, en la cual se dispusieron las bases del Nuevo Orden Mundial de la situación bélica actual. Me quiero expresar bien en este último caso porque es de vital importancia que se me entienda, porque lo que estamos viviendo ahora es la consecuencia de unas actuaciones que se llevaron a cabo hace poco menos de medio siglo.
Cuando Estados Unidos y la URSS eran los líderes del mundo se lo repartieron -sí, sí, como lo estáis viendo: se repartieron el mundo y sus habitantes como piezas de ajedrez en una partida mortal-. Tejieron sus influencias por todos y cada uno de los países existentes en la época, crearon otros, eliminaron algunos y dividieron el resto (como Alemania). Todo ello llevaría a que, cuando la URSS desapareció, todas estas acciones trajeron sus consecuencias: Estados Unidos ya no tenía peligros para actuar en otros países y los dejaron actuar a su aire, aunque sin ayudarles a reestructurarles, por lo que el caos que dejaron allí trajeron revoluciones y guerras que aún duran: Oriente Próximo es el mejor ejemplo, donde el petróleo fue la mejor excusa para intervenir en todos estos países durante décadas y décadas, cambiando gobiernos a su antojo, apoyando grupos terroristas, que más tarde serían enemigos, y cualquier acto con tal de tener el control sobre ellos -Sangre por petróleo. ¿Os suena?-.

¿Actúan, entonces, ahora por enmendarse? Perdonad que me ría en un asunto tan serio, pero... ¿Creéis en serio en ello? Veréis, cuando a Gorbachov le dieron el Premio Nobel de la Paz se lo entregaron por su intento serio de ayudar a la humanidad a dar media vuelta en una carrera que la estaba llevando al abismo. Mientras Reagan ganó la Guerra Fría, Gorbachov ganó la amistad, apoyo y admiración de toda la humanidad –incluyéndome a mí-, excepto en su país. Sin embargo, el daño ya estaba hecho, y la larga sombra de ello aún perdura, no solo en los países donde se hizo, sino en la propia conciencia del país originario de este daño: Estados Unidos, el cual siguió interviniendo en todo aquel país donde no se jugaba el mismo juego que ellos querían.
Es curioso, sin embargo, que intervengan en muchas guerras en las que nadie les ha pedido entrar -algunas incluso las inician ellos-, pero luego nunca hacen nada en otras a las que el mundo entero les pide que acaben con ellas. O ya no eso, sino que obliguen a todo el mundo a hacer lo que ellos hacen, y luego en crisis como la de Grecia -de sentido económico y también humanitario- ni siquiera abran la boca.
No obstante, esto ya es habitual -me viene a la cabeza un viejo chiste que me contó un profesor hace un par de años: ¿cuál es el país que avisa antes de asustar? EE... ¡UU! Aunque pensándolo bien, Estados Unidos nunca avisa antes de asustar, y eso que ya tiene experiencia asustando-.

¿Sabéis qué estoy haciendo ahora? Informarme; hacer algo de lo que muchos no pueden presumir: hablar sabiendo de lo que se habla. Estaré errado en muchas cosas, y lo admito, porque aún soy joven e inexperto, pero aun así quiero hablar y saber, opinar y aprender...
La guerra siria ya ha causado graves problemas humanitarios dentro y fuera del país. Sin contar las incontables muertes, la guerra ha llevado a cientos de miles de personas a abandonar sus casas: dentro del país el número de desplazados roza los 7 millones (5,5 millones son niños), y fuera de Siria los refugiados suman ya más de 3 millones, un millón fueron refugiados en el Líbano en 2014 -todo ello son datos de ACNUR, la Agencia de la ONU de Refugiados-. Un auténtico drama, y, sin embargo, cuando los refugiados llegan a Europa, aunque aún no alcancen estas terribles cifras, los dirigentes de los países europeos tiemblan injustificablemente.
Para hacernos una idea: hasta ahora son 330.000 las personas que han llegado hasta el continente europeo. La mayoría trata de llegar a Alemania, lógicamente, porque es el país más desarrollado en estos momentos en Europa. Menos mal que, por el momento, la todopoderosísima Merkel hace todo lo posible, incluso peleándose con sus socios, para acoger a los refugiados que van llegando -por primera vez digo: gracias, Angela-. Sin embargo, mientras que otros países, como Grecia, cuya situación es francamente infrahumana, hacen todo lo posible por acoger a todas las personas -porque recordemos que son personas- que su economía puede, Austria, cuya desarrollo está por encima de Grecia, anuncia que pronto cerrará las fronteras: ¿lógico?; ¿humanitario? En fin...

¿Cuándo pensamos en estos asuntos? Cuando únicamente los vemos a las puertas de nuestros hogares; cuando vemos cómo nos pueden afectar en nuestras vidas, en nuestras economías -todo gira en torno al poderoso caballero-; cuando realmente, a pesar de que es un problema continuado, solo lo anuncian en los medios de comunicación.
¿Cuánta atención le prestamos? Diez minutos en los debates políticos y quince en los telediarios, poco más. Después de ello volvemos a temas "más importantes" como los fichajes del Real Madrid; la última película de Pedro Almodóvar; que se nos queman las lentejas; ese pantalón que no combina con esa camisa o cualquiera de los trágicos contratiempos que asolan nuestras ajetreadas y trascendentales vidas, mientras las de otros están en verdadero peligro.
No obstante, yo soy el primero en juzgarme, en escribir sobre este asunto cuando lleva años sucediendo; el primero en criticar que solo me interese por este problema cuando sale día sí día también en la televisión; el primero en valorar la importancia de este asunto cuando realmente abro los ojos para verlo; el primero en dejar de hablarlo cuando dejen de hablarlo los demás medios. Sin embargo, que sirva esto para abrir los ojos de los demás; que valgan estas líneas para atestiguarlo, para que no se pierda en el olvido, para recordárnoslo y aunque no hablemos más de ello, al menos hagamos algo para reducir su efecto -donar, ser voluntario, participar en actos; cualquier cosa, por poca que parezca, es un mundo para estas familias-.

¿Por qué escribo esto varios días después? La imagen de Aylan ha perturbado mi conciencia y me ha conducido a escribir esta... ¿Epístola? Para redactar este... ¿Artículo? Da igual como lo llaméis; va dirigido a todos vosotros -a mí, como ya he dicho, el primero-. Y si lo he publicado días después de lo sucedido, una vez pasado un fin de semana entero -para los refugiados, interminable, lleno de innumerables problemas; para nosotros, quién sabe si lleno de trabajo o de fiesta- ha sido para comprobar si aún nos acordamos de este asunto, de aquella foto de un niño tumbado sobre la arena de una playa sin ningún signo de vida; para comprobar si aún se debatía sobre cómo afrontar el problema.
Es cierto que varios dirigentes, como David Cameron o nuestro querido Rajoy, han admitido que harán todo lo posible para acoger al máximo de personas posibles tras ver la foto de Aylan -es vergonzoso que tenga que ser un niño fallecido el que despierte un poco de humanidad en nosotros-. Sin embargo, todo está por ver, puesto que mientras unos dicen 'ayudaremos', otros –no quiero nombrar a nadie y menos a Xavier García Albiol- pretenden 'limpiar' los pueblos de estas personas e incluso dejarles sin derechos como la sanidad. Menos mal que aún quedan comunidades, como Navarra o Aragón, hermanadas algunas con zonas de Oriente Próximo -al final todos somos hermanos-, que ya se han comprometido a acoger a estas familias.

Algunos os preguntareis: ¿a qué o a quién se refiere cuando pone la pérdida de fe? Cada uno que piense o crea en lo que quiera. Yo solo digo que, por el amor de Dios, de Alá, de Buda, del Karma -por su amor, recordemos antes de nada, se han cometido auténticas atrocidades con el fin de qué: ¿de poder, de un imperio, de una salvación? Dudo que se hayan ganado una parcela en el Paraíso quitándole a las personas sus parcelas en la Tierra a base de guerras-... ¡Da igual por qué amor lo hagáis! Pero, por favor, miradles a los ojos: son personas; son hombres, mujeres; son niños, ancianos; son personas... Hermanos, en definitiva.

¿Vale realmente la pena? No; no sé si he perdido la fe en Dios o en el hombre. Lo que sí sé es que esto no tiene ningún sentido: nunca se debería haber empezado, y, no sé por qué, algo me dice que nunca se va a acabar, porque los que pueden evitarlo no lo hacen.

¿Queda alguna pregunta más por hacer? Eso solo depende de vosotros. Ya lo he dicho antes: esta epístola o artículo o como lo queráis llamar va dirigido a todo aquel que quiera leerlo, entenderlo y recordarlo. No sé si queda alguna pregunta en el tintero -un tintero lleno de sangre-, pero he llegado a la conclusión de algo que he puesto antes: la pregunta de qué somos: somos personas, humanos, hermanos que, en vez de ayudarnos fraternalmente, nos estamos peleando por un regalo que nos han hecho nuestros padres (llamadlo Padre Dios o Madre Naturaleza, a vuestra elección).
Dejémonos de hacernos preguntas y hagamos algo... ¡Actuemos! Actuemos para evitar lo que vemos, para mejorar lo que tenemos y para conservar lo que consigamos... Actuemos por algo, lo que sea, pero por algo que sea beneficioso para todos... En definitiva, actuemos en vez de quedarnos en una profunda oscuridad, atónitos, temerosos, dudando -como aquel sabio diría- "viviendo vidas que ningún mortal se hubiera atrevido a vivir" -parafraseando a aquel sabio que lo dijo-.

Os lo pido de tal forma que me lo reiteréis a mí también para que no se me olvide que yo he de actuar del mismo modo, por nosotros, por Dios, por Aylan, por su hermano igualmente fallecido, por nuestros hermanos, por todos aquellos cuyos pies van donde va el corazón, por todos... ¡Actuemos!

No me llores, Helena

No me llores, Helena

Quién pudiera decir que en el país donde han nacido unas ideas tan valiosas como el poder del pueblo, fuera su propio pueblo quien tuviera la decisión de poder. Quién pudiera decir que en la tierra donde nació, en cierta manera -y con mucho cuidado de decir lo siguiente-, la propia Europa, fuera precisamente ésta quien se encargara y preocupara del cuidado del territorio donde nació. Sin embargo, esto es lo lógico, y lo lógico nunca es; la gente nunca decidirá sobre ella misma, y los hijos, cuando crecen, se olvidan de sus padres.

Esto mismo es lo que le está pasando a Grecia, una zona que siempre ha estado en una esquina, territorialmente hablando, aunque también en nuestros pensamientos y nuestra actitud hacia ella, y que, sin embargo, su importancia histórica ha sido tal que ya no queremos acordarnos de ella porque, claro está, si la recordáramos, nos perjudicaría. Eso precisamente quiero hacer en estas modestas, erradas y mediterráneas líneas: asustar, perjudicar y, sobre todo, recordar a Europa lo que significa Unión Europea, pero más que nada Unión.

Tal Odisea comienza por analizar la Historia de Grecia. Un ardua tarea, que intentaré simplificar, pero que conviene señalar por sus semejanzas relativas con lo que ocurre en la actualidad, y así lo pretendo demostrar: Las dos primeras y grandes civilizaciones europeas tuvieron lugar precisamente en lo que ahora se conoce como Grecia, la micénica y la minoica; en especial esta última, situada en la isla de Creta, la cual dominaba los mares, política y comercialmente, hasta que la civilización continental (micénica) acabó por dominarles -¡con el continente nos topamos!-. No obstante, para bien o para mal, paso a paso se forjó una civilización propia, con una cultura única y un pensamiento fascinante, que fueron extendiéndose progresivamente por el Mediterráneo. Sin embargo, la ambición persa que ya se había extendido por Asia vio en esta zona una importante localización de expansión. Griegos de diferentes zonas -los más famosos, los espartanos-, lucharon por la libertad de su pueblo; mas, finalmente, los persas los conquistaron. Aunque nunca se dieron por vencidos y, tras numerosas luchas, expulsaron al invasor persa definitivamente -¿se liberarán finalmente los griegos de este su nuevo invasor?-.

En esta época, Grecia seguía dividida en numerosos Estados que causaban luchas entre ellos por el dominio y la hegemonía helénica - una pequeña Europa que se disputaba el poder-, a pesar de que sería en estas pequeñas polis donde se gestara el origen de unos principios políticos que regirían el mundo occidental hasta la actualidad - políticos he dicho; puesto que los éticos no sé si prevalecieron-.  Sería un joven macedonio quien unificara, no solo Grecia, sino todo territorio que se extendía por Asia hasta la India, en su búsqueda, no de conquista y dominación, sino de unidad de los diversos pueblos y culturas -la suma de las partes a veces lo es todo-. Este sería el momento de mayor esplendor de la cultura helénica, cuya obra ejemplar es la Venus de Milo, y sería después de este período, y no durante él, como señalaba Plinio El Viejo, cuando "Cessavit [...] ars" ("el arte desapareció").

Tras ello volvemos nuevamente a siglos de ausencia de autodeterminación griega, primero con los romanos y más tarde con la invasión otomana, así como numerosas conquistas de los imperios francés y británico en sus diversas islas durante los siglos del imperialismo - un imperialismo que no sé si ha dejado de existir-. A pesar de ello, Grecia consiguió liberarse de los turcos a principios del siglo XIX... ¿Por cuánto tiempo fue libre? El mismo tiempo que duró la paz en el resto del continente: la Primera Guerra Mundial fue catastrófica para Grecia; peor sería la Segunda, en la cual Grecia fue conquistada y destruida brutalmente por el ejército nazi. ¡Qué bello sería decir que los Aliados (Gran Bretaña, la Unión Soviética y Estados Unidos) pretendían liberar a todos los países y dejarles en paz! ¡Qué fácil hubiera sido hacer eso! Pero más fácil fue hacer lo que hicieron: repartirse, literalmente, sus influencias; en el caso de Grecia, entre la URSS y Gran Brestaña, que llevaron a una guerra civil tan cruda que sus efectos traspasaron el tiempo, puesto que el Laocoonte ya lo representaba. Se podría decir que en Grecia comenzó la Guerra Fría; se podría decir que en Grecia comenzó todo.

Siento que todo lo anterior haya parecido una lección histórica aburrida, simple y más propia de las clases de instituto que de este espacio; pero era necesario empezar por el pasado para ver el presente de Grecia:

1 de enero de 1981, fecha que ningún heleno olvidará por ser su ingreso en la Comunidad Económica Europea -predecesora de la actual Unión Europea-, y en 2001 adoptó el euro. En todo este período, el país vivió un espectacular crecimiento debido a las inversiones de empresas del resto de países europeos, hasta que llegó la palabra protagonista del siglo XXI: la crisis. Pero en Grecia fue mucho peor, pues durante los gobiernos del partido de derechas Nueva Democracia, que se alternaban con los socialistas del PASOK, se ocultaron los verdaderos datos que sufría el país, causando un gran déficit público, numerosos recortes, un paro que rozaba el 30 % y unas consecuencias que se observaban en los numerosos suicidios que se podían ver en los informativos. Poco a poco el descontento se hacía patente en un pueblo que reacciona de forma muy expresiva ante los hechos y que, ante esta situación, hicieron llegar a su país una palabra que se escucha últimamente mucho en nuestro país y a la que le ponemos una "coleta": hicieron un cambio. SYRIZA, la coalición de izquierdas dirigida por Alexis Tsipras llegó al poder en 2015, con intenciones de cambiar la situación insostenible del pueblo griego, aunque Europa no se lo iba a poner tan fácil, entre otras cosas, porque por primera vez la dos palabras más usadas por el PP español tenían sentido en Grecia, y es la de "herencia recibida" que había sumido al país en una gran ruina y una ingente deuda con Europa que no se iba a pasar por alto, porque eso supondría ayudar sin recibir nada a cambio -¡qué locura!-. Las presiones, los recortes, la austeridad seguían; las criticas infundadas al pueblo griego iban en aumento (como todos los países del Mediterráneo los griegos no iban a ser menos vagos que el resto, según los del Norte), y las exigencias y préstamos debían ser correspondidos.

Finalmente, y con una gran lección de sangre fría por parte de los helenos, el Gobierno de Tsipras decidió realizar un referéndum para aprobar o no la política que le imponían los griegos. Y al séptimo día -de corralito-, el referéndum finalizó con un victorioso, y celebrado, al menos por una parte de Europa -yo entre ellos-, ΌΧΙ (NO) -un όχι que ya dijeron contra Alemania hace algo poco más de setenta años-, lo que significaba enfrentarse con valor a Merkel y sus discípulos. A ello se sumaba la inesperada dimisión del ya mítico ministro de Finanzas griego Varoufakis, según él para mejorar las negociaciones, según yo porque un día más con la Troika y sus puños iban a salir a pasear. Y después de esto, ¿qué preocupaba a los alemanes y al resto de Europa? ¿que los griegos podrían arruinarse? No. Solo pensaban en que Grecia podía acercarse a la "todotemerosa" Rusia. Tanto es así que el país de la libertad, Estados Unidos, que hasta este momento estaba en la sombra, ahora se preocupa por la situación de Grecia... -Vergonzoso-.

Pero, claro, ello no iba a quedar así: Alemania no lo iba a permitir; nadie lo iba a permitir y, finalmente, el όχι no sirvió de nada porque la sombra del roble es alargada: ayer, 15 de julio de 2015, fecha que los helenos jamás olvidarán, el Parlamento griego aprobó una ingente cantidad de reformas para que pudieran recibir su tercer rescate -¿a la tercera irá la vencida?-.

Y, ¿qué nos queda por decir? Lo mismo que nos queda por ver: todo. No sé si esto no ha hecho más que empezar o pronto acabará, pero Grecia se merece ya un descanso. Tan vergonzoso me parece el que Grecia solo salga de nuestros labios en estos momentos, como la actitud que estamos tomando ante este trágico protagonismo griego.

El otro día salía un reportero haciendo una conexión en directo desde Atenas: la puesta de escena era inmejorable, con el Partenón de fondo iluminado con unas tenues luces -la conexión era de noche-. Hasta ese momento no me había fijado, pero mi vista tornaba de perspectiva, ya que antes, cuando veía ese precioso edificio, ese símbolo heleno, veía  sus ruinas -cierto-, pero observaba casi embobado la belleza de ese edificio. Ahora no; ahora seguía siendo el símbolo griego, pero precisamente por sus ruinas: un edificio que, además, iluminado con esas luces nocturnas, parecía que se hundía en el infierno. De este mismo modo, otras obras, como el Laocoonte o la Venus de Milo, anteriormente mencionadas, las cuales siguen representando a Grecia, o más bien, en este caso a su pueblo, asfixiado por una serpiente o al que le han cortado los brazos y, por tanto, la posibilidad de actuar, de luchar, de decidir.

Yo aún no tengo suficiente autoridad para que mis ideas adquieran sensatez o tengan razón -entre otras cosas, porque dudo que, aunque tenga más edad y madurez, la adquieran mis opiniones-; por ello, me gustaría explicar todo esto con una simple, pero irrefutable idea, que me lleva diciendo varios años mi abuelo y que creo que debería ir a misa. Trataré de transcribirlo tal y como me lo dice él para que no pierda su lógica: "Alemania, durante dos Guerras Mundiales, trató de hacerse con toda Europa; ahora, esa misma Alemania ha conseguido, sin levantar una sola arma, salvo la económica, lo que con tanta sangre luchaba". Se puede, o mejor dicho, se debe decir más alto, pero no más claro: Alemania, ese país que perdió, se reconstruyó, luchó otra vez, se vengó, perdió, fue invadido, se dividió y se volvió a reconstruir desde cero -todo hay que decirlo-, ahora tiene el poder sobre todo el continente.

Esos "países del Norte", entre los que se encuentran Gran Bretaña, Noruega y, por supuesto, Alemania -e incluso Francia-, son trabajadores como ninguno -las cosas como... ¿son? ¿Acaso el resto de países no son trabajadores?-; son los más productivos: ¿por ello tienen el derecho de oprimir al resto? ¿No deberían, precisamente por esa riqueza, ayudar a los demás? No; al parecer ellos se lo han ganado y el resto no hacemos más que "hacer el vago" - si Angela Merkel me permite la expresión-. Es más, tienen el cuajo de llamarnos los 'PIGS' (acrónimo de Portugal, Italy, Greece, Spain en inglés), cuando, en realidad, son ellos los que al bajar a nuestros países se comportan como auténticos cerdos -las únicas palabras que se aprenden en nuestro idioma son "paella" y "fiesta"... No hay más que añadir, señoría-.

Si quieren dividir Europa entre Norte y Sur, que la dividan; por mí no hay ningún problema en que los países mediterráneos se apoyen: a veces no hay que ser tan serio, sino hacer algo más amena la política y la vida, en general, y esa actitud solo la tienen los del Sur, quienes, además, al parecer, podemos ser más "humanos" y "éticos" que el Norte.

A pesar de todo, tampoco me importaría seguir unidos, juntos y, sobre todo, revueltos; es más, a veces, los contrarios se atraen, y por ello les recomendaría ver la serie 'Allí Abajo', cuyos tópicos nacionales se pueden extrapolar a toda Europa, y el argumento podría también trasladarse, sobre todo, el final feliz.

No obstante, y en la espera de ver el futuro de Grecia y la evolución de Europa, solo me queda dejar una puerta abierta a la esperanza y acabar con una alabanza a Grecia, nuestra amiga, nuestra madre, nuestra hermana; una gran sufridora y una gran constante. Por eso, no puedo por más decir "no me llores, Helena, que la pena solo trae pena". Sé que no sirve de mucho, pues lo que están sufriendo solo lo pueden saber ellos; el resto solo son aproximaciones. A pesar de todo, "obras son amores" y si con esto consigo despertar, aunque solo sea, a unos pocos ciudadanos, ya será bastante, porque al menos pensamos en el pueblo griego, mientras que el Eurogrupo piensa más en los mercados, en el dinero, en el euro, en el capital, y en una infinidad de sinónimos monetarios que pretenden salvar a costa de la sangre, del sudor y de las lágrimas de los griegos, que en estos mismos "prójimos" suyos.


Yo, por mi parte, voy a ponerme por un momento en la piel de Kennedy, quien se consideraba un ciudadano alemán cuando visitó la ciudad de Berlín tras el levantamiento del muro soviético -algo que en esta ocasión ha sido levantado, entre otros, por Alemania, en Grecia-, y voy a decir algo que debería ser pronunciado por todos los europeos en estos momentos: Είμαι μια ελληνικά (por si alguien no entiende a los griegos significa: Yo soy un griego).