La duda

La duda*

Seré breve, claro, directo y sincero. No voy a ganarme amigos con estos detalles ni tampoco los declaro para que se me odie: el arte de la verdad es luchar con las palabras, la única arma verdadera... Escribo porque existo; existo porque escribo.
Solo digo lo que creo, y solo creo lo que siento: tened claro que si estoy haciendo esto es porque éstos son mis motivos, ninguno más.
Aparte de ello, el que ahora publique este mosaico se debe a que ya no hacen especiales de 24 horas; a que ya se vuelve a ser políticamente incorrecto, aunque ello sea la política: a que los halagos, abrazos, caricias, empatías y buenos quehaceres ya no acompañan a los políticos; a que Joan nos vuelve a mirar, y a que ahora me atrevo a hablar yo...

Me siento derrotado, y me siento porque por mi cabeza se me han pasado unas ideas que, con cada noticia, con cada nueva información, con cada nuevo paseo tiemblo ante unas ramblas que ya no lo son... Espero que esto sea mentira, pero ahora solo tengo fe en dos verdades:

No creo en la generalidad...
La religión sí es paz; cualquiera de ellas, el problema está en los creyentes, aunque, por supuesto, no en todos:
Los verdaderos creyentes escriben -porque así lo creen y sienten- que "Alá es misericordioso y compasivo"; solo los inconscientes continúan este párrafo con amenazas a sus prójimos.
El imán de Ripoll ataca; el imán de Rubí abraza.
Dios es piadoso y magnánimo; algunos de sus hijos terrenales no lo son:
Los verdaderos cristianos  ponen la otra mejilla, y combaten la maldad con perdón; solo los inconscientes atacan a los inocentes, pensando que todos son de su misma condición, sin tener en cuenta que las Cruzadas las empezamos nosotros.
Buda, Yahveh, Odín, Visnú... Todos son benevolentes; pero hacer la guerra en nombre de ellos, matar a gente para imponer su moral... Eso es, como poco, repugnante.
No se puede tener islamofobia, xenofobia o lo que sea; solo se ha de tener timorfobia (miedo al terror, al terrorismo), porque el Islam nos dio Granada, y quien creó el Paraíso no puede ser destructivo.
Los terroristas no tienen religión ni nacionalidad; los asesinos ni siquiera están locos -que esa es la virtud de los poetas-... Simplemente son impresentables.


No creo en la casualidad...
En la vida -y en la muerte- existen muchos de esos azares, y yo no creo en eso: Dios propone, el hombre dispone y la Historia impone (¿os imagináis una Inglaterra con la bandera rojigualda? ¿Os imagináis unos Estados Unidos confederados? ¿Os imagináis un Reich de mil años?)...
Con ello no quiero decir que todo esté escrito, predestinado; que en todo haya un fin –aunque ello ya lo explicaré con calma en otra ocasión-: solamente, que todo tiene su lógica, su razón, sus sentidos e intereses, y mucho más en política:
Las cosas ocurren así porque así han de ser... ¿O tal vez no?
Estados Unidos sufrió el primer y -hasta ahora- único atentado hace 16 años... ¡Estados Unidos! El país que es capaz de saber cuándo se mueve una lagartija en el barrio más profundo de Camboya, o cuándo cae una cerilla en la Puerta del Sol, y no pudo, o no quiso, evitar un ataque que únicamente le llevó a modernizar su pentágono de poder, y a aumentar sus reservas de petróleo.
Por nuestra triste parte, el primer atentado que sufre la población peninsular y tiene que ser en Barcelona... Ya sabéis por dónde voy, ¿verdad? A partir de ahora, y como hasta este punto, voy a expresar lo que pienso, con el mayor de los respetos, sin tratar de focalizar un trémulo Independence Gate, ni deslegitimar la labor de los cuerpos de emergencia; simplemente decir lo que he visto y he sentido:
¿No es curioso que tuvieran datos, informaciones, sospechas y avisos, y lo único que hicieran los mossos fuera entorpecer a la jueza y desechar sus avisos?
¿No es casual que, horas antes, explotara la misión principal de destruir el máximo emblema de Barcelona, y los enormes daños fuesen algunos quioscos reparables?
No atento contra nadie, ahora bien, antes de seguir con estos asuntos, quisiera añadir una cosa:
No quiero, ¡repito que no quiero!, ver una sola lágrima por parte de los Estados... ¡Ni una sola! Solo los ciudadanos somos las víctimas de esto: es muy hipócrita poner crespones negros en las banderas de unos gobiernos que son los auténticos culpables de estas batallas:
Millones de personas desplazadas; millones de personas muertas; miles de ciudades totalmente destruidas; historias e Historias sepultadas bajo los intereses de unos poderes extranjeros a los que les da igual todo esto.
No hace falta vender armas para que se les apunte con el dedo; todo es mucho más sencillo y despreciable:
Fue en los palacios reales y en los despachos ovales donde se gestaron los atentados, cuando dividieron territorios con escuadra y cartabón, cuando saquearon países porque sí, cuando y cuando y cuando, sin importarles el dónde y los quiénes...
Porque solo somos piezas de ajedrez; porque sigue habiendo centros de reclutamiento; porque sigue derramándose sangre; porque pocas leyes hacen para tantas víctimas que arrojan…

En este sentido, ¿creéis que la Historia de los grandes despropósitos y los graves sacrificios humanos con fines dinásticos, económicos, políticos y etc., acabaron con los Habsburgo o la caída de 1991? ¿Creéis que ahora los políticos son mucho más cautos a la hora de declarar guerras? ¿Creéis, realmente creéis, que les importa mucho más la paz mundial que el control mundial?
No, compañer@s, no.
No lo creo así, porque no lo veo así:
En nuestro caso, que tenían los datos es una evidencia; no lo digo yo, lo dicen los datos, valga la repugnancia.
Ahora bien, aquí surge la duda:
Si teniendo avisos y evidencias los obviaron por incompetencia, es gravísimo...
Si teniendo la información y las sospechas las obviaron por intereses políticos –sean cuales sean-... Entonces, yo sí tengo miedo, y bastante.

Ojalá me lo desmientan; de verdad que quiero que me den pruebas de que esto es una absurda locura de un completo imbécil. Realmente no quiero hacer daño a nadie, pero si me callo mis sospechas, acabará olvidándose todo. Y si es verdad, se ocultará bajo el conformismo.
¡Claro que el terrorismo es real! Como también lo es la fortaleza de las familias; y la actuación de los cuerpos de emergencia y la solidaridad de tod@s l@s voluntari@s...
Pero sobre todo ello está la política, y para la política no hay carne ni hueso, no hay espacio o tiempo, solo datos y fines. Vale.






* El siguiente artículo fue escrito dos días después de que sucediera el atentado de La Rambla de Barcelona; a excepción de esta aclaración, no se ha corregido ni una sola de sus palabras. Lo digo por lo siguiente:
Mi objetivo era hacerlo público, tal como expreso en el mismo, cuando todo volviera a su ser, y no se hablara de los hechos; sin embargo, las revelaciones publicadas por El Periódico de Catalunya han adelantado mis propósitos, al intensificar unos recelos que, repito, confío y deseo, ojalá sean totalmente falsas.


Et uxor mea

Et uxor mea

Érase una vez, que ni una vez fuera, un Planeta gobernado por simios (con todos mis respetos para el reino animal). Un mundo donde el poder tenía el oscuro hábito de ir excluyendo, apartando, anulando, desechando y... ¡Oh! Claro: negando el acceso sobre la piedra y el trono a todo tipo de personas, sin importar color o sexo, porque ya lo exportaban ellos.
Un mundo donde, no contentos con la marginación, se llegaba hasta las manos para garantizar el control y la sumisión completa.
En ese mundo fantástico, más que nada porque era increíble que existiera, los cuentos superaban la realidad, y no eran cuentos, sino noticias diarias de género: de género del terror; unas noticias donde había brujas, hechiceros, gente sin escrúpulos, ladrones, reinas de corazones que gritaban 'Sálvame', y reyes que, con sus bastos, sentenciaban sin saber.
 Sin embargo, en este incrédulo mundo, los que de verdad daban miedo eran los hijos de p..., que de esos sí abundaban:
En un rincón de este mundo, que hasta esos momentos era el reino más culto y brillante, cayó la mácula del hombre, y la oscuridad cubrió el reino nazareno:
Dos felices niños vivían tranquilamente lejos de este reino; dos pequeños que adoraban a su madre, y querían mucho a su familia; dos niños cuyas únicas obligaciones eran ayudar y querer, y cuyas únicas preocupaciones era jugar, y reír jugando, y llorar jugando. Pero los juegos solo son para los que saben jugar, y la inocencia de esos pobres niños estaba a punto de ser utilizada sin motivo ni derecho.
Un día, su madre fue atacada por un lobo, al cual había acogido en su casa, engañada por su disfraz de perro fiel; la madre, pensando en la seguridad de sus hijos, llamó a un cazador, que ataviado con su toga, puso a salvo a la madre y a los niños, huyendo rápidamente a un reino más seguro, a su hogar.
Allí, la madre les hizo el mejor de los regalos, una caperuza llena de amor y protección con la que pretendía que olvidaran ese terrible pasado.
Pero el mundo entreteje unos hilos muy curiosos, y el malvado lobo consiguió lo mismo, que todos olvidaran su pasado, y volvió a disfrazarse de cachorro para lograr llegar al brillante y seguro reino.
La madre, desesperada, apeló a la sensatez de su familia, a la razón de sus amig@s, que no eran poc@s, y, especialmente, al poder del reino, aclamando la ayuda de los cazadores locales:
- Soy Juana, y soy madre; vosotros también tenéis: pensad, pues, en mis hijos, ni siquiera en mí penséis -clamaba la madre a los hombres, gritaba su alma a los cielos-.
Mientras, el lobo disfrazado, caminaba tranquila y libremente entre los senderos del reino, acercándose cada vez más a los indefensos niños, la madre consiguió levantar muros humanos entre ella y aquellos aullidos, que solo con recordarlos te dejan trémula la razón:
- Juana, Juana -susurraba el lobo a la madre y a los paisanos-, no temas y no tientes, que ya no soy el fiero que antes fuere.
Juana tenía fe; sabía que el bosque del reino estaba lleno de cazadores, pues en los últimos años habían tenido mucho trabajo, y que, más pronto que tarde, alguno de ellos saldría en su defensa…
Pronto, las gentes del lugar dieron cuenta de que un cazador había oído las quejas de la pobre Juana, y fue anunciando su llegada a los alguaciles. Se abrieron las esperanzas de la madre y su niño, pero los cronistas del reino sentenciaron la terrible noticia de que aquel cazador había derribado la balanza con su maza, pues la caza iba dirigida hacia Juana:
- De Rómulo y Remo se aprende, que el honor y su crianza se hacen mejor con el lobo en la camada.
Las horcas y las antorchas no tardaron en levantarse; la madre cayó en un perpetuo otoño, y sus ojos dejarían de brillar: no había nada, por el momento, que le pudiera enjugar aquellas injustas vergüenzas derramadas.
El lobo, por su parte, abrió sus fauces al mundo, sin ocultar la satisfacción que le entregaban en bandeja: sus ojos eran ahora los más grandes, sus dientes eran los más afilados, sus garras se retorcían de placer...
El cazador acababa de acercar la presa a la caverna más oscura, donde Platón liberó a Prometeo, donde la Pandora fue castigada, y donde, a este paso, todos vamos encaminados.
- ¡Es un lobo! ¡Es que no lo véis! No ha cambiado, no ha cambiado; nunca cambian. Escuchadme, por Dios... -pedía de rodillas Juana, llorando con la misma desesperación con la que demostraba quién era la que realmente luchaba por los inocentes retoños-.
Aquella noche volvió a la cabaña, con sus hijos, que eran quienes le daban el nombre de hogar.

Mientras todo eso pasaba, mientras ya tan solo se hablaba de aquella pobre madre en las oraciones de quienes estaban viviendo eso, de quienes lo habían vivido y de quienes deseaban no vivirlo; mientras Juana veía a sus hijos jugar, pensaba en una de sus hermanas:
Se llamaba CeniciElla, y su cuento era muy particular, pues era a las 24:00 cuando había quedado en salir: se puso el mejor de sus vestidos, porque hacía mucho que no veía a sus amig@s debido a los exámenes, y fue al lugar donde habían quedado, la Discoteca Palacio.
Las copas volaban, el tiempo lo mismo, y entre canción y canción nadie daba cuenta de lo que sucedía fuera de esas ‘desventanadas’ paredes.
Sin embargo, la divina e inmortal Safo, siempre está pendiente de las almas destinadas a proteger su nombre, y en su nombre el del Arte y la verdad, y aquella noche infundió su esencia en la inteligente Ceniciella, que despertó del embrujo de la fiesta:
Quedó inmóvil, asustando a quienes estaban con ella, que le preguntaron si se encontraba bien. Negando con la cabeza, salió corriendo de Palacio, y la siguió su novio y su mejor amiga, ésta última le volvió a preguntar si estaba bien:
- ¿Acaso no escucháis lo que están poniendo ahí dentro? -dijo casi entre lágrimas-.
- Es el mismo reguetón (Nota del transcriptor: no me voy a esforzar en escribirlo bien) de todas las noches -le respondió su amiga-.
- Exacto; ¿y no te da vergüenza?
- ¿Por qué te pones así, princesa? - le dijo su novio, acercándose a ella-.
- Porque si nuestra generación, la próxima que saldrá en los libros de Música y de Literatura, se ha de caracterizar por esto, estamos bien jodidos -contestó la noble reencarnación de Atenea-.

Sus amigos no entendían nada, y pronto, la valiente CeniciElla procedió a zapear sin miedo a críticas el porqué de aquellos acertados comentarios:
- El reguetón es a la música, lo que las películas americanas al Romanticismo, la total destrucción de esas virtudes humanas.
- Pero si es todo Amor -dijo el inocente "príncipe"-.
- Si tú pretendes que seamos novios con eso, estamos apañados.
- Yo soy Romántico.
- Romántico es el que ama de noche y muere de día, no el que dice "oh, mira, soy M. Casas y te quiero, voy a quitarme la camiseta para demostrártelo".
- Mujer, que él tampoco te dice esas cosas – trató de defenderle la paladín de su amiga-; además, el reguetón sí habla de Amor.
- Sí, claro – inquirió CeniciElla, dando inicio a la batalla final-, porque decir que serías feliz con cuatro personas es becqueriano puro; querer a una mujer bonita y calladita es de los hitos de la literatura hispanohablante desde Cien años de soledad, que, por desgracia, no es el castigo que tienen estos tíos, y de ahí ya a labios tatuados, pickypicky y cosas de esas que acaban en zo...., pu.... y tal y tal (uy, ¿eso a qué poeta me recuerda?)...
- No, si en eso tienes razón.
- Pero no es que me des la razón, es que después de saber las letras, no las convirtamos en canciones del verano, ni las bailemos... ¡Defendámonos!
- Escucha, princesa - trató de decirle él, cuando fue interrumpido-...
- Y ya si hablamos de la filosofía neoplatónica, la ética y todo que enseñan los programas de Telecinco es que es para mea...
- Bueno, vale -la interrumpió su amiga-; vamos a tomar algo y seguimos hablando dentro, que ya refresca.
Mientras metían a CeniciElla al Palacio, ella seguía dudando de por qué en los bandos del reino sobre coches, perfumes o sartenes solo salían mujeres; ella seguía luchando porque sus amig@s no se conformaran, y lucharan por cambiar esos pequeños detalles, por arrancar esas malas raíces.

Sin embargo, en la cabaña de Juana la desesperación era insoportable: los alguaciles habían comunicado la firme decisión de los cazadores de negra toga de llevar a su hijo ante el negro lobo, y más aún, la obligaban a acudir a juicio... ¡Ahora era ella la presa de la cacería!
Observaba a sus hijos, inquietos, sin forma de hacerles ir a dormir, jugando inocentemente, y trató de poner sus ideas en orden, y no había mejor forma que el destino: aquella noche, cuando solo ella, aunque tuviera miles de apoyos en todo el reino, tenía la decisión en sus manos, debía acudir al pasado, a las mujeres que también se enfrentaron a una realidad en contra para luchar por lo que querían:
Había escuchado, en un bando oficial, que por la cadena pública del reino iban a estrenar un programa sobre Ellas, y decidió verlo; miró el reloj, y vio que era la hora perfecta, así que contó con verlo, y enseñárselo a sus críos.
Sin embargo, para la sorpresa de sus hados ni estaba, ni había acabado ni iba a empezar, al menos no hasta bien entrada la madrugada:
- ¡Cuando más necesito el consejo femenino; cuando más necesito que mis hijos vean que las mujeres y los hombres solo se diferencian en los términos; cuando aún seguimos necesitando todo ello, hoy, 2017 annus Domini, el reino prefiere educar a sus paisanos con mafias y transformers! -pensaba Juana, con injusta indignación-.

Fue en esos momentos cuando le vino a la cabeza otra de sus hermanas, y se ilusionó por saber qué hacía en esos momentos:
Le puso de nombre "La bELLA Durmiente"; fue su profesora de Historia, y el cariñoso apodo le vino por su constante empeño en dormir despierta, y conseguir alcanzar todos sus sueños; eso sí, era una mujer de carácter.
Ella fue quien le enseñó todo lo que sabía, y quien le aconsejó mirar más allá de lo que los ojos humanos y sociales permiten ver; de hecho, era una profesora fuera de lo común, pues buscaba el pragmatismo histórico y actual:
- Veréis, chic@s, cuando estudiaba la carrera, ni siquiera teníamos la asignatura que se imparte ahora de Historia de las mujeres, sencillamente daban a los reyes y punto, aunque en su vida no hubieran hecho más que nombrar tres ducados y cazar dos venados.

Con su experiencia como alumna, "La bELLA Durmiente" buscó la igualdad absoluta, o lo que ella denominaba "la normalización sexual":
- En España no hubo grandes figuras feministas, de hecho Concepción Arenal y la Pardo Bazán se llevaban a maltraer, pero desde Santa Teresa hasta las mencionadas, todas buscaban un único derecho, la educación: es lo que se conoce como la "tercera vía".
- ¿Y usted qué opina? -preguntó la joven Juana-
- Bueno, para mí esa "tercera vía" podría ser de aplicación diferente, de normalización sexual, es decir, tratar a las mujeres como lo que son y siempre han sido, personas, sin maltratarlas ni sobreprotegerlas.
- Pero eso al final es injusto, ¿no? - contestó un alumno-; porque son las que peor han sufrido la Historia.
- Incorrecto, la Historia no hace sufrir, vamos creo: ellas son las que peor han sufrido a las sociedades históricas, y no a todas; ahí es a lo que quiero llegar. Hay de todo en todos lados, y yo no os voy a enseñar a mujeres insufribles, solo porque nunca se han enseñado, a no ser que hayan sido protagonistas de algún hecho trascendental; del mismo modo que no os voy a enseñar a hombres innecesarios, únicamente porque siempre han aparecido en los libros.
- Entonces no nos enseñará nada -dijo uno del fondo, despertando las risas de toda la clase, excepto de "La bELLA Durmiente"-.
- Os enseñaré Historia, la de ellos y la de ellas, siempre que ellos y ellas sean Historia: desde Alejandro Magno hasta Zapatero, y desde Cleopatra hasta la siguiente reina de España… ¡Porque seguro que es reina!

Historia, les iba a enseñar Historia. Aquellas palabras se quedaron en el zurrón de Juana para toda su vida (y en las mías mientras transcribo este cuento).
Fue ese el momento en el que Juana se atrevió a hacer la gran pregunta que "La bELLA Durmiente" había esperado durante toda su carrera profesional:
- Y ¿qué opina de que detrás de cada gran hombre hay una gran mujer?
- Que pobre mujer la que tenga que soportar sus nobles y perfumadas posaderas -espetó sin ningún miramiento "La bELLA Durmiente"-. Detrás, delante o al lado de un hombre puede haber una mujer enorme o mediocre, y viceversa y de todas las combinaciones.
- Pero las cosas han cambiado, van mejor que..., no sé, que en la Edad Media.
- Fuera de clase, ¡fuera! No es broma – su tono, relajado, pero seco, forzaron a aquel pobre mancebo a salir del aula, mientras "La bELLA Durmiente" seguía-: ¡"la casa, la cocina y la calceta" fueron fueros hace unos días! El pasado no siempre fue bueno, pero hay presentes peores...

Esos últimos recuerdos retumbaron en la mente de Juana aquella noche: ¿cómo podía salvarse del tiempo? ¿Existía algún hechizo para huir de toda ese auto de fe?
En esos momentos se le acercaron sus hijos, con una terrible cara de cansancio: por fin iba a poder meterles en la cama:
Les arropó con la caperuza que les había regalado, y pensó que podría ser la última noche que les vería, que se los llevaría aquel lobo con el disfraz con la que le había engañado hacía tanto, y que volvía a engañar a todos ahora...
Pensó en su mundo, miró el calendario sin cabida al error; pensó en los cazadores del pasado, y pensó en las balas que habían errado las lágrimas de Estefanía, de Matilde Teresa, deToñi, de Blanca Esther, de María Ángeles, de Virginia, de Noemí y de su hijo Aramis (¡1 solo año!), de Cristina, de Carmen, de Laura, de Ana Belén, de Ana, de Margaret, de María José, de Leidy, de Gloria, de Dolores, de Joe, de Ana María, de Paula (¡con 5 años!) y de su madre y su hermano, de Daniel (¡otros 5 añitos!) con su hermana y su madre, de Yurena, de Viky, de Andra, de Rosa, de Raquel, de una guerrera anónima y de su hijo de 11 años, de María del Rosario y de su hija, de Eliana, de Ana Hilda, de Susana, de Beatriz, de Valentina, de Encarnación García, de Encarnación Barrero, de Fadwa, de Donna, de María del Carmen, de Irina, de María Raquel, de María Ana Belén, y de todas aquellas madres e hij@s que ni siquiera aparecen en estas listas oficiales del reino, porque tecnicismos... De un mundo lleno de cientos de familias rotas; cientos de corazones que han dejado de latir, algunos de ellos sin haber apenas "disfrutado" de la vida (¡a qué ser se le ocurre matar a su hijo de 5 años! ¡Joder! ¡Es que se me revuelve el estómago!); de estómagos abiertos por la terrible e injusta pena.
Juana no podía permitirlo; no podía dejar a sus hijos en manos de un mundo lleno de lobos, ni permitir que ellos se convirtieran en otros:
Decidió que por la mañana, se enfundarían en esa capucha; obviarían las leyes cinegéticas (que el cine parece la realidad, que la realidad no cuenta),  saldrían de la jaula del cazador y echarían el último vuelo por tod@s los sant@s inocentes del reino y del mundo.
No sin antes, contarles el último de los cuentos, para educarles en el nuevo mundo:
Prestad atención: «Érase una vez, que una vez será, un mundo con fe; un Planeta gobernado por la Justicia y la Razón, donde no había concilios, conventos ni reclusiones, donde todos los creyentes eran iguales y donde las contradicciones revelaban la verdad:
Un mundo donde el hombre temía a la mujer, porque ella era más importante… Mis queridos corazones, tenedlo en cuenta para toda la vida, que quien trata de herir, no es por tener la superioridad, sino por la envidia y el temor de la superioridad de su víctima.
Porque, mis niños, érase un mundo donde Dios era Diosa, pues tras siglos y milenios de guerras, tras maltratos y vejaciones entre nosotr@s, prójim@s y herman@s, tras robarnos las cosas por envidia, tras hacer chivatazos para salvarnos el pellejo...; solo una madre sería capaz de seguir salvando y perdonando a sus hij@s después de todo lo visto (si Dios fuera hombre, nuestro Padre, nos hubiera tirado por un agujero negro en la primera lanza).
Un mundo en cuyo principio se hizo la luz; existente solo si existe el mundo, admirable solo si en él se hace la vida.
Un mundo donde se Creó al hombre y a la mujer, y se entendían, porque eran iguales, porque para ello se hizo el sonido; un sonido que entretiene, aunque es la música la que hace vibrar.
Un mundo donde había ciudades de Pizan, donde Mileto pensaba, y Galicia, la de los ríos y fontes, discutía.
Un mundo que avanzaba por hacernos estudiantes, ¡viva la curiosidad!; que si el dato es solo dato, la sabiduría es mucho más: indefensa y pacífica, sin fronteras ni cañones; porque es la Universidad la única de las Naciones.
Un mundo donde La Tierra no era el límite, solo el grano de la montaña, en cuyo ascenso se empezó con un pequeño paso para el hombre, pero un gran salto de la Humanidad.
Un mundo dentro de un universo, que, total, es solo la infinidad: el universo es todo Poesía; la Poesía es toda verdad; y es maravilloso explicar la verdad, porque no es de nadie, porque nadie es más y nadie es menos:
Pero si en este mundo alguien lo piensa...

El hombre siempre ha sido el uno, la mujer ha sido la totalidad. »

Y un mundo en el que ahora se me puede decir que tengo que ser equitativo, y tener confianza en el padre, porque eso sería lo justo. Pero como al parecer, en este mundo no existe la justicia, pues... ¡Juana está en mi casa!








El más grave y grande de los posdata: Siempre viva, siempre en paz, Terele Pávez; este escenario se te quedaba pequeño.

Tú por yo igual-dá

Tú por yo igual-dá

El teatro del mundo es el
eterno mal ensayo de un buen guión.


Hacía tiempo que no tenía noticias de él; vivía fuera por trabajo, o porque quería, o porque nobleza obliga, o por algo de eso. Sea lo que sea, lo importante es que a pesar de la diferencia de edad, de pensamiento... A pesar de la diferencia somos buenos amigos –el perfecto ejemplo, tal vez-.
Decía que lo primero que había pensado cuando aterrizó era en venir a verme, lo cual me sorprendió bastante, aunque no quisiera yo dudar de lo que dice, más que nada por no empezar a debatir de quién es más amigo de quién, y porque nunca hay que rechazar comentarios como éste -por si son los últimos-.
Me avisó de que llegaría sobre las tres de la tarde, así que comí deprisa para dejarlo todo ordenado antes de que llegara; sin embargo, se me olvidó lo más importante, lo que nunca hay que tener encendido si tienes un amigo que piensa que fue antes el rojo que el color:
- ¡Viva el señor emigrante! -le dije nada más verle entrar por la puerta, sin pensar en las consecuencias (hacía mucho que no hablaba con él, y se me habían olvidado sus buenas costumbres)-.
- Calla, calla, que no sabes cómo llego: tras horas de espera en el aeropuerto por los incompetentes que hay por el mundo (luego dicen que si exilio español, que si no sé qué… ¡Más españoles en Europa y se les iba la tontería!); bueno lo que te decía, tras esa maravillosa experiencia, embarcamos en un cacho de chatarra, que estaría hecha con los últimos pedazos de un tanque checoslovaco, y me sientan al lado de un…
- Total -le interrumpí, sabiendo que el pobre árabe, al que seguro que le iba a poner un adjetivo alqaediano-, que muchas ganas de verme, y ni un triste abrazo-.
- Perdona, tienes razón. Ven a mis brazos, compañero… -aquel abrazo de reconciliación me dio la sensación que significaba que aquel muchacho, que se marchaba por la fuerza, se iba a quedar definitivamente con nosotros. Aunque ello también conllevaba que, con él, venía el paquete estándar de comentarista, pues aún no nos habíamos separado y concluyó:- Pero a Europa le hace falta mano firme.
- Voy a por algo de beber, deja las cosas donde puedas -le dije, zafándome de aquellas letras que se unían sin saber por qué, mientras me encaminaba a la cocina. Poco tardé en prepararlo todo, aunque en ese rato le empecé a dar protagonismo a los recuerdos que tenía con él, y categoría de thriller a los que estaban por llegar, y que, en esa misma tarde, iban a despertar. Cuando salí me lo encontré rebuscando en la bolsa de mano que había traído:-.
- Sé que no es mucho, después de tanto tiempo, pero…
- Ni hacía falta siquiera que me trajeras nada -le dije, dejando las cosas en la mesita que había entre el sofá y el mueble, y mientras se daba la vuelta.-
- Insisto en que aceptes esto… -me reafirmé en el comentario anterior, aunque esta vez usando mi voz interior, cuando me enseñó aquel presente, que tan presente sigo teniendo. ¿Os imagináis esas camisetas de Benidorm de “me acordé de ti”? Pues ni parecido: tantos años por Europa y me trae una bota de vino con la cara de San Otmaro de Gales (que para quien no lo sepa fue el santo que os va a hacer mirar la wikipedia estando de vacaciones)-.
- Gracias... -contesté tras un silencio, en el que solo hacía que morderme el labio y afirmar con la cabeza incrédulo. Tras otro silencio, proseguí:- Julio… Amigo mío.
- De nada, hombre, sabía que te gustaría -me espetó con toda la seguridad que le dieron el resto de la santoral, doctores de la Iglesia y padres de la Unión Europea; me soltó una palmada “de las de antes” en el hombro, y se sentó en el sofá-.
Tras aquel turbulento inicio, estuvimos hablando, largo y tendido, de su vida por el viejo continente, y cuyas historias me reservo para otro momento, o directamente para mi epitafio. Realmente pasamos un rato agradable (el tiempo de esa conversación calculo que fue de una hora, aunque para estar seguros acudiré a la medida internacional: una botella), y pude rememorar aquellos buenos momentos, y también malos, pero que definieron nuestra amistad… Hasta que ocurrió lo inevitable: fui a la cocina a por otra botella, y nunca debí haber salido:
Julio estaba mirando la televisión, con la misma cara que se le queda a uno al descubrir que tus padres te pusieron el nombre, no por un héroe troyano, como siempre habías pensado, sino por la casualidad de abrir el libro de nombres y ser el primero en masculino de esa página, es decir, entre rabia e incredulidad.
- ¿Eres gay? -de entre todas las preguntas posibles que tenía a su disposición, mi buen Julio, al ver que el orgullo es nuestro, esa me soltó-.
Fue aquí cuando empezó todo:
- ¿Por qué? -le dije, como única respuesta posible para un Amante de la Historia-.
- Tú respóndeme; para empezar estás viendo la cadena…
- Verde -le ayudé a terminar-.
- No es el color precisamente que buscaba, aunque eso siempre te lo he permitido -efectivamente dijo “permitido”, pero alguno de vosotros puede que ya haya vivido su uso-. Pero es que además lo has puesto para ver… eso.
- Julio, para empezar, los heteros también pueden ver ESTO.
- Yo soy hetero, y no lo vería -se atrevió a decirme-.
- Bueno, yo soy católico y no vería 13tv (¿será por mal fario?). Pero es que además, aunque fuera gay, bisexual o lo que me diera la gana, ni te debiera importar, ni tampoco es algo que se deba “confesar”.
- Hombre, pero es bueno que la gente sepa lo que eres, más que nada por… -el silencio se hizo su ley, sabiendo que lo que dijera en esos momentos iba a marcar mis palabras y mi tono desde ese momento-.
- ¿Por avisar? ¿Por advertir? ¿Por alertar, incluso? -le volví a ayudar-.
- Pues mira, sí. Sería lo suyo saber si el hombre con el que estás sentado quiere estar en otra postura.
- ¡Julio, por Dios! Ya somos mayorcitos para eso. ¿O es que acaso tú vas “avisando” de que eres hetero para evitar que las mujeres que se sientan a tu lado no se asusten al saber que quieres verlas en otra postura?
- No, claro, pero porque eso ya se sabe.
- No, claro, pero porque como ellas ya huelen tus feromonas no se sientan a tu lado -de repente, y sin saberlo, Julio se empezó a reír, no sé muy bien si por la situación, mi comentario… Al menos se agradeció un poco menos de tensión, que poco duraría-.
- Es que eso es lo normal -aquella triste palabra, tan temprana en el debate que se había iniciado, hizo levantar mucho polvo-.
- Son precisamente esas ideas las que evitan la normalidad de lo que en sí mismo ya es.
- No te confundas, eh, que yo tengo amigos, y alguna amiga y familiar, que son gais, lesbianas y todo eso.
- ¡Échale pulgas al perro! Ese es el peor comentario que has podido hacer.
- Pero, ¿por qué? Si no pasa nada.
- Pues claro que no pasa nada, y no debería pasar nada. Mira -ya que parecía que nuestro reencuentro se había normalizado, puesto que empezábamos el primer debate de la temporada, me llené el vaso-, la indiferencia es el mejor orgullo.
- Ahora sí que no te entiendo nada. Osea que me criticas porque te digo algo cuando estás viendo eso, o esto o como quieras, te pregunto si tú también lo eres, ¿y ahora me dices que deberíamos pasar de todo?
- Pues sí. Y te diré por qué.
- Porque según vosotros -efectivamente, dijo vosotros- todos nacemos bisexuales, y ya a partir de ahí que cada uno haga un vivalavirgen con su vida, sin preocuparse del daño que puede hacerse a sí mismo y a los que le rodean.
- Julio, la sexualidad no es fumar. Además, ¡qué me estás contando de esas chorradas! Yo qué sé si nacemos bisexuales o con forma de cerdo; a mí no me metas en teorías científicas, médicas o parapsicológicas, que no entiendo más que lo que podía entender Feijoo.
- Otro buen político; y también gallego, para que veas.
- ¡El Padre Feijoo! Un ilustrado a quien te recomiendo leer.
- Deja a un lado erudiciones y dime por qué te contradices.
- No lo hago; afirmo que el mejor orgullo es tratar esto con la misma indiferencia (la no diferencia) con la que te he dicho antes: si tú a tus padres a los 16 años no les dices “oye, mirad, que soy hetero”, a estas alturas tampoco tendría que producirse escenas incómodas con las demás sexualidades. Repito, eso es lo que debería ser: simplemente presentarles a tu pareja, y queredla como otra parte más de la familia.
- Por esa misma regla de tres, aquel o aquella que no se sienta con el sexo que por naturaleza le ha tocado tendría que operarse, y cuando regrese a casa convertida en yo qué sé, pues sus padres que no se sorprendan: “mamá, papá, ya he llegado, ahora podéis llamarme Sofía”.
- No banalices con esto, por favor. Obviamente hay casos y casos, pero te quiero decir que la sexualidad, y el sexo, de una persona solo competen a esa persona, y a nadie más. Y aunque estuvieras en lo cierto, y Dios dijera: “tú, hombre; tú, mujer”, solo a Él le compete juzgar, a nadie más, y mucho menos a los curas y obispos que, en su haber, tienen delitos mucho más penosos que el de amar a una persona del mismo sexo, que hasta ayer, como quien dice, aún era pena de cárcel.
- “Dios los creó varón y mujer” -me recitó desde el púlpito-.
- Vale, vale. Sigamos por esa línea. Al igual que crees en Dios, también creerás en esas tonterías –le inquirí con ironía- de amar y respetar al prójimo, ¿no?
- Pues claro.
- No lo dudaba, como todos los que se han leído la Biblia para ser de curas hacia arriba, y luego no hacen caso a lo que dice el Jefe (incluso el vicejefe, que el nuevo Papa también dice que no somos nadie para juzgarlos).
- ¿Acaso te la has leído?
- El Nuevo Testamento sí, y el Manifiesto Comunista también –mientras Julio iba sacando el teléfono para llamar a un psiquiatra, o al cura del pueblo para hacer el papeleo de la excomunión, continué-, y no encuentro mucha contradicción.
- Dejando a un lado el asunto divino, aunque es muy poco probable que Dios acepte las perversiones y barbaridades antinaturales que cometen…
- ¿A qué barbaridades te refieres? -impidiéndole continuar-.
- ¡Pero es que no ves cómo van! -me hizo ademán de mirar a la televisión, mientras pasaba un grupo de personas en tanga, y alguno con plumas y vestimentas de cuero-.
- Claro, y te parece mucho menos decente que esas personas defiendan con ORGULLO sus legítimos derechos, a que una persona trajeada vaya día sí día también a los juzgados; cuando no, directamente, la misma política que debieran concederles con el mismo orgullo sus legítimos derechos, protege, sin embargo, a los elegantes.
- Hombre, pero no mezcles peras con manzanas -ante eso, que dudo que supiera lo que decía, agarré la botella, y brindé por la normalidad-…
Durante unos minutos nos callamos para mirar un poco las entrevistas que iban haciendo, y el desarrollo de la marcha, cuando surgió un comentario que hizo saltar las alarmas de Julio:
- ¡Ajá! Ves como al final no tienen una plenitud moral, ni son tan superiores…
- Pero, Julio, vamos a ver, lo primero estás hablando como si fueran una especie aparte (ellos-nosotros); si es que en ese mismo comentario os contestáis a vosotros mismos.
- ¿Acaso ahora no me has categorizado, y antes me has criticado por ello?
- Tienes toda la razón, y te pido disculpas. Pero me da pie a lo que te quiero decir: mira, ya sabes que odio las etiquetas, de hecho, me ha cabreado más que me preguntaras (etiquetaras) de gay que otra cosa. Hay que mirar lo de dentro, amar el interior, buscar en el interior, tuyo y de los demás, para saber lo que quieres, de ti y de los demás. 
- A ver, que yo solo digo como se denominan a sí mismos: heterosexual, homosexual, bisexual, pansexual… El LGTBI ese.
- Está bien, pero el Amor, al final, no tiene más nombre que el suyo propio: para mí, la libertad acaba donde puedas hacerte daño a ti mismo o a los demás, a partir de ahí puedes ser Lo Que Decidas Ser y Amar (LQDSA).
- Me estás tomando el pelo, ¿verdad? Solo un hombre y una mujer pueden amarse, y de ese amor dar el fruto de la vida.
- Y vuelta a la Biblia… Que sepas que el amor sí que es divino; tanto que es como los ángeles, no tiene sexo.
- Vale, no te gustan las etiquetas, pero luego bien que criticas a que la Iglesia, y, sobre todo, la “perversa derecha” es la única malvada en esta historia, cuando la izquierda ha gobernado en muchos países y en muchas ocasiones, y aún sigue habiendo lugares donde no están legalizados sus derechos.
- El problema de ello es que dos no se pelean si uno no quiere, y si aún no se legaliza, es porque sigue habiendo una oposición conservadora…
- Y la culpa, por supuesto es de la derecha.
- Yo no digo eso; del mismo modo que no me gustan las etiquetas, tampoco me gustan las generalidades. El ejemplo más sencillo es el propio ejemplo: siempre habrás oído decir que todos los hombres guapos o están casados o son gais, o que los gais son muy afeminados, y las lesbianas muy masculinas; ¿acaso todos los hombres rudos y de pueblo no pueden ser ni lo uno ni lo otro?
- Sí, pero lo que han dicho no tiene que ver con el físico, sino con la ética.
- Obviamente hay de todo en todos lados, que es lo que acabas de escuchar en la televisión: del mismo modo que hablábamos de una parte de la Iglesia que sigue demonizándolos, mientras otra parte, incluido el Papa, habla con esa “in-diferencia respetuosa” que te digo, dentro de los propios colectivos hay personas machistas, racistas y de todo: ¡porque son personas! Como tú y como yo, que se sienten diferentes a su sexo, que aman a su mismo sexo, que sienten diferentes cosas.
- Yo siento amor hacia las mujeres, y no por ello por desnudo por las calles de Madrid gritándolo con orgullo.
- Bueno, cuando te emborrachas sí -con ello conseguí sacarle una risa cómplice, recordando que el alcohol iguala al mundo-. Además, el orgullo es, precisamente, una forma de reclamar sus derechos.
- ¿Así que es una manifestación?
- Sí, hijo, sí. Por desgracia.
- Ahora vuelves a ser tú el que no está de acuerdo con todas estas payasadas.
- Con lo que no estoy de acuerdo es con que sigan siendo necesarias estas MARCHAS. Los heteros no tienen un desfile porque no lo necesitan, porque ellos son tratados por la sociedad con la misma normalidad con la que se deben ver anuncios con un matrimonio homosexual.
- No hay razón en que eso sea normal.
- Solo el ignorante cree que tiene la razón.
- ¿Y eso no es insultar?
- Tienes razón. Pero, con todo, debes admitir que esto no sería necesario si cambiaran los comentarios que me estás haciendo. Porque, es verdad, ellos tienen un día, pero porque en toda su Historia han tenido (y siguen teniendo) cárcel, y porque en toda su vida han tenido (y siguen teniendo) miradas, críticas y aislamiento.
- Al menos entenderás que yo no pueda ver coherencia en eso.
- En verdad, no. Mira quién está ahí -le dije señalando al televisor-, figuras de la derecha española, alguno incluso es gay, y está casado, cuando hace unos años se manifestaban contra eso.
- Ahora dirás que las cosas cambian, y que me he de adaptar porque así ha de ser.
- No, no, para nada. Las cosas han de cambiar, efectivamente, pero tú puedes pensar lo que quieras, siempre que no hagas daño a los demás.
- Eso es lo que hago; tampoco voy a raparme la cabeza y a tirarles piedras: que no lo acepte no significa que pretenda acabar con ellos.
- Eso sí que es un avance, y no que estén presentes en el orgullo; eso no es que en diez años hayan tenido una revelación, eso solo es “postureo político”.
- ¿Entonces cuál puede ser la conclusión?
- Ello mismo, que debería haber una conclusión. ¿Sabes quién dijo “ama y had lo que quieras”?.
- Me suena, pero ahora mismo no lo sé.
- Pues eso ya se dijo hace bastantes siglos. Una perfecta teoría (el guión) de una obra que ninguno vamos a ver estrenada.
- Sabes que tú y yo no discutimos, solo debatimos, y sé que nos respetamos, decimos lo que pensamos; pero por mucho que cambien las normas, no lo harán las costumbres.
- Que los que en nombre de esas mismas costumbres, y, especialmente de Dios, ataquen a sus semejantes, eso sí debería considerarse pecado y blasfemia.
- Y por mucho que en este salón lleguemos a algún acuerdo, solo será la punta de un iceberg por cambiar (el miedo en el mundo del deporte, la igualdad y el respeto en las profesiones, evitar el bullying, las agresiones, etc.), y aún que acordemos algo, nosotros tampoco cambiamos nada.
- Nosotros, todos, incluidos ellos, que tod@s somos una minoría, porque todos somos igual de diferentes –me daba la sensación de haber entrado en un momento de la conversación en que los dos decíamos cosas similares, pero sin atendernos-.
- Yo seguiré pensando lo que pienso, y tú, lo tuyo; yo te respetaré, y tú me respetarás; nos dejaremos vivir, y viviremos juntos –y en este instante se había alcanzado el fin de la marcha-...
- Querido Julio, somos normales en la diferencia; ahí está la normalidad de la in-diferencia. 
- ¡Qué filosófico eres a veces! Si lo sé, no regreso -nos reímos y brindamos-.
- Si no hubieras venido, seguramente nunca (o muy tarde) hubiéramos tenido esta necesaria y abierta reflexión. Sin embargo, me habrías hecho un favor…
- A ver, sorpréndeme.
- ¡Que podría haber escuchado atenta y pasionalmente a Cristina Pardo! –Julio se echó a reír- Esa mujer me enamora, y dice verdades como templos.
- Tal vez como nosotros hoy aquí –creo que con ello quería decir que había que dejar la fiesta (del orgullo) en paz-.
- La vida es corta, las opiniones breves y la gente es contingente… Vivamos, hablemos y convivamos; todo lo demás, a quién le importa...




ADVERTENCIA: cualquier parecido de Julio (o mío) con alguna persona de vuestro entorno es pura casualidad… Pero como yo no creo en las casualidades, hacéroslo mirar.