Et uxor mea

Et uxor mea

Érase una vez, que ni una vez fuera, un Planeta gobernado por simios (con todos mis respetos para el reino animal). Un mundo donde el poder tenía el oscuro hábito de ir excluyendo, apartando, anulando, desechando y... ¡Oh! Claro: negando el acceso sobre la piedra y el trono a todo tipo de personas, sin importar color o sexo, porque ya lo exportaban ellos.
Un mundo donde, no contentos con la marginación, se llegaba hasta las manos para garantizar el control y la sumisión completa.
En ese mundo fantástico, más que nada porque era increíble que existiera, los cuentos superaban la realidad, y no eran cuentos, sino noticias diarias de género: de género del terror; unas noticias donde había brujas, hechiceros, gente sin escrúpulos, ladrones, reinas de corazones que gritaban 'Sálvame', y reyes que, con sus bastos, sentenciaban sin saber.
 Sin embargo, en este incrédulo mundo, los que de verdad daban miedo eran los hijos de p..., que de esos sí abundaban:
En un rincón de este mundo, que hasta esos momentos era el reino más culto y brillante, cayó la mácula del hombre, y la oscuridad cubrió el reino nazareno:
Dos felices niños vivían tranquilamente lejos de este reino; dos pequeños que adoraban a su madre, y querían mucho a su familia; dos niños cuyas únicas obligaciones eran ayudar y querer, y cuyas únicas preocupaciones era jugar, y reír jugando, y llorar jugando. Pero los juegos solo son para los que saben jugar, y la inocencia de esos pobres niños estaba a punto de ser utilizada sin motivo ni derecho.
Un día, su madre fue atacada por un lobo, al cual había acogido en su casa, engañada por su disfraz de perro fiel; la madre, pensando en la seguridad de sus hijos, llamó a un cazador, que ataviado con su toga, puso a salvo a la madre y a los niños, huyendo rápidamente a un reino más seguro, a su hogar.
Allí, la madre les hizo el mejor de los regalos, una caperuza llena de amor y protección con la que pretendía que olvidaran ese terrible pasado.
Pero el mundo entreteje unos hilos muy curiosos, y el malvado lobo consiguió lo mismo, que todos olvidaran su pasado, y volvió a disfrazarse de cachorro para lograr llegar al brillante y seguro reino.
La madre, desesperada, apeló a la sensatez de su familia, a la razón de sus amig@s, que no eran poc@s, y, especialmente, al poder del reino, aclamando la ayuda de los cazadores locales:
- Soy Juana, y soy madre; vosotros también tenéis: pensad, pues, en mis hijos, ni siquiera en mí penséis -clamaba la madre a los hombres, gritaba su alma a los cielos-.
Mientras, el lobo disfrazado, caminaba tranquila y libremente entre los senderos del reino, acercándose cada vez más a los indefensos niños, la madre consiguió levantar muros humanos entre ella y aquellos aullidos, que solo con recordarlos te dejan trémula la razón:
- Juana, Juana -susurraba el lobo a la madre y a los paisanos-, no temas y no tientes, que ya no soy el fiero que antes fuere.
Juana tenía fe; sabía que el bosque del reino estaba lleno de cazadores, pues en los últimos años habían tenido mucho trabajo, y que, más pronto que tarde, alguno de ellos saldría en su defensa…
Pronto, las gentes del lugar dieron cuenta de que un cazador había oído las quejas de la pobre Juana, y fue anunciando su llegada a los alguaciles. Se abrieron las esperanzas de la madre y su niño, pero los cronistas del reino sentenciaron la terrible noticia de que aquel cazador había derribado la balanza con su maza, pues la caza iba dirigida hacia Juana:
- De Rómulo y Remo se aprende, que el honor y su crianza se hacen mejor con el lobo en la camada.
Las horcas y las antorchas no tardaron en levantarse; la madre cayó en un perpetuo otoño, y sus ojos dejarían de brillar: no había nada, por el momento, que le pudiera enjugar aquellas injustas vergüenzas derramadas.
El lobo, por su parte, abrió sus fauces al mundo, sin ocultar la satisfacción que le entregaban en bandeja: sus ojos eran ahora los más grandes, sus dientes eran los más afilados, sus garras se retorcían de placer...
El cazador acababa de acercar la presa a la caverna más oscura, donde Platón liberó a Prometeo, donde la Pandora fue castigada, y donde, a este paso, todos vamos encaminados.
- ¡Es un lobo! ¡Es que no lo véis! No ha cambiado, no ha cambiado; nunca cambian. Escuchadme, por Dios... -pedía de rodillas Juana, llorando con la misma desesperación con la que demostraba quién era la que realmente luchaba por los inocentes retoños-.
Aquella noche volvió a la cabaña, con sus hijos, que eran quienes le daban el nombre de hogar.

Mientras todo eso pasaba, mientras ya tan solo se hablaba de aquella pobre madre en las oraciones de quienes estaban viviendo eso, de quienes lo habían vivido y de quienes deseaban no vivirlo; mientras Juana veía a sus hijos jugar, pensaba en una de sus hermanas:
Se llamaba CeniciElla, y su cuento era muy particular, pues era a las 24:00 cuando había quedado en salir: se puso el mejor de sus vestidos, porque hacía mucho que no veía a sus amig@s debido a los exámenes, y fue al lugar donde habían quedado, la Discoteca Palacio.
Las copas volaban, el tiempo lo mismo, y entre canción y canción nadie daba cuenta de lo que sucedía fuera de esas ‘desventanadas’ paredes.
Sin embargo, la divina e inmortal Safo, siempre está pendiente de las almas destinadas a proteger su nombre, y en su nombre el del Arte y la verdad, y aquella noche infundió su esencia en la inteligente Ceniciella, que despertó del embrujo de la fiesta:
Quedó inmóvil, asustando a quienes estaban con ella, que le preguntaron si se encontraba bien. Negando con la cabeza, salió corriendo de Palacio, y la siguió su novio y su mejor amiga, ésta última le volvió a preguntar si estaba bien:
- ¿Acaso no escucháis lo que están poniendo ahí dentro? -dijo casi entre lágrimas-.
- Es el mismo reguetón (Nota del transcriptor: no me voy a esforzar en escribirlo bien) de todas las noches -le respondió su amiga-.
- Exacto; ¿y no te da vergüenza?
- ¿Por qué te pones así, princesa? - le dijo su novio, acercándose a ella-.
- Porque si nuestra generación, la próxima que saldrá en los libros de Música y de Literatura, se ha de caracterizar por esto, estamos bien jodidos -contestó la noble reencarnación de Atenea-.

Sus amigos no entendían nada, y pronto, la valiente CeniciElla procedió a zapear sin miedo a críticas el porqué de aquellos acertados comentarios:
- El reguetón es a la música, lo que las películas americanas al Romanticismo, la total destrucción de esas virtudes humanas.
- Pero si es todo Amor -dijo el inocente "príncipe"-.
- Si tú pretendes que seamos novios con eso, estamos apañados.
- Yo soy Romántico.
- Romántico es el que ama de noche y muere de día, no el que dice "oh, mira, soy M. Casas y te quiero, voy a quitarme la camiseta para demostrártelo".
- Mujer, que él tampoco te dice esas cosas – trató de defenderle la paladín de su amiga-; además, el reguetón sí habla de Amor.
- Sí, claro – inquirió CeniciElla, dando inicio a la batalla final-, porque decir que serías feliz con cuatro personas es becqueriano puro; querer a una mujer bonita y calladita es de los hitos de la literatura hispanohablante desde Cien años de soledad, que, por desgracia, no es el castigo que tienen estos tíos, y de ahí ya a labios tatuados, pickypicky y cosas de esas que acaban en zo...., pu.... y tal y tal (uy, ¿eso a qué poeta me recuerda?)...
- No, si en eso tienes razón.
- Pero no es que me des la razón, es que después de saber las letras, no las convirtamos en canciones del verano, ni las bailemos... ¡Defendámonos!
- Escucha, princesa - trató de decirle él, cuando fue interrumpido-...
- Y ya si hablamos de la filosofía neoplatónica, la ética y todo que enseñan los programas de Telecinco es que es para mea...
- Bueno, vale -la interrumpió su amiga-; vamos a tomar algo y seguimos hablando dentro, que ya refresca.
Mientras metían a CeniciElla al Palacio, ella seguía dudando de por qué en los bandos del reino sobre coches, perfumes o sartenes solo salían mujeres; ella seguía luchando porque sus amig@s no se conformaran, y lucharan por cambiar esos pequeños detalles, por arrancar esas malas raíces.

Sin embargo, en la cabaña de Juana la desesperación era insoportable: los alguaciles habían comunicado la firme decisión de los cazadores de negra toga de llevar a su hijo ante el negro lobo, y más aún, la obligaban a acudir a juicio... ¡Ahora era ella la presa de la cacería!
Observaba a sus hijos, inquietos, sin forma de hacerles ir a dormir, jugando inocentemente, y trató de poner sus ideas en orden, y no había mejor forma que el destino: aquella noche, cuando solo ella, aunque tuviera miles de apoyos en todo el reino, tenía la decisión en sus manos, debía acudir al pasado, a las mujeres que también se enfrentaron a una realidad en contra para luchar por lo que querían:
Había escuchado, en un bando oficial, que por la cadena pública del reino iban a estrenar un programa sobre Ellas, y decidió verlo; miró el reloj, y vio que era la hora perfecta, así que contó con verlo, y enseñárselo a sus críos.
Sin embargo, para la sorpresa de sus hados ni estaba, ni había acabado ni iba a empezar, al menos no hasta bien entrada la madrugada:
- ¡Cuando más necesito el consejo femenino; cuando más necesito que mis hijos vean que las mujeres y los hombres solo se diferencian en los términos; cuando aún seguimos necesitando todo ello, hoy, 2017 annus Domini, el reino prefiere educar a sus paisanos con mafias y transformers! -pensaba Juana, con injusta indignación-.

Fue en esos momentos cuando le vino a la cabeza otra de sus hermanas, y se ilusionó por saber qué hacía en esos momentos:
Le puso de nombre "La bELLA Durmiente"; fue su profesora de Historia, y el cariñoso apodo le vino por su constante empeño en dormir despierta, y conseguir alcanzar todos sus sueños; eso sí, era una mujer de carácter.
Ella fue quien le enseñó todo lo que sabía, y quien le aconsejó mirar más allá de lo que los ojos humanos y sociales permiten ver; de hecho, era una profesora fuera de lo común, pues buscaba el pragmatismo histórico y actual:
- Veréis, chic@s, cuando estudiaba la carrera, ni siquiera teníamos la asignatura que se imparte ahora de Historia de las mujeres, sencillamente daban a los reyes y punto, aunque en su vida no hubieran hecho más que nombrar tres ducados y cazar dos venados.

Con su experiencia como alumna, "La bELLA Durmiente" buscó la igualdad absoluta, o lo que ella denominaba "la normalización sexual":
- En España no hubo grandes figuras feministas, de hecho Concepción Arenal y la Pardo Bazán se llevaban a maltraer, pero desde Santa Teresa hasta las mencionadas, todas buscaban un único derecho, la educación: es lo que se conoce como la "tercera vía".
- ¿Y usted qué opina? -preguntó la joven Juana-
- Bueno, para mí esa "tercera vía" podría ser de aplicación diferente, de normalización sexual, es decir, tratar a las mujeres como lo que son y siempre han sido, personas, sin maltratarlas ni sobreprotegerlas.
- Pero eso al final es injusto, ¿no? - contestó un alumno-; porque son las que peor han sufrido la Historia.
- Incorrecto, la Historia no hace sufrir, vamos creo: ellas son las que peor han sufrido a las sociedades históricas, y no a todas; ahí es a lo que quiero llegar. Hay de todo en todos lados, y yo no os voy a enseñar a mujeres insufribles, solo porque nunca se han enseñado, a no ser que hayan sido protagonistas de algún hecho trascendental; del mismo modo que no os voy a enseñar a hombres innecesarios, únicamente porque siempre han aparecido en los libros.
- Entonces no nos enseñará nada -dijo uno del fondo, despertando las risas de toda la clase, excepto de "La bELLA Durmiente"-.
- Os enseñaré Historia, la de ellos y la de ellas, siempre que ellos y ellas sean Historia: desde Alejandro Magno hasta Zapatero, y desde Cleopatra hasta la siguiente reina de España… ¡Porque seguro que es reina!

Historia, les iba a enseñar Historia. Aquellas palabras se quedaron en el zurrón de Juana para toda su vida (y en las mías mientras transcribo este cuento).
Fue ese el momento en el que Juana se atrevió a hacer la gran pregunta que "La bELLA Durmiente" había esperado durante toda su carrera profesional:
- Y ¿qué opina de que detrás de cada gran hombre hay una gran mujer?
- Que pobre mujer la que tenga que soportar sus nobles y perfumadas posaderas -espetó sin ningún miramiento "La bELLA Durmiente"-. Detrás, delante o al lado de un hombre puede haber una mujer enorme o mediocre, y viceversa y de todas las combinaciones.
- Pero las cosas han cambiado, van mejor que..., no sé, que en la Edad Media.
- Fuera de clase, ¡fuera! No es broma – su tono, relajado, pero seco, forzaron a aquel pobre mancebo a salir del aula, mientras "La bELLA Durmiente" seguía-: ¡"la casa, la cocina y la calceta" fueron fueros hace unos días! El pasado no siempre fue bueno, pero hay presentes peores...

Esos últimos recuerdos retumbaron en la mente de Juana aquella noche: ¿cómo podía salvarse del tiempo? ¿Existía algún hechizo para huir de toda ese auto de fe?
En esos momentos se le acercaron sus hijos, con una terrible cara de cansancio: por fin iba a poder meterles en la cama:
Les arropó con la caperuza que les había regalado, y pensó que podría ser la última noche que les vería, que se los llevaría aquel lobo con el disfraz con la que le había engañado hacía tanto, y que volvía a engañar a todos ahora...
Pensó en su mundo, miró el calendario sin cabida al error; pensó en los cazadores del pasado, y pensó en las balas que habían errado las lágrimas de Estefanía, de Matilde Teresa, deToñi, de Blanca Esther, de María Ángeles, de Virginia, de Noemí y de su hijo Aramis (¡1 solo año!), de Cristina, de Carmen, de Laura, de Ana Belén, de Ana, de Margaret, de María José, de Leidy, de Gloria, de Dolores, de Joe, de Ana María, de Paula (¡con 5 años!) y de su madre y su hermano, de Daniel (¡otros 5 añitos!) con su hermana y su madre, de Yurena, de Viky, de Andra, de Rosa, de Raquel, de una guerrera anónima y de su hijo de 11 años, de María del Rosario y de su hija, de Eliana, de Ana Hilda, de Susana, de Beatriz, de Valentina, de Encarnación García, de Encarnación Barrero, de Fadwa, de Donna, de María del Carmen, de Irina, de María Raquel, de María Ana Belén, y de todas aquellas madres e hij@s que ni siquiera aparecen en estas listas oficiales del reino, porque tecnicismos... De un mundo lleno de cientos de familias rotas; cientos de corazones que han dejado de latir, algunos de ellos sin haber apenas "disfrutado" de la vida (¡a qué ser se le ocurre matar a su hijo de 5 años! ¡Joder! ¡Es que se me revuelve el estómago!); de estómagos abiertos por la terrible e injusta pena.
Juana no podía permitirlo; no podía dejar a sus hijos en manos de un mundo lleno de lobos, ni permitir que ellos se convirtieran en otros:
Decidió que por la mañana, se enfundarían en esa capucha; obviarían las leyes cinegéticas (que el cine parece la realidad, que la realidad no cuenta),  saldrían de la jaula del cazador y echarían el último vuelo por tod@s los sant@s inocentes del reino y del mundo.
No sin antes, contarles el último de los cuentos, para educarles en el nuevo mundo:
Prestad atención: «Érase una vez, que una vez será, un mundo con fe; un Planeta gobernado por la Justicia y la Razón, donde no había concilios, conventos ni reclusiones, donde todos los creyentes eran iguales y donde las contradicciones revelaban la verdad:
Un mundo donde el hombre temía a la mujer, porque ella era más importante… Mis queridos corazones, tenedlo en cuenta para toda la vida, que quien trata de herir, no es por tener la superioridad, sino por la envidia y el temor de la superioridad de su víctima.
Porque, mis niños, érase un mundo donde Dios era Diosa, pues tras siglos y milenios de guerras, tras maltratos y vejaciones entre nosotr@s, prójim@s y herman@s, tras robarnos las cosas por envidia, tras hacer chivatazos para salvarnos el pellejo...; solo una madre sería capaz de seguir salvando y perdonando a sus hij@s después de todo lo visto (si Dios fuera hombre, nuestro Padre, nos hubiera tirado por un agujero negro en la primera lanza).
Un mundo en cuyo principio se hizo la luz; existente solo si existe el mundo, admirable solo si en él se hace la vida.
Un mundo donde se Creó al hombre y a la mujer, y se entendían, porque eran iguales, porque para ello se hizo el sonido; un sonido que entretiene, aunque es la música la que hace vibrar.
Un mundo donde había ciudades de Pizan, donde Mileto pensaba, y Galicia, la de los ríos y fontes, discutía.
Un mundo que avanzaba por hacernos estudiantes, ¡viva la curiosidad!; que si el dato es solo dato, la sabiduría es mucho más: indefensa y pacífica, sin fronteras ni cañones; porque es la Universidad la única de las Naciones.
Un mundo donde La Tierra no era el límite, solo el grano de la montaña, en cuyo ascenso se empezó con un pequeño paso para el hombre, pero un gran salto de la Humanidad.
Un mundo dentro de un universo, que, total, es solo la infinidad: el universo es todo Poesía; la Poesía es toda verdad; y es maravilloso explicar la verdad, porque no es de nadie, porque nadie es más y nadie es menos:
Pero si en este mundo alguien lo piensa...

El hombre siempre ha sido el uno, la mujer ha sido la totalidad. »

Y un mundo en el que ahora se me puede decir que tengo que ser equitativo, y tener confianza en el padre, porque eso sería lo justo. Pero como al parecer, en este mundo no existe la justicia, pues... ¡Juana está en mi casa!








El más grave y grande de los posdata: Siempre viva, siempre en paz, Terele Pávez; este escenario se te quedaba pequeño.

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